Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Sin «fantasmas» en 23 y 12?

Autor:

Ricardo Ronquillo Bello

Si proclamar el carácter socialista de la Revolución era casi temerario en la Cuba de abril de 1961, instigada por una guerra que de fría solo tenía los cálculos, tampoco es fácil ser consecuente con aquella proclamación 62 años después.

En este 2023, desembocadura de tantos contratiempos de distintos orígenes y naturaleza —incluyendo las más viejas y encarnecidas obsesiones políticas— lo que requerimos proclamar es la capacidad renovadora, rectificativa, regenerativa y de cambio del socialismo cubano.

Ahora podemos medir mejor la grandeza de aquella victoria relampagueante del pueblo cubano frente al ataque mercenario que seguiría a la declaratoria del carácter socialista de la Revolución, a la vez que podemos razonar claramente que la de Girón no fue más que un capítulo extraordinario de una invasión que no culmina, y de una victoria más contundente y definitoria que todavía nos debemos.

Nunca más tuvimos una agresión militar a esa escala, aunque sería cuando menos inmaduro desconocer que en realidad lo que cambió fue precisamente esta, junto a la forma y hasta el contenido de los ataques. Desde entonces el imperialismo apostó más por una derrota simbólica que fáctica en su enfrentamiento con Cuba.

El bombardeo múltiple y extensivo que siguió al físico y muy bien focalizado de aquellas jornadas gloriosas puso en el blanco de sus mirillas, y con armas y tácticas de diverso calibre, incluyendo las infocomunicacionales actuales, el desgaste sistemático del ideal que se proclamó en aquella manifestación apoteósica. 

Con la estrategia anterior, tan metódica como persistente, esperan lograr su victoria más humillante: aquella en la que los cubanos nos desembarquemos contra nosotros mismos. Los sucesos del 11 de julio de 2021 lo reafirman con mucha claridad.

Como mismo cambiaron las formas de embestida —sin renunciar a la falsedad y el engaño de sus métodos e insignias—, y hasta los dispositivos para hacerlo, el pueblo cubano tiene que aprestarse a enfrentarlas con la misma dignidad, porque 62 años más tarde nada podríamos alcanzar sin la fuerza, la disposición y la esperanza de aquel 16 de abril inaugural.

 Vale reiterar que solo la enorme mística que la Revolución despertó en tiempo relampagueante hizo el milagro de aquella aclamación. La precoz obra de justicia revolucionaria, que reivindicaba en segundos históricos siglos de lucha, estimuló que el pensamiento radical de los más connotados representantes del liderazgo, especialmente de Fidel, prendiera en el pueblo. El socialismo encarnaba la idea del bien del Apóstol cubano, referente esencial en el ideal político nacional.

 La Revolución capitaneada por la Generación del Centenario del natalicio de José Martí había dado su paso más radical, al ubicar el socialismo como camino para la restauración social, moral, política y económica nacional. Con lo anterior cometía la herejía de introducirlo como proyecto en el occidente del mundo, en la misma garganta del líder del capitalismo mundial.

Por martiana, con aquel paso riesgoso e inesperado, la Revolución había ido a la raíz, y no a los extremos como les gusta demeritar aquel gesto a sus adversarios. Lo mismo se espera en estos tiempos, cuando penden tantas amenazas sobre la victoria definitiva de ese socialismo, que no puede ser menos que la libertad y el bienestar postergado del pueblo cubano.

Solo con la profunda renovación, que ya está claramente planteada desde el 6to. congreso del Partido Comunista, y actualmente capitaneada por los continuadores del liderazgo histórico, podremos sobreponernos a idealismos, torpezas, graves errores y retrocesos paralizantes.

Si lo hace el añejo y sabueso capitalismo global, cómo no podría hacerlo un socialismo históricamente naciente, que entre sus principales problemas —admitido por el mismo Fidel— cuenta el de haber creído que alguien sabía cómo se construía, con las consiguientes y deformadas copias.

En diciembre de 2010, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, ya en medio del esfuerzo por «cambiar todo lo que debería ser cambiado dentro de nuestro socialismo» —no sin retrancas y resistencias diversas fuertemente presentes todavía—, Raúl Castro, su muy enfático impulsor, resaltó la lección histórica de que la construcción del socialismo debe realizarse en correspondencia con las peculiaridades de cada país. Entonces insistía en que no pensamos volver a copiar de nadie, porque bastantes problemas nos trajeron hacerlo y porque, además, muchas veces copiamos mal…

El propio Raúl no ha tenido reparos en alertar que cerrazones, incompetencias y desafueros nos ubicaron al borde de un abismo, del cual, como palpamos cotidianamente, nos está resultando muy largo y costoso alejarnos.

Las bases principales para la solución de los problemas estructurales de nuestro modelo de socialismo están incluso suficientemente adelantadas: Lineamientos económicos y sociales del Partido y la Revolución, una nueva conceptualización de dicho modelo, así como una Constitución a su medida, seguida de un ejercicio legislativo inédito y de gran calado que abre el horizonte a una reconstruida institucionalidad y constitucionalidad.

Uno de los peligros al acecho es la distancia evidente entre el cambiante diseño planteado y la forma en que este se desdibuja en las bases de la sociedad, cuando lo que debería ocurrir es que tomara mayor cuerpo. Como han alertado en numerosos foros, tanto el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, como el Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz, a veces se siente la impresión de estar ante una «ingesta» de disposiciones y medidas que no logran empujar los cambios, y lo que es más urgente, las soluciones a la multiplicidad de problemas acumulados. 

En momentos determinantes como estos debemos acogernos, como nunca, a la visión del ejercicio político de Fidel, que ubicó siempre al tiempo como una categoría central de los cambios. En entrevista con Juventud Rebelde la reverenda Miriam Ofelia Ortega Suárez, recordaba que el líder histórico de la Revolución «escuchaba, trataba de comprender y realizaba acciones rápidas, sorprendentes y únicas». La de aquel 16 de abril fue una de ellas.

Con el mismo arresto tenemos que levantarnos contra todo lo que entorpezca la voluntad revolucionaria de cambio del socialismo cubano. Esa es la mejor forma de espantar los fantasmas que merodean por la histórica esquina de 23 y 12.

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