Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El cuento de la buena pipa

Autor:

Enrique Núñez Rodríguez

Un desconocido me aborda en la calle. Quiere sugerirme un tema para Juventud Rebelde. Me asegura que es algo realmente humorístico. Y me cuenta:

Yo había leído en los periódicos que si uno veía en la calle un taxi que no tuviera el letrero de «Recogida» o el de una piquera específica, podía abordarlo y exigirle al chofer que lo llevara a una dirección determinada. Y así lo hice.

La taxista —era una mujer— me contestó que no podía llevarme, pues su carro hacía piquera en la tienda Centro y yo me dirigía a Marianao. Le dije que el carro no ostentaba el letrero de la piquera y que debía llevarme. Me contestó, entonces, que no tenía el letrero porque en la base no se lo habían proporcionado. Le insistí: —Si el carro no tiene letrero, usted tiene que llevarme. Ella se negó:—Si lo llevo, y me coge un inspector, me reporta.

Alegué que el inspector no podría reportarla, que bastaba con que ella le explicara que en la base no le habían dado el letrero, y que ella no podía negarse. Me ripostó:

—Si yo le digo al inspector que, por no tener el letrero, me he visto obligada a llevarlo, él me va a responder que no tengo letrero, pero sí tengo lengua para explicarle al usuario que no me puedo salir de mi ruta.

No me di por vencido. Argüí que no era culpa mía que la base no le suministrara el letrero. Y ella me respondió, con una lógica elemental:

—Ni mía tampoco. Bájese.

Pero yo había leído en los periódicos que tenía derecho a exigir que me llevaran. Ella protestó:

—Tengo cinco hijos que mantener, y si me cogen fuera de ruta, me suspenden. Y me preguntó, un tanto alterada:

—¿Usted me los va a mantener?

Por supuesto, le dije que no. Que yo había leído en los periódicos... No me dejó continuar. Me respondió agriamente:

—Los periódicos pueden decir lo que les dé la gana, pero si me cogen fuera de ruta, me suspenden.

Intenté convencerla:

 —Si la suspenden, puede iniciar una reclamación, argumentando que no es culpa suya que no le hayan dado el letrero.

Replicó:

 —Y en lo que va el palo y viene, me paso seis meses sin trabajar, y después, si gano la reclamación, la cogen conmigo. No me dejan vivir.

Me indigné:

—Si le sucede tal cosa, usted puede recurrir a los periódicos.

Entonces montó en cólera:

—Yo no tengo tiempo de estar visitando los periódicos para exponer mi caso. Ahora cuando termine mi turno, tengo que ir a hacerles la comida a mis hijos y a lavar la ropa de la semana y esta blusa que tengo puesta, porque si mañana salgo sin uniforme y me coge un inspector, me reporta.

Le pregunté:

—¿Pero usted nada más que tiene una blusa de uniforme? ¿Por qué no le dan otra?

Entonces, me gritó:

—Dicen los de la empresa que no tienen blusas de mi talla. Yo también le grité:

—¡Pero eso no es culpa suya! Ella, ya francamente molesta, me increpó: —Pero, ¿vamos a empezar otra vez? Esto sería como el cuento de la buena pipa.

Y el desconocido estalló en carcajadas:

—¿No es algo muy simpático? ¡Publíquelo! Y se alejó riendo. Entonces comprendí lo difícil que es el humorismo. Me pasó igual que con el cuento de la buena pipa: ¡nunca le he encontrado la gracia!

 

*Durante esta semana, Jr reproducirá en este espacio textos publicados en sus páginas por el destacado escritor y humorista Enrique Núñez Rodríguez, en homenaje al centenario de su natalicio, el próximo 13 de mayo.

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