Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Carta de despedida

Autor:

Enrique Núñez Rodríguez

Querida: No quisiera ser cruel contigo. No te lo mereces. Pero me parece justo que seas la primera en saberlo: he decidido dejarte.

No ha sido una decisión fácil. Fuiste mía cuando no tenía nada que ofrecerte. Apenas mis sueños. Has sido mi compañera fiel durante más de 40 años. Has compartido mis triunfos y mis descalabros. Ha sido a ti a quien he confesado mis dudas y con quien he consultado mis proyectos y decisiones. Te he visto junto a mí en mis noches de insomnio. Y, silenciosa y comprensiva, no te has quejado una sola vez de mis urgencias. Siempre me has respondido. Lo sé.

Te me entregaste en plena juventud, cuando eras ágil y codiciada. Y nunca me has pedido nada. O casi nada. Que no es lo mismo, pero es igual.

Tú, mejor que nadie, conoces mis faltas. Y nunca las has divulgado. Me has perdonado. Mis primeros poemas los recibiste con generosidad. Y, realmente, eran malos. Tan malos como los últimos. De nuestra unión, que parecía eterna, han surgido mis mejores frutos, que son tuyos también, aunque nadie te mencione cuando se habla de ellos. Todo eso lo sé.

Pero, me duele confesarlo: has envejecido. ¡No! No te ofendas, por favor. Es posible que yo tampoco sea el
mismo. Que, con los años, los dedos de acariciarte se hayan vuelto torpes y artríticos, y ya no recorran tu cuerpo, horizontal y dispuesto, con la misma habilidad de aquellos primeros tiempos de locura, cuando nuestras sesiones íntimas duraban hasta seis u ocho horas continuas, ininterrumpidas. ¡Qué horror! De solo recordarlo, me canso. Pero, por entonces, yo tenía 20 años y tú respondías con rapidez y eficacia a mis caprichos. Ya no te sorprendo con mis audacias, y me he vuelto lento y conservador, pero nada me exiges, comprensiva y callada.

Todo parecía indicar que podíamos disfrutar, juntos, de una vejez
tranquila, plácida, serena. Y, sin embargo, ha surgido en mi vida una circunstancia que me hace tomar esta decisión que quizá no entiendas. Siempre pensé que cuando hubiera otra en mi vida no te lo ocultaría, a ti, mi fiel confidente, por dolorosa que fuera. Pues bien: ¡hay otra! He recibido una carta de la Uneac en la cual me ofrecen la oportunidad de comprar, a plazos, una nueva máquina de escribir. Y voy a aceptarla.

¿Podrás perdonarme, mi vieja y querida Underwood?

Tuyo, Enrique.

P.D.: Te agradecería que no cayeras en el feo vicio de empezar, ahora, a hablar mal de mí. No vayas a decirle a todo el mundo que tengo faltas de ortografía, ¿vale?

 

*Durante esta semana, JR reproduce en este espacio textos publicados en sus páginas por el destacado escritor y humorista Enrique Núñez Rodríguez, en homenaje al centenario de su natalicio, el próximo 13 de mayo.

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