Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La fuerza de un pueblo sigue en pie

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Visten uniforme, es cierto. Cumplen reglamentos con disciplina, como debe ser. Acatan tareas que benefician a todos, muchas veces bajo el estricto peso del silencio. Hoy lo hacen, y si volvieran a nacer, con certeza también lo harían. Quizá lo más gratificante es saberse parte del pueblo, del mismo pueblo que cuidan con celo.

Cada año los desafíos se multiplican y crecen en complejidad. Cada día, cualquier ilegalidad o acto de violencia les obliga a levantarse con fuerza y hacer lo que haya que hacer, por la seguridad y el bienestar de todos.

Muchos son jóvenes y siguen los pasos de quienes admiran, a quienes les agradecen el ejemplo de la inquebrantable lealtad a un país que, desde el 6 de junio de 1961, armó las filas de la valentía popular, convencido de que sería el baluarte imprescindible de la Revolución Cubana.

Hace 62 años dieron el paso al frente jóvenes de escasos conocimientos y poca experiencia, pero rebosantes de voluntad y patriotismo, y décadas después, las filas del Ministerio del Interior se «cargan» constantemente de sangre joven, de vitalidad nueva, de gente de pueblo que no aceptará que se eche por tierra lo que, con tanto esmero, se ha levantado.

Respetan el compromiso eterno de resistir, defender y salvaguardar. Saben que necesitamos de ellos, porque la política del Gobierno de Estados Unidos sigue siendo desafiantemente hostil, y cada uno de los planes subversivos que financia deben ser enfrentados y eliminados. Saben que confiamos en ellos, en su actuar certero y audaz.

Hay hombres y también mujeres en la Policía; en los Cuerpos de Bomberos y de Guardabosques; en la Dirección de Atención a Menores; en el Sistema de Prisiones, de Inmigración y Extranjería, de Investigación Criminal y de las Tropas Guardafronteras... en todos los órganos que integran el Ministerio del Interior. Todos y todas pueden contar numerosas historias que revelan su rápida respuesta y meritorio trabajo, pero ante todo, sus principios de fidelidad a una causa justa.

Son padres, madres, hijos, hermanas, nietos y sobrinas... Tienen una familia en sus casas, deseosa de verles llegar cada noche, porque sabe que cumplen con su deber, pero no dejan de arriesgar sus vidas a cada minuto. Se siente orgullosa de ellos, pero sabe que el precio de ese orgullo es el tiempo que no comparten y la angustia de saberlos «a pecho abierto» en cualquier trinchera.

¿Qué podrán decirles a sus hijos cada día? Que duerman tranquilos. Que ellos y otros como ellos les cuidan el sueño y el futuro, que sonrían al saberse seguros al despertar, que encuentren en cada uniforme similar al que les ven usar a diario un ser de bien. 

Vivimos tiempos de cambios, difíciles y agresivos. Se siembra la motivación, el apego, la responsabilidad. Se valora la audacia y se reconoce el buen desempeño. Los que hoy están de fiesta se sienten con fuerza para seguir en pie y ratificar que la Revolución y la sociedad toda puede seguir confiando en ellos. Nosotros los abrazamos, y les agradecemos por tanto.

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