Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Donar sangre, donar esperanza

Autor:

Mónica Sardiña Molina

No sabe cuánto tiempo permaneció inconsciente. Recuerda la carretera, un destello, claxon y frenos lacerando los oídos, el choque, silencio profundo. Cuando palpa la fuente del dolor punzante, un río tibio y oscuro se le escurre entre los dedos. La debilidad vuelve a cerrarle los ojos.

Leucemia. No hay peor sentencia para la familia de un pequeño duende que se apaga desde adentro. Nueva rutina de estancias hospitalarias, agujas, exámenes y cálculo milimétrico de probabilidades. Toca aferrarse a relatos de sobrevivientes, personas dispuestas a ayudar y héroes de blanco que exprimen todo el arsenal de «superpoderes» para que no se borre la sonrisa de dientes diminutos.

¡Apareció un donante! Después de años de espera, la alegría se desborda en los mismos ojos que se inundaban ante el deterioro de un cuerpo en cuenta regresiva. Cuando la hemodiálisis no parecía suficiente, vuelven los planes para un futuro más allá de los 20.

Desde la cuna estéril se escucha el llanto de un bebé recién llegado al mundo. Sin ser dueño aún de sus reflejos, busca el calor del seno maternal y las manos que prometían caricias. Pero mamá está lejos, luchando por reponerse de las complicaciones que han retrasado el encuentro.

Sobre el umbral entre la vida y la muerte se balancea una bolsita de color rojo intenso, casi marrón. Contiene los 450 mililitros de sangre que se le pueden extraer a una persona con 50 kilogramos de masa corporal sin causar perjuicios a su salud.

Al aprovechar por separado los componentes, cada donación puede salvar hasta tres vidas, y si incluye la solidaridad y el altruismo del donante voluntario y no remunerado, se benefician tanto los cuerpos como las almas. ¿Acaso no mantiene a salvo su propia humanidad quien cede un poco de sí para ayudar a vivir a otros?

En las siguientes 24 horas, el organismo repone el volumen de líquido anterior a la donación, a los tres días mantendrá igual nivel de plaquetas, y al cabo de dos meses recuperará los glóbulos rojos. Sin embargo, en tan solo minutos la empatía y la buena salud pueden cambiar el destino de mujeres que sufren hemorragias durante el embarazo y el parto, pacientes sometidos a procedimientos quirúrgicos, personas con enfermedades que requieren tratamientos periódicos, víctimas de desastres naturales y accidentes o beneficiarios de medicamentos producidos a partir de los hemoderivados.

Según el más reciente Anuario Estadístico de Salud, en el año 2023 se realizaron en Cuba 254 845 donaciones voluntarias y 256 820 transfusiones, para una tasa de 273.4 por cada 1000 ingresos. Pero no son las estadísticas las que determinan voluntades. En momentos tan dolorosos como la explosión del hotel Saratoga, en La Habana, o el accidente masivo ocurrido en la carretera de Morón a la isla de Turiguanó, en Ciego de Ávila, estremeció la concurrencia multitudinaria a instituciones de salud y bancos de sangre.

La nobleza no establece grupos ni categorías. Una estudiante universitaria responde a la convocatoria de la FEU en su facultad, un joven agradecido retribuye el gesto de quien hizo posible la supervivencia de su abuelita, una madre piensa en cada niño como si fuera el suyo y hace lo posible para aliviar hoy la incertidumbre de alguien en cuyo lugar podría estar mañana, un grupo de trabajadores acude para garantizar la cirugía de un compañero, y otros miles de cubanos depositan su ofrenda de vida varias veces al año, conscientes de la necesidad de donar con regularidad para disponer de productos sanguíneos seguros y de calidad.

Lentamente, el cuerpo repone fuerzas para volver a abrir los ojos. El dolor provocado por heridas y fracturas le indica que sobrevivió al accidente. El éxito de la ronda intensiva de transfusiones aleja el peligro y permite el regreso a casa, con la fantasía de curar a otros niños cuando sea grande.

Entre sonrisas, los médicos hablan de un trasplante satisfactorio y un riñón que funciona perfectamente mientras se adapta al nuevo organismo que lo acoge. Al fin juntos. Se le saltan las lágrimas con el reclamo del pequeñín con más energía que tamaño, el lazo irrompible y los latidos de la esperanza.

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