Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿De quiénes son los parques?

Autor:

Jorge Fernández Pérez

 

A Esteban le encanta salir a pasear con su papá por las calles de Holguín. Él es el hombre más popular que conoce, pues, cada dos pasos, saluda a varias personas. También es muy inteligente y sabe mucho de la historia de la localidad que lo vio nacer.

Ese día, el destino fueron los parques. Comenzaron por el Rubén Bravo, ese que todos los habitantes de esta ciudad oriental conocen como el parque infantil. Es un espacio pensado para el disfrute y esparcimiento de manera sana; sin embargo, ese día estaba diferente.

Faltaban columpios o, mejor dicho, estaban ahí, pero rotos. Una nube de príncipes enanos se aglutinaba en las opciones restantes, que cada vez eran menos. El calor arreciaba y con él un desagradable aroma a agua estancada, proveniente del intento de lago que aún ocupa el centro. 

Pero lo que más le impresionó a Esteban fue la jaula del cocodrilo. La basura ocupaba algunas partes del ambiente, mientras el animal se situaba en una zona bastante árida, antes la escasez de agua de lo que un día fue su piscina.

La mañana seguía y no querían amargar su paseo, así que llegaron hasta el parque San José. Lo primero que hicieron fue ver el monumento a Carlos Manuel de Céspedes, figura clave de la historia cubana.

También entraron a la iglesia, donde conversaron acerca de los orígenes de aquel templo religioso y su valor para los fieles holguineros. A la salida, decidieron sentarse en un banco. Se cambiaron para otro. Y para otro. Y para otro. Tal parece que la fetidez los perseguía.

Al verlos, una señora que pasaba les explicó que algunas personas con conducta deambulante pernoctaban en el parque, con todo lo que eso conlleva. Es bien sabido los esfuerzos que la provincia realiza para brindarle atención y fomentar su inserción social, mas, aún resta mucho por hacer.

Luego del debate entre los dos mayores, el niño quería continuar avanzando. Así lo hizo, de la mano de su padre, hasta llegar al centro de la urbe holguinera: el parque Calixto García, símbolo indiscutible de la ciudad y lo que son sus habitantes.

Grande y negativa fue su sorpresa al comprobar su estado. Los bancos centrales, esos que conforman una semicircunferencia en torno a la estatua del General de las Tres Guerras, se encontraban pintados con todo tipo de carteles que contrastaban con su blanquísimo color.

¿Quién le hizo eso al Calixto? Más que un parque, es un punto de encuentro, escenario de presentaciones artísticas, intercambios estudiantiles y testigo silencioso de risas, llantos e incontables pasos de todo el que llega a esta tierra.

—Papá, ¿de quiénes son los parques? —preguntó el niño.

—De todos, Esteban, de todos. —respondió este.

—Entonces, ¿por qué nadie los cuida?

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