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Más pequeños y más lentos

Científicos analizan el impacto que ha tenido el plástico en la dieta y la vida misma de las especies marinas

Autor:

Patricia Cáceres

Mucho se ha criticado la predilección del hombre moderno por la comida chatarra. La lucha entre los alimentos saludables y rápidos se ha vuelto tema recurrente en nuestra agenda diaria. Sin embargo, la comida «basura» parece haber traspasado el umbral de la dieta humana, para ser también delicatessen de peces y otras criaturas marinas.

Así lo asevera una investigación de la Universidad de Uppsala, en Suecia, publicada en la revista Science, la cual sugiere que la exposición a altos niveles de poliestireno hace que las larvas de las percas prefieran el plástico por encima de comidas más naturales.

La dieta de plástico —sentencia el estudio— hace a los peces «más pequeños, más lentos y más estúpidos».

Simplemente llenándose

Para arribar a esa conclusión los científicos expusieron larvas de perca a diferentes concentraciones de poliestireno en unos tanques de agua. Según los datos publicados en Science, el 96 por ciento de los huevos eclosionó en aguas limpias, mientras que en aguas contaminadas con grandes cantidades de plástico esa cifra disminuyó a 81 por ciento.

Además, cuando se expusieron a la presencia de depredadores durante 24 horas, la mitad de los peces jóvenes en aguas limpias sobrevivió. No ocurrió lo mismo en aquellas larvas con mayores concentraciones de plástico. Todas murieron.

Pero quizás lo más sorprendente fue la forma en la que el plástico modificó los gustos alimenticios de las jóvenes larvas. «Todas tuvieron acceso a zooplancton y a pesar de ello prefirieron comer plástico», declaró Oona Lonnstedt, líder de la investigación.

«Parece que el plástico tiene propiedades químicas o físicas que generan una necesidad particular de comida en estos peces. Ellas creen erróneamente que se trata de comida de alto valor energético y que necesitan comer mucho. Pero es algo parecido a lo que ocurre con la comida basura poco saludable en los adolescentes: están simplemente llenándose», subrayó.

Las poblaciones de vertebrados marinos han disminuido un 49 por ciento en las últimas cuatro décadas.

«Hipermercado flotante»

Los altos niveles de contaminación de plástico en los océanos preocupan a la comunidad científica internacional desde hace varios años.Y no es para menos. Se estima que anualmente se vierten unas ocho millones de toneladas en nuestros mares.

A finales de 2014, la revista Plos One publicó el primer estudio internacional con información detallada sobre los plásticos que flotan en aguas de todo el mapamundi.

Tras contrastar los datos obtenidos gracias a 24 expediciones oceánicas realizadas a lo largo de seis años, los expertos concluyeron que más de cinco billones de trozos de plástico, con un peso aproximado de 270 000 toneladas, flotan en los océanos (esto podría equivaler a 270 000 autos, teniendo en cuenta que el peso promedio de un carro es de una tonelada).

Los autores de la investigación analizaron las cinco corrientes subtropicales principales (conocidas también como remolinos o giros) en las cuales se acumulan grandes objetos, que luego se deshacen en pequeñas partículas, conocidas como microplásticos.

En opinión de los investigadores, los microplásticos, que suponen el 95 por ciento de la contaminación analizada, contienen toxinas que luego son ingeridas por peces y otras criaturas marinas. Por otra parte, los trozos más grandes pueden ahogar a animales marinos como tortugas o focas.

Marcus Eriksen, responsable de la investigación, declaró a la revista Plos One que encontraron tanto plástico en los océanos (desde bolsas a botellas, o paraguas a inodoros) que este parecía un «hipermercado flotante».

Si bien los residuos están distribuidos por todo el globo, gran parte de la basura plástica se acumula en cinco corrientes subtropicales.

Cada uno de los principales océanos tiene remolinos repletos de basura, incluyendo la notoria «Gran mancha de basura del Pacífico», localizada entre Hawái y California, cuyo tamaño es similar al del Estado de Texas, Estados Unidos.

Estas corrientes circulares contribuyen a triturar el plástico antes de dispersarlo por el mar, aseveran los investigadores. Pero el volumen del plástico en las aguas se incrementará en el futuro debido a que se producen cada vez más productos desechables de plástico y a que solo se recicla el cinco por ciento del plástico en el mundo, alertaron.

Las jóvenes larvas estudiadas tuvieron acceso a zooplancton y a pesar de ello prefirieron comer plástico.

Nos quedamos sin peces

Un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) y la Sociedad Zoológica de Londres arrojó que las poblaciones de vertebrados marinos han disminuido un 49 por ciento en las últimas cuatro décadas.

Según el estudio —que analizó un total 5 829 poblaciones de 1 234 especies marinas— aquellas poblaciones que están desapareciendo son críticas para la seguridad alimentaria de la humanidad. Entre 1970 y 2012, los escómbridos (familia de peces que incluye al atún, la caballa y el bonito) sufrieron un colapso aún más drástico. Sus poblaciones se redujeron en un 74 por ciento.

«Esto es catastrófico. Estamos destruyendo recursos alimenticios vitales y la ecología de nuestros océanos», afirmó Louise Heaps, asesora principal de políticas marinas de WWF.

«La actividad humana ha dañado severamente los océanos atrapando peces más rápido de lo que estos pueden reproducirse, a la par que destruyendo los hábitats en los que se crían», aseguró Marco Lambertini, director de WWF Internacional.

Pero, además de la contaminación originada por los desechos de plástico, otras causas del deceso masivo son la sobrepesca, la pérdida de hábitats clave como los manglares costeros, donde desovan muchas especies de peces, y el cambio climático, que está provocando la acidificación de los océanos por la absorción de dióxido de carbono de la atmósfera.

En el caso de América Latina, Roberto Troya, director de WWF para la región, destacó el efecto negativo sobre tres especies de peces en particular.

«Se está haciendo una presión sin precedentes sobre nuestros mares en Latinoamérica. Extraemos de ellos más atunes, jureles y sardinas de lo que es sostenible, afectamos complejos ecosistemas y paisajes marinos como nuestros manglares y corales, y contaminamos sus aguas», subrayó.

Otras especies afectadas a nivel global son los pepinos de mar, considerados delicate sen en Asia. Esta especie ha sufrido una reducción del 98 por ciento en las Islas Galápagos, Ecuador, y un 94 por ciento en el Mar Rojo, Egipto.

El informe también analizó la reducción de los hábitats como los pastizales marinos, los manglares y los arrecifes de coral, que podrían desaparecer para 2050 a causa del cambio climático.

De ser así, el impacto sería tremendamente negativo ya que más del 25 por ciento de especies marinas habita en arrecifes de coral y cerca de 850 millones de personas se benefician directamente de sus servicios económicos, sociales y culturales.

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