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Teléfonos móviles vs. cáncer

¿El teléfono celular puede realmente generar células cancerosas ? Es buen tiempo para sondear las evidencias científicas sobre el tema

Autor:

Iris Oropesa Mecías

El pasado 22 de abril se reabrió un viejo debate acerca de los teléfonos móviles y sus posibles implicaciones para la salud humana. Una corte italiana dictaminó que el uso excesivo del teléfono móvil por razones de trabajo, fue la causa de un tumor cerebral benigno a un empleado de 57 años de edad, de la compañía Telecom Italia. Según las declaraciones del demandante, se vio obligado a utilizar el teléfono celular de tres a cuatro horas diarias durante 15 años de trabajo, razón por la cual se consideró este el motivo de su tumor y posterior sordera.

Es la primera vez que un tribunal asocia el uso de telefonía celular a tumoraciones, un tema que ha despertado polémica científica en más de una ocasión.

La noticia de este caso aislado llega en momento de auge total de la telefonía celular a nivel mundial. La Unión Internacional de Telecomunicaciones calcula que la cifra de personas suscritas a servicios de teléfonos celulares ronda los cinco mil millones, y estos son datos de mediados de 2016. Es buena idea, pues, desentrañar un poco qué verdades y mitos subyacen tras el fallo de este tribunal.

Cáncer y móviles: polémica (in) mortal

Ninguna investigación ha llegado a probar que el uso de teléfonos móviles origine algún tipo de cáncer. Sin embargo, las dudas persisten.

Según el Instituto Internacional del Cáncer de Estados Unidos, hay especialmente dos razones para que la inquietud renazca: primero que todo, los celulares emiten energía de radiofrecuencia (ondas de radio), una forma de radiación no ionizante, energía que absorben los tejidos del cuerpo más cercanos a la antena.

Además, preocupa a muchos el hecho de que la OMS haya clasificado estos dispositivos como «posibles cancerígenos», por ser esa la institución considerada como mayor legitimadora en temas sanitarios.

Radiofrecuencia, me suena…

La energía de radiofrecuencia utilizada por los teléfonos celulares es una forma de radiación electromagnética, la cual, a su vez, se puede clasificar en dos tipos: ionizante —por ejemplo, la que se usa en los rayos X— y no ionizante, la radiofrecuencia de televisores y microondas. La primera de ellas es energía de alta frecuencia, mientras la segunda, la que emite la antena de cada teléfono móvil, es de baja frecuencia.

La exposición a la radiación ionizante, tal como la de rayos X o tomografías, se sabe que aumenta el riesgo de cáncer si se usa deliberadamente y no monitoreada por un especialista. Sin embargo, en cuanto a la radiación no ionizante procedente de radares, de hornos, etc., no existe actualmente evidencia firme de que su recepción en el cuerpo humano incida en el ADN ni sea riesgosa. El único efecto biológico reconocido de la energía de radiofrecuencia es el calentamiento. No obstante, el nivel de calor producido en el área de la cabeza es inocuo y muchas veces hasta imperceptible, por lo que no significa un peligro.

Existen tres modos básicos para estudiar el impacto en el cuerpo humano de las ondas radiofónicas de móviles. Los estudios de casos y controles analizan el uso de teléfonos por personas que sufren tumores y por otras que no los padecen. Los estudios de cohortes (en el campo médico, una muestra poblacional sometida a algún tipo de exposición) buscan datos durante un tiempo prolongado y comparan los resultados —en cuanto a tumoraciones— en los que usaron telefonía móvil y en aquellos que no lo hicieron. Y el análisis de datos de incidencia, que consiste simplemente en examinar si existe un aumento de casos de cáncer en las zonas relacionadas con el uso de celulares y si este incremento coincide con datos de crecimiento de usuarios.

Tres estudios diferentes y de largo alcance se han dado a la tarea de recabar información exacta sobre el tema. Interphone; el Estudio Danés y el Estudio del Millón de Mujeres. Estas pesquisas han operado hasta con más de 50 000 usuarios en sus investigaciones y, hasta hoy, según la International Agency for Research on Cancer (IARC), no arrojaron un dato estadístico que demuestre una asociación entre la telefonía móvil y la aparición de tumores.

En el caso del estudio Interphone, hubo resultados incongruentes entre las muestras en Suecia y las de Norteamérica, que mantuvieron las inquietudes en algunos. Sin embargo, las incoherencias son comunes en este tipo de pesquisas y suelen responder al sesgo de memoria (un mecanismo de memoria selectiva por el cual los consultados que ya se hallan enfermos suelen «recordar» datos de uso del teléfono con más relevancia que la real). También podrían verse alterados los resultados por el sesgo de participación (por el que hay más probabilidad de que enfermos con tumores se inscriban en mayor cantidad, que personas sanas para el estudio) o simplemente por informes inexactos. Con este tipo de factores de error comunes, los investigadores determinaron que varios sesgos habían motivado algunos falsos positivos.

¿Y en los últimos años?

Algunos alegan que el cambio de tecnologías celulares es constante y se necesita revisar la evidencia. En 2011, una brigada de expertos de la International Agency for Research on Cancer —un componente de la Organización Mundial de la Salud— revisó todos los estudios sobre el tema y, de ahí, surgió la clasificación que perturba a muchos como un «posible carcinógeno para hu-manos». Sin embargo, la razón por la que no se puede descartar esa «posibilidad», son las incongruencias de los resultados del Interphone.

Un estudio prospectivo de cohortes a gran escala comenzó en Europa en marzo de 2010. Conocido como COSMOS Notificación de salida, ha inscrito a más de 290 000 usuarios de teléfonos celulares y los seguirá observando durante 20 o 30 años.

¿Y las ratas enfermas de 2016?

En junio del año pasado, un estudio con roedores reavivó el dilema, al resultar que del dos al tres por ciento de las ratas macho expuestas a ondas radiofónicas desarrollaron gliomas malignos, mientras el grupo no expuesto a radiaciones se mantuvo saludable.

Sin embargo, los resultados fueron desacreditados por varios investigadores, puesto que el grupo expuesto a radiaciones vivió más tiempo en total que el no expuesto. Asimismo, existían incongruencias en la evidencia, como por ejemplo, que solo las ratas macho enfermaron, mientras las hembras se conservaron saludables, un resultado no esclarecido.

Michael S. Lauer, director adjunto de investigaciones en el Instituto Nacional de Salud estadounidense (NIH), declaró que «no aceptaba» los resultados, considerándolos un falso positivo, por observar incoherencias en los niveles exagerados de exposición de radiaciones a los animales, algo muy alejado del uso de teléfonos en humanos.

Un problema real

Un problema real de salud asociado al teléfono móvil es el llamado síndrome de la vibración fantasma: ese momento en que parecemos percibir la entrada de algún mensaje o llamada que realmente no ha ocurrido.

Este problema se ha asociado por especialistas de la sicología a una alta dependencia del dispositivo móvil, que genera síntomas de ansiedad. Estos síntomas podrían estar asociados tanto con un estado ansioso específico por alguna situación, o, lo más preocupante, a una adicción de tecnología.

Si bien esta adicción no ha sido declarada oficialmente, el tipo de comportamiento dependiente del móvil ha sido incluido en la última actualización de la DSM-5, la guía de referencia de la Asociación Estadounidense de Siquiatría para la clasificación y el diagnóstico de los trastornos mentales. En la descripción se explica que las adicciones son estados patológicos en los que las personas buscan compulsivamente estímulos gratificantes a pesar de sus consecuencias negativas, y uno de los rasgos es volverse hipersensibles a las señales relacionadas con las recompensas que ansían. O sea, algo así co-mo que lo ven «hasta en el aire». He ahí un problema real —y muy nuestro— que proyectamos en el uso del teléfono móvil.

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