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La identidad inflamable

Dos siglos de estudio e investigación latinoamericanos quedaron reducidos a cenizas el pasado domingo cuando ardió el Museo Nacional de Brasil

Autor:

Iris Oropesa Mecías

El fuego le arrancó a América Latina esta semana más de 200 años de historia natural y cultural. Y no es exagerado afirmarlo así. El incendio de grandes proporciones que se ensañó con el Museo Nacional de Brasil, en Río de Janeiro, se llevó cientos de objetos invaluables para la antropología, la historia, las ciencias naturales y la cultura de este continente, por eso los medios de todo el mundo han publicado la noticia con etiquetas de tragedia y catástrofe similar al incendio de la Biblioteca de Alejandría.

Cuando este domingo los cuatro guardias que custodiaban el edificio de 200 años de antigüedad notaron el fuego, ya era muy tarde para salvar el 90 por ciento de los objetos valiosos de la colección, que fueron reducidos a cenizas. Un conjunto de objetos arqueológicos tan invaluable, que se estima que solo el uno por ciento se encontraba expuesto al público en las salas del recinto.

Aún así, un diez por ciento logró sobrevivir y en medio de las llamas varios empleados y especialistas del lugar no temieron a entrar y rescatar algunas piezas. Los bomberos hicieron lo propio, pero aunque quisiéramos entregarles este viernes otras noticias, lo cierto es que más de un misterio cultural fue arrasado este domingo. Veamos por qué los diarios de todo el mundo lamentan esta pérdida histórica repasando las cinco piezas más valoradas que sucumbieron a las llamas en Brasil.

LUZIA, LA EVA DE LOS LATINOAMERICANOS

Luzia fue el esqueleto más antiguo de América, y ya no es posible verla en el museo.Foto: BBC

Un esqueleto craneano hallado en 1975 en la cueva de la Lapa Vermelha en el estado brasilero de Minas Gerais por una expedición conjunta franco-brasileña al mando de Annette Laming-Emperaire parece ser la pérdida que más han lamentado muchos investigadores.

Estos restos óseos rescribieron la historia de los latinoamericanos. Se trata de Luzia, una mujer primitiva que demostró, a partir de sus rasgos físicos reconstruidos desde el esqueleto, que el continente americano pudo estar una vez unido al africano y fue poblado mucho antes de lo que se pensaba.

Unos 11 400 años de antigüedad revelaron las pruebas a las que se sometió la osamenta, lo que la convirtió en la década de los 70 en el esqueleto humano más antiguo de todo el continente americano y en los restos más vetustos de esta región. O sea, se trató de nuestra Eva, hasta que fuera hallada la llamada Eva de Naharon, quien vivió en lo que ahora es la península de Yucatán, México, hace unos 13 600 años.

En el tiempo en que Luzia fue el esqueleto más antiguo del continente originó importantes teorías. Sus rasgos negroides sugerían que el hemisferio occidental pudo haber sido ocupado por pueblos distintos a los ancestros actuales de los indios americanos, y Luzia así parecía confirmarlo. El bioantropólogo brasileño Walter Neves, autor de la tesis, basó en el meticuloso estudio de su rostro la revolucionaria idea.

Otro científico, Richard Neave, de la Universidad de Manchester, hizo realidad en 1999 el deseo de ver el rostro real de la primera mujer americana al reconstruir facialmente a Luzia como parte de un documental sobre la ocupación prehistórica de las Américas. La cara fue mapeada mediante tomografía computarizada en Brasil y las imágenes se enviaron a Reino Unido, donde Neave elaboró la réplica.

Por tal valor histórico, es comprensible que este lunes la presidenta del Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional de Brasil, Kátia Bogéa, se refiriera a la pérdida de Luzia con tonos trágicos: «Perdimos nuestra memoria, nuestra historia. No vamos a tener a Luzia nunca más. Luzia murió en el incendio».

LA MAYOR COLECCIÓN DE ARQUEOLOGÍA CLÁSICA

Otra de las más valiosas civilizaciones antiguas que engalanaban el Museo era la clásica, presente con la más grande colección de objetos grecorromanos de toda América. Estas piezas, verdaderamente invaluables por su estado de conservación y valor histórico, correspondió a la colección grecorromana de la emperatriz Teresa Cristina y de la colección de la reina Carolina Murat, hermana de Napoleón Bonaparte y esposa del rey de Nápoles, Joaquim Murat.

LA MÁS COMPLETA COLECCIÓN AMERICANA DE ARQUEOLOGÍA EGIPCIA

Otro dolor punzante en el cuerpo de la Historia fue la pérdida de más de 700 piezas egipcias, considerada la mayor y más antigua colección de todo el continente. Provenientes de la necrópolis de Tebas y el Templo de Karnak, las piezas llegaron a Brasil con el comerciante Nicolau Fiengo, quien a su vez las obtuvo del explorador italiano Giovanni Battista Belzoni, su verdadero descubridor.

Esta colección incluía momias humanas muy antiguas y momias animales que acompañaban a los muertos egipcios en sus tumbas.

LOS PALEONTÓLOGOS NOSTÁLGICOS

El meteorito de Bendegó, el segundo más grande del mundo, puede haberse conservado entre las cenizas por su naturaleza metálica. Foto: Tomada de Twitter

Otra colección de la que presumía el museo y no era superada por ningún otro de la región era la de paleontología, con 56 000 ejemplares en total de diversas clasificaciones por especies.

Fósiles, réplicas y moldes de animales prehistóricos datados en miles de años saciaban la curiosidad de público y la sed de conocimiento de investigaciones que se servían de estos datos exclusivos, pues se cree que muchas de las piezas de la institución eran ejemplares únicos de su tipo en la región.

CULPABLES, PORQUÉS Y SOLUCIONES

Con tanto perdido, no es exagerado pensar que muchas teorías y verdades de ciencia e historia se queden sin descubrir por perder este material único para el estudio. Las reacciones han ido desde la ira de los investigadores y el personal del museo por el poco presupuesto destinado a su cuidado, hasta quienes afirman que el fuego destructor fue un símbolo del Brasil actual.

El subdirector adjunto del museo, Luiz Fernando Dias Duarte, expresó «una gran ira» tras el suceso y acusó a las autoridades brasileñas de «falta de atención». «Luchamos hace años, durante diferentes gobiernos, para obtener recursos que nos permitan preservar adecuadamente todo lo que se destruyó hoy», dijo.

La historiadora Lilia Schawarcz, por su parte, no temió en señalar en la misma dirección, «La destrucción del Museo Nacional es un desastre descomunal y representa un símbolo de ese Brasil que arde en llamas. No cuidar de un patrimonio como ese es señal de que el país anda triste y desorientado.

Un tercio de las 30 salas de exhibición del museo había sido cerrado debido a recortes presupuestarios, según el diario Folha de Sao Paulo, y varias plantas del edificio continuaban siendo de madera a pesar de albergar objetos y libros verdaderamente únicos.

Una vez más, la triada autoridades-ciencia y cultura demuestra que la financiación de patrimonios es un tema que habla de realidades sociopolíticas profundas. Esperemos que el alma de los pueblos, que habita siempre en su arte, su creación y sus hombres y mujeres de ciencia, no pueda ser consumida por similares fuegos de dejadez.

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