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¿Es posible ser adicto a las series?

Ciencias como la neurología y la sicología han explicado por qué nos tomamos tan a pecho las series de ficción

Autor:

Iris Oropesa Mecías

Terminó la última temporada de Juego de Tronos y la ola de polémicas desatadas en grupos de redes sociales sigue adquiriendo proporciones alarmantes. Las protestas ante el final de la serie son tantas, que los seguidores hasta han intentado reclamar una nueva edición de la octava temporada que los deje a todos más felices.

Este tipo de fenómenos sociales despiertan la curiosidad de muchos, sobre todo en naciones donde el consumo de series desde la plataforma Netflix son parte del día a día.

Surgen conductas como las maratones y no han tardado en aparecer «personajes sociales» como el llamado seriéfilo, ese que cultiva su obesidad frente a la pantalla, apegado a sus personajes favoritos.

De hecho, se cree que el final de una serie puede provocar sensaciones semejantes a las del final de una relación, con su correspondiente nostalgia cuando no están nuestros personajes favoritos junto a nosotros.

¿Puede algún campo científico explicar las razones de nuestro apego a las series, las maratones de capítulos y las exageradas reacciones de muchos cuando se termina una temporada? Como siempre, la respuesta es sí.

¿Existe la seriefilia?

Esencialmente, una adicción sigue siendo, según la sicología, una enfermedad crónica y recurrente del cerebro que se caracteriza por la búsqueda patológica de la recompensa a través del uso de una sustancia o ciertas conductas. Implica la incapacidad de controlar la conducta, dificultad para la abstinencia, deseo imperioso de consumo, disminución del reconocimiento de los problemas que causa y daños en las relaciones interpersonales, así como una respuesta emocional disfuncional.

Ese concepto no ha variado mucho desde que logró irse conformando, pero en cuanto al fenómeno de las series y su impacto en los televidentes, son varias las áreas del conocimiento que se enfocan en el tema.

Los análisis de tendencias sociales, como el realizado en 2017 por un equipo de sociólogos para la Ofcom, entidad reguladora de las telecomunicaciones del Reino Unido, analizó los hábitos televisivos de los británicos.

Los resultados mostraron el cambio en el estilo de consumos televisivos: de televidentes expectadores a maratonistas televisivos. Un 79 porciento de los usuarios veía varios capítulos de una serie de una sentada, y un 35 porciento afirmaba hacer una maratón una vez a la semana.

Un 70 porciento de los encuestados dijo hacerlo para relajarse y divertirse, mientras la motivación de discutir con los amigos sobre la serie alcanzaba el 24 porciento.

El investigador Mihaly Csikszentmihalyi acompañó a Robert Kubey, sicólogo y profesor de estudio de medios audiovisuales en la Universidad de Rutgers, de New Jersey, en un estudio que reveló que el deseo de ver mucha televisión proviene de una reacción química cerebral. Las series, como cualquier producto placentero, promueve la liberación de endorfinas, un neurotransmisor relacionado con la relajación y el apego.

Otra investigación realizada por la Universidad de Texas desde preceptos de la sicología social ha analizado los hábitos televisivos de 316 personas de entre 18 y 29 años. La conclusión es que el binge watching, nombre que propone para la adicción a las series, se puede         vincular con factores como la soledad, la incapacidad para autogestionar la vida, la obesidad y la depresión.

En general, la tendencia de estos estudios realizados en los últimos años es señalar un comportamiento maratónico y controlador en el estilo de consumo televisivo, que está vinculado con problemas de salud mental de base y con los nuevos modelos de producción de series que desde 2013 propuso Netflix, una plataforma en que los materiales son descargables por temporadas completas y la espera ya no es parte del juego.

Por qué, por qué

Como todo producto cultural, las series y sus personajes pueden analizarse desde muchas áreas de la ciencia.

Desde el análisis de una ciencia cultural, la semiótica visual, el académico Robert Kubey ha indagado en el asunto en otro acercamiento, y apuesta desde 2015 por explicar la adicción.

Ráfagas visuales, altas dosis de sexo y violencia, control sobre la atención y el afán de cortar el capítulo siempre cuando viene la mejor parte, parecen ser para este especialista los detonantes de la seriefilia.

Las ráfagas son la técnica de pasar de una escena a otra de manera rápida, o dentro de la misma escena ir cambiando el plano de vista. Este efecto hace que en nuestro cuerpo se active el llamado «sistema reflejo» que hace que reaccionemos a los movimientos espontáneos que nos rodean. Además, le da un impulso a la dopamina a nivel cerebral, pues interrumpir una escena en el momento álgido nos deja deseando conocer ya el desenlace, o sea, juega con la zona de estímulo y gratificación de nuestro cerebro, la misma en la que se generan las adicciones.

Esa misma área es estimulada con las escenas de morbo: las de sexo y violencia. Como son reacciones muy básicas, responder visualmente a este tipo de contenidos es muy fácil. Es triste ver cómo, incluso en el caso de buenos guiones, como los de Juego de Tronos, apuestan por intercalar escenas sexuales y violentas, y a veces innecesarias para la historia, por su poder adictivo.

¿Adicto o no adicto?

Si bien el tema de las adicciones siempre dispara las alertas, no debemos ser fatalistas como tendencia. Lo cierto es que ver series con un estilo de consumo apropiado puede ser beneficioso. Así lo han indicado también estudios como el que analizó el efecto de las series vistas en pareja.

El resultado del análisis de sicología social publicado en el Journal of Social and Personal Relationship argumenta que el binge watching favorece el vínculo amoroso: «Compartir experiencias con la pareja es esencial para profundizar la relación y fomentar el afecto y la intimidad», afirmaban sus autores.

Básicamente, según siquiatras y sicólogos, uno puede ser adicto a casi cualquier cosa. No se trata del objeto del deseo, sino de la persona y su tendencia a llenar un hueco emocional con algo que no logra compensarle, que se vuelve demasiado necesario y altera sus ciclos vitales ordenados.

Según un informe de Netflix, pareciera que las series pueden convertirse en ese motivo de adicción: según datos de 2016 unos 8.4 millones de usuarios habían elegido maratonear alguna serie en una noche. Entre 2013 y 2016 la cantidad de personas que termina una temporada el día de su lanzamiento creció más de 20 veces.

No es necesario crear muchas nuevas teorías, se trata de las mismas bases del estudio de las adiciones, pero con un nuevo objeto de consumo.

Así que tal vez sería buena idea trabajar en las ansiedades de base, o en la falta de proyecto de vida que a veces ignoramos antes de volverse adicto a una serie. Con ellas se vale disfrutarlas, compartirlas y sentirnos relajados un rato con tanto buen personaje y guion de lujo, pero cuando estés perdiendo horas de sueño, o sientas que hay un vacío que no logras llenar si no estás viendo una serie, tal vez sea hora de considerar el modo en que las consumes.

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