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Por dónde anda la caminata espacial

Cuando se cumplen 50 años del primer alunizaje, la carrera espacial se enfoca de nuevo en la Luna

Autor:

Iris Oropesa Mecías

Hace ya medio siglo del pequeño paso del hombre en la Luna. Aquel 20 de julio las palabras de Neil Armstrong confirmaban que se trataba sin duda de un salto para la humanidad. Pero lo que no revelaban eran las subtramas políticas que suelen marcar los grandes hitos científicos.

En esas segundas lecturas, los tiempos de rivalidad entre las potencias estadounidense y soviética quedaban implícitos. Para gozo de los aficionados a la ciencia y de los astrónomos, el objetivo científico de Apolo estaba cumplido. La conquista espacial quedaba abierta a superiores esferas y nunca más quedaría cerrada. Y la verdad, tan solo por aquella icónica imagen de la tierra vista desde la Luna había valido la pena el inmenso proyecto que fue Apolo 11.

Pero igualmente, la carrera espacial seguiría dependiendo de fuerzas externas a la ciencia, y persistiría como una marca de superioridad política y económica.

Ahora, medio siglo después, se siguen mezclando intereses tras ella, pero, por suerte, esta no se detiene. Y como esta sección trata de los avances y no del pasado, pero sabe respetar las grandes fechas, vamos a homenajear la caminata espacial de Neil Armstrong revisando brevemente por dónde anda la carrera del espacio en nuestros días.

Chao, Luna; Hasta Marte

Las metas espaciales suelen funcionar como la bandera en la montaña del oro. Quien más lejos marca su estandarte, más poder demuestra.

Por eso, tal vez ahora la Luna ya no parece «suficientemente» atractiva como el final del camino, y la meta final comienza a recaer en el planeta rojo.

De hecho, la próxima misión espacial de Estados Unidos será usar la Luna como parada intermedia para probar fuerzas hacia la búsqueda de un viaje a Marte.

El objetivo de la potencia norteamericana es nada menos que enviar una misión espacial a

la Luna para crear una base allí antes de 2030, aun cuando ni siquiera la nave ni la cápsula están listas, algo que los analistas en el tema consideran una quimera.

Donald Trump ha pedido 1 600 millones de dólares al Capitolio, ha despedido a directivos de la NASA y ha autorizado que esta colabore con empresas privadas para acelerar la misión, bautizada como Artemis. El propósito es

crear una colonia en la Luna para realizar experimentos científicos

y de habitabilidad entre 2024 y 2028. Y después, plantar la bandera estadounidense en Marte.

«El objetivo es llevar a una mujer y un hombre a la superficie de la Luna en 2024 y construir una estación espacial lunar en 2028. Los primeros lanzamientos de prueba comenzarán el próximo año y en 2022 haremos el primer viaje tripulado, pero solo para orbitar la Luna y regresar», explica Toni Carro, representante de la NASA en España.

«En realidad todo esto es parte del camino hacia Marte. Vamos a la Luna para ganar experiencia con empresas privadas y socios internacionales en vuelos de larga duración y para desarrollar protección adecuada a la radiación para los astronautas. Si todo va bien llegaremos a Marte en los años 30 de este siglo», afirma Carro a BBC.

Del otro lado de ese pulseo entre grandes potencias se halla esta vez China, enfocada en lograr su propia estación espacial, y que en enero de este año lograra con la misión Chang-E su histórico alunizaje en la cara oculta del satélite.

En esa ocasión, el país asiático consiguió alunizar su módulo en uno de los mayores cráteres en ese satélite, el Von Kármán, de 186 kilómetros de diámetro, y que a su vez está dentro de la cuenca Aitken, uno de los cráteres de impacto más grandes del sistema solar, con más de 2 000 kilómetros de diámetro. Un verdadero salto en la carrera espacial.

Europa sólo quiere caminar

Europa es el otro bloque potente de esta carrera que necesariamente pasa por el poderío económico. Es un fuerte colaborador de Estados Unidos en el proyecto de la base lunar, junto a Rusia, Canadá y Japón.

Empresas europeas trabajan en el desarrollo de componentes de la futura estación lunar. Además, la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) también estudia cómo extraer agua y oxígeno en la Luna, como parte del verdadero proyecto de fondo que hay tras la idea de una base lunar: la aldea de la luna.

Aldea lunar: La verdadera meta

Lo que verdaderamente hay tras la idea de una Luna como parada hacia el planeta Marte es el proyecto de una aldea.

El director general de la ESA, Johann-Dietrich Woerner, defendía el concepto de Moon Village a mediados del año 2015 ante la comunidad científica reunida en el 66to. Congreso Internacional de Astronáutica (IAC), organizado en Jerusalén.

«La idea está sobre la mesa», declaró entonces a la AFP Franco Bonacina, portavoz del director general de la ESA. «Pero todavía no existe un documento que describa el programa».

«La expresión “Aldea Lunar” no quiere decir que se vaya a construir en la Luna un pueblo con escuelas, iglesias y casas», aclaraba entonces.

 «Es un concepto que prevé una participación internacional para realizar misiones diversas y variadas en la Luna, tal vez en el lado oscuro. Las instalaciones no tienen por qué estar concentradas en un solo lugar».

Entre los rasgos particulares del proyecto estaban no solo la colaboración de potencias internacionales, sino también que la construcción de esta aldea estuviera en su primera etapa a cargo de robots, y en segundo lugar, la explotación de minerales en los que la Luna es rica para autoabastecer las obras, o bien otros fines en la Tierra. Se trataría de la primera explotación minera de la Luna.

«La Luna contiene además minerales como titanio, hierro o aluminio y una presencia abundante de helio-3 proveniente del viento solar», explicó al diario El País Javier Ventura-Traveset, portavoz de la ESA en España.

«Este isótopo ligero, según indican algunos expertos en fusión nuclear, podría potencialmente convertirse en un combustible

ideal no contaminante. Además, hemos terminado un acuerdo con la NASA confirmando que además de participar en las misiones Artemis 1 y Artemis 2 de acceso a la órbita lunar, Europa participará también en la misión Artemis 3 en 2024», señala.

Otro particular de la carrera espacial de este siglo es que además de una mayor colaboración entre bloques de potencias políticas, se reflexiona más sobre conceptos necesarios como el de la democracia del espacio, que buscan descentralizar el poder sobre espacios como la Estación Espacial Internacional y cada uno de los proyectos espaciales.

La presencia de países como las naciones en vías de desarrollo en el lanzamiento de sus propios satélites, o incluso la emergencia de algunas como India, que pretende enviar su propia misión al satélite natural de la Tierra, añaden matices que sin duda no estaban presentes cuando hace 50 años Armstrong pisaba la Luna. Tal vez ahora sí se trata de un paso de humanidad, o al menos, de un poco más.

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