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La misteriosa carroza del amor

Bajo la capa de cenizas del Vesubio emerge hoy un carro romano que cuenta una historia de amor en Pompeya

Autor:

Iris Oropesa Mecías

Civita Giuliana es una de las villas romanas que se conservan al día de hoy y que vive esa extraña doble «magia» de Pompeya. La capa de cenizas que resultara de la erupción del Vesubio cubrió con un abrazo a la vez destructivo y protector los caminos romanos de entonces. Y en sus escondrijos, ocultó para nosotros objetos del pasado que de otro modo no habríamos podido observar.

A principios de este año uno de esos objetos salió a la luz, gracias a las escobillas de un equipo investigativo, y nos ha lanzado muchas respuestas y tal vez más hechizantes preguntas sobre el amor, las bodas, las relaciones de poder de la vida romana.

Se trata de una carroza que perteneció a una familia de alto rango en el imperio, que ha tenido que sobrevivir no solo al paso del tiempo y el olvido. Como en Italia los saqueadores tienen cultura de la antigüedad, cada hallazgo en ese sitio había sufrido la «visita temprana» de los pícaros. Pero esta vez la historia es otra. Los arqueólogos han llegado antes a marcar bandera, y aseguran que esta joya del pasado es como ninguna otra descubierta en Pompeya. ¿Será que exageran?

El secreto de una boda pompeyana

Massimo Osanna, responsable de la excavación y director saliente del Parque Arqueológico de Pompeya, afirma que este pilentum (un tipo de carroromato) es muy especial. El especialista en arqueología asegura, citado por National Geographic, que «solo se puede comparar con una serie de carros encontrados hace 15 años en una tumba de Tracia» —en la frontera entre Grecia y Bulgaria—; entre estos se encuentra uno «muy similar» a este, pero que no está decorado como el que hoy se desentierra.

«Este es un hallazgo extraordinario que aumenta nuestro conocimiento del mundo antiguo», dijo Massimo Osanna, director del yacimiento de Pompeya en una nota de prensa.

Este pilentum recuperado en Pompeya se destaca por su decoración y su buen estado de conservación: presenta una serie de relieves de tema abiertamente erótico que sonrojarían a más de uno y hay rastros de los cojines, de las riendas y de espigas de grano que se encontraban en el asiento.

Además de la emoción de imaginar por qué este carro iba adornado con imágenes de sexualidad y amor, estas son pistas importantes que dividen a los expertos entre dos ideas posibles y dos divinidades antiguas: una hipótesis es que fuera a servir para una ceremonia religiosa, probablemente dedicada al culto de Ceres —la diosa de la tierra y la agricultura según el culto latino— o que estuviera más bien relacionada con Venus (diosa del amor), lo que explicaría las escenas eróticas.

Osanna señala que en Pompeya se oficiaban ritos conjuntos para ambas diosas, que representaban para los romanos la fertilidad, y que «se puede pensar que en la villa vivía una sacerdotisa de estos cultos».

La otra posibilidad, que se considera incluso más probable, es que la carroza hubiera sido preparada para una ceremonia nupcial y que, en tal caso, las espigas de grano serían un augurio de fertilidad.

Esta hipótesis es sostenida por el hecho de que en los establos de la villa se encontraran los restos de tres caballos, sepultados junto con los habitantes de la casa durante la erupción que destruyó la ciudad; uno de los animales tenía unas bridas colocadas que indican que estaba a punto para salir o bien que acababa de regresar.

Sobre los posibles propietarios de la «carroza del amor», Osanna sostiene una hipótesis: seguramente un general o funcionario militar del más alto rango haya sido el dueño, puesto que las bridas del caballo eran de tipo militar. Más concretamente, es probable que perteneciera a la familia Mummii, detalla a Nat Geo, ya que en uno de los muros de la villa está escrito el nombre Mummia y las mujeres romanas no tenían nombre propio como los hombres, sino que llevaban el nombre en femenino de la familia a la que pertenecían.

Probablemente algún joven de esta poderosa familia iba a contraer nupcias cuando el evento volcánico literalmente enterró su proyecto matrimonial, y lo conservó para siempre hasta su descubrimiento, hoy. También se arriesga la hipótesis preliminar de que ya se transportaba a la recién casada a su nueva casa, pues el pilentum solía ser de exclusivo uso femenino. ¿Cuánto más de amor petrificado hallaremos en Pompeya?

Amor, historia… y saqueo

La villa de Civita Giuliana ha vivido no solo aquellas historias de bodas, festividades al amor y horror de la erupción del Vesubio, sino que con el paso de los años, ha sido escenario de saqueos sistemáticos que la han despojado de tesoros históricos guardados en la capa de cenizas.

Se han sucedido las excavaciones clandestinas que han terminado muchas veces con el robo de piezas arqueológicas de gran valor y han impuesto a los arqueólogos especializados en esta ciudad una especie de celo oculto por llegar primero a los hallazgos.

En esta ocasión también hubo quienes intentaron hacerse con la carroza del amor, quienes han sido atrapados y han quedado en libertad con cargos; uno de ellos vive en las inmediaciones del lugar de la excavación, lo que ha llevado al equipo arqueológico a acelerar los trabajos para evitar que más objetos fueran robados, ya que para recuperarlos antes hay que liberarlos de los escombros volcánicos que los cubren.

El pilentum estaba decorado con escenas eróticas muy explícitas, al relieve. Fotos: National Geographic

La carrera de los arqueólogos del área se complica aún más porque deben apurar el paso de sus extracciones sin dañar piezas que han sido resguardadas durante siglos, muchas de las cuales deben desenterrarse con métodos en extremo cuidadosos, y muchas veces por medio de moldes de yeso, para preservar su integridad.

Los arqueólogos dicen que los esfuerzos para recuperar la carroza llevaron semanas después de que se descubriera en una excavación el 7 de enero. Los frágiles materiales requirieron un particular cuidado y técnicas especiales.

Dario Franceschini, ministro de Cultura de Italia, afirmó que Pompeya «continúa asombrándonos con sus descubrimientos y seguirá haciéndolo por muchos años, con más de 20 hectáreas por excavar aún». Habrá que darle la razón, quién sabe cuántas otras historias de amor, desamor, muerte, ritos y vida, a fin de cuentas, puede resguardar todavía el abrazo ceniciento de Pompeya. Es tarea de los arqueólogos seguir llegando antes que los ladrones para rescatarnos esas historias del antiguo imperio romano que nunca nos cansarán.

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