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Gordura es ¿hermosura?

La obesidad infantil suscita especial preocupación en la comunidad científica, pues puede anular muchos de los beneficios sanitarios que han contribuido al aumento de la longevidad en el mundo

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

¿Cuántas veces no celebramos la hermosura de ese niño regordete, con las medias apretadas en las pantorrillas y sus roscas visibles en sus brazos? ¿Qué decimos cuando vemos a una niña delgadita, con pinzas en su ropita para lograr que le ajuste la talla?

Patrones culturales, no solo en Cuba, nos llevan a asociar gordura con hermosura en edades tempranas, sin percatarnos del peligro que para la salud representa ese sobrepeso en la infancia. Ignoramos además, en no pocas ocasiones, que luego ese niño o niña puede sentirse sicológicamente muy vulnerable al ser blanco de burlas y comentarios hirientes.

La obesidad tiene consecuencias físicas y sicológicas para la salud durante la infancia, la adolescencia y en la edad adulta. Los especialistas aseguran que es causa directa de trastornos de salud en la infancia, en particular complicaciones gastrointestinales, osteomusculares y ortopédicas, además de la apnea del sueño.

La manifestación temprana de enfermedades cardiovasculares y de la diabetes de tipo 2, así como las afecciones afines de esas dos últimas enfermedades no transmisibles, se relacionan también con la obesidad.

¿Cuántas veces padres, abuelos y tíos han pensado en esas alertas médicas cuando les compran pizzas y refrescos gaseosos a sus niños? ¿Por qué no les incorporan en sus dietas más frutas y vegetales? ¿Acaso no saben que tenerlos durante horas frente a la computadora o el televisor les adormece el interés por realizar actividades físicas, más saludables para su organismo?

Peligro anunciado...

Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por las Naciones Unidas en 2015, la prevención y el control de las enfermedades no transmisibles se consideran prioridades básicas. Entre los factores de riesgo para estos padecimientos, la obesidad suscita especial preocupación, pues puede anular muchos de los beneficios sanitarios que han contribuido al aumento de la longevidad en el mundo.

Tener sobrepeso o ser obeso desde edades tempranas toma proporciones alarmantes en muchos países y supone un problema grave que se debe abordar con urgencia. Lamentablemente los progresos en la lucha contra la obesidad infantil han sido lentos e irregulares, pues de alguna manera las costumbres y culturas de cada nación inciden en ello.

En 2016 se reportaban 41 millones de niños menores de cinco años con sobrepeso u obesidad, de los cuales el 48 por ciento vivía en Asia y el 25 por ciento en África. Más de 340 millones entre cinco y 19 años ya padecían de esta epidemia.

Dos años antes la Directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) constituyó una comisión de alto nivel para poner en marcha una respuesta integral a la obesidad infantil, integrada por 15 personas eminentes y cabales de diversa procedencia profesional y geográfica.

Tras mantener consultas con más de cien Estados miembros de la organización y examinar casi 180 comentarios en línea, la Comisión elaboró un conjunto de recomendaciones para combatir con eficacia la obesidad en la infancia y la adolescencia en diferentes contextos mundiales.

La comisión celebró cuatro reuniones en julio de 2014, enero, junio y noviembre de 2015, y luego de consultas regionales y análisis el informe consultado se presentó ante la OMS en 2016.

La preocupación mayor se deriva de constatar que se subestima la obesidad infantil como problema de salud en aquellos entornos en los que por razones culturales se considera a menudo que un niño con sobrepeso es un niño sano, lo que incide en su exposición a un entorno malsano, también denominado obesogénico, en el que abundan alimentos ultraprocesados de alto contenido calórico y bajo valor nutricional que son baratos y fáciles de conseguir.

Abunda el informe que la exposición a esos entornos va en aumento tanto en países de ingresos altos como en los de bajos y medianos y en todos los grupos socioeconómicos, pues es un denominador común también el descenso en la actividad física para los desplazamientos o en los juegos, lo que ha desembocado en un desequilibrio energético.

Insisten los especialistas convocados a esta comisión que se han reducido las oportunidades de participar en actividades físicas en escuelas y otros lugares y ha aumentado el tiempo dedicado a actividades de recreo sedentarias y que suponen estar frente a una pantalla, en la mayoría de los casos.

Concluyen los científicos que la prevención y el tratamiento de la obesidad exige un enfoque en el que participen todas las instancias gubernamentales y en el que las políticas de todos los sectores tengan en cuenta sistemáticamente la salud, eviten los efectos sanitarios perjudiciales y de ese modo mejoren la salud de la población y la equidad en el ámbito sanitario.

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