Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los Soprano, la leyenda

Con el estreno de esta creación de David Chase se inició, definitivamente, una nueva época de oro para este tipo de realizaciones concebidas para la pantalla doméstica

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Me pasó lo mismo con Los Soprano (The Sopranos) que con Breaking Bad, Damages, Downton Abbey, Mad Men, Dexter, La buena esposa, Juego de tronos: me obligó a hacer maravillas eliminando lo que menos me duele para dejarla que siguiera ocupando un espacio «muerto» en mi disco duro. Lo admito: no me he querido desprender de ella, como seguramente les ocurre a aquellos que se esfuerzan por darles seguimiento a sus intensos capítulos, creyendo que se «castigan» con gozo los lunes, miércoles y viernes, cuando en verdad esta notable producción de HBO empieza a quitarnos el sueño a partir de la primera hora de la madrugada de los martes, jueves y sábados de Cubavisión.

Sin dudas ese canal que «va por todos» se anotó un buen tanto este verano captando esa audiencia que adora los dramatizados seriados proponiéndonos esta entrega (aunque sea retransmisión), la cual, como ya se ha dicho, significó el resurgir de una cadena que a finales de la década del 90 del pasado siglo había perdido el rumbo. Con el estreno de esta creación de David Chase se inició, definitivamente, una nueva época de oro para este tipo de realizaciones concebidas para la pantalla doméstica.

La verdad es una: Chase, quien hasta ese momento no había conseguido mucho más que materializar los diez capítulos con que contó Almost Grown, le dio, con Los Soprano, la patada a la lata o, para ser más exacto, al cofre de los premios de la industria que no pudieron resistírseles: en total sumaron 106 reconocimientos, incluyendo 21 Emmys y cinco Globos de Oro, gracias a la historia que el guionista, director y productor estadounidense ideó sobre una familia italiana, cuya cabeza, Tony Soprano, no siempre era capaz de sostener bien atados los hilos para mantener a los suyos en casa bajo control con la misma eficacia con que conducía los pasos de la mafia en Nueva Jersey.

Por supuesto que a esas alturas de 1999 no eran en lo absoluto nuevos los argumentos inspirados en las «bajas pasiones» de los capos del crimen organizado. Para esa fecha, el séptimo arte ya hacía rato había rodado obras maestras defensoras del género gansteril: desde la trilogía El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972-1974-1990) hasta otros largometrajes que contribuyeron a afianzar aún más las carreras de sus brillantes directores, al estilo de Érase una vez en América (Sergio Leone, 1984), Scarface y Los intocables de Eliot Ness (Brian De Palma, 1983 y 1987), El honor de los Prizzi (John Huston, 1985); y Uno de los nuestros y Casino (Martin Scorsese, 1990 y 1995).

Tampoco la fama responde al hecho de que haya sido pionera del tema en la pantalla doméstica. Ahí permanecen en el recuerdo de muchos, obras anteriores como Los intocables (The Untouchables), que American Broadcasting Company transmitió entre 1959 y 1963; Historia del crimen (Crime Story), emitida por NBC en dos temporadas desde 1986 a 1988; y Corrupción en Miami (Miami Vice, 1984-1989) que, con el sello de Chuck Adamson y Gustave Reininger, Michael Mann —su productor para esta última cadena— luego llevó al cine.

Lo innegable es la fascinación que este género ejerce sobre el gran público, ya sea a través de las películas, de las series o de los documentales. Si algo no pierden de vista sus guionistas es cuán complejos somos los seres humanos; que hasta los más puros cargan con sus oscuridades. Ello explica por qué nos seducen de esa manera estas producciones protagonizadas por personajes que asesinan, extorsionan, sobornan, trafican ilegalmente..., cuyos actos deberíamos repudiar, condenar y, sin embargo, nos descubrimos frente al televisor debatiéndonos entre el bien y el mal, hechizados ante el carisma, la gracia, la inteligencia, la audacia, que con frecuencia los caracterizan, deseando que logren esquivar el peso de la ley.

Con Tony Soprano ese encanto se elevó a la enésima potencia. En el modo como se diseñó ese inolvidable personaje (y todos los demás que lo acompañan) y en la defensa extraordinaria que de este hiciera su fabuloso intérprete, James Gandolfini, radica parte importante del secreto del éxito de Los Soprano. También que con sus seis temporadas y 86 capítulos haya inaugurado el mundo al culto a las series; y que no exista una lista para elegir las series más sobresalientes en las que no clasifique.

Si después vinieron verdaderas maravillas audiovisuales al estilo de The Wire (2002) —altamente revalorizada con los años y considerada por muchos como la mejor de todos los tiempos—, Narcos (2015), Sons of Anarchy (2008), Gomorra (2014), Boardwalk Empire (2010), Peaky Blinders (2013), El padrino de Harlem (2019)..., fue porque antes hubo un novedoso drama que acudió sin complejos a un más que eficaz humor negro, que tiene como centro a un hombre violento y poderoso, quien para poder lidiar con sus dos familias: la de sangre y la de alma, tiene que dejar a un lado el «honor» y acudir a la doctora Jennifer Melfi (Lorraine Bracco), la siquiatra que le ayudará a convivir con sus viejos traumas y crecientes ataques de ansiedad.

Y es que Tony no entiende qué lo estresa más, si cargar sobre sus hombros con los crímenes que lo aseguran como el jefe de jefes; o enfrentarse a las presiones de Carmela (Edie Falco), esa esposa a quien parece estar unido más por interés que por amor; a Meadow (Jamie-Lynn Sigler) y Anthony Junior (Robert Iler), esos hijos que atraviesan edades tan difíciles y con los cuales no acaba de entenderse; a Livia (Nancy Marchand), la madre viuda y experta en manipulación; o a su hermana Janice (Aida Turturro), quien no se queda atrás en esas artes de jugar con las emociones de los demás.

Mil veces se podrá apreciar Los Soprano, y mil veces habrá que decir que el inmenso James Gandolfini vivió para entrar en el olimpo de los actores más grandes por este envidiado papel. Tony Soprano fue interpretado en estado de gracia de principio a fin por un actor de pura emoción, de esos que hablan con los ojos y erizan la piel. La lamentable muerte, en 2013, de quien naciera justo en Nueva Jersey, hace casi 60 años, vino a corroborarnos que, en lo artístico, quien comenzara su carrera en los teatros de Nueva York y debutara en Broadway en 1992 en el montaje de Un tranvía llamado deseo al lado de Jessica Lange y Alec Baldwin, llegó al mundo para hacer creíble y adorable a este tipo de malos sentimientos, acomplejado y depresivo, y a su vez lleno de miedos y problemas existenciales; a un tipo duro, pero vulnerable, tan semejante al más común de los mortales.

Así, Tony Soprano se convirtió en el antihéroe masculino por antonomasia, mientras Los Soprano, con sus tramas más que auténticas y magníficamente urdidas, mostró por vez primera lo que podía significar la grandeza en una producción televisiva. Nunca antes la televisión se había parecido tanto al cine en su estética, en su puesta en escena y guiones sobresalientes, en su banda sonora de manual, en su estructura impresionante.

Inolvidable sería para la mayor parte de los más de 20 millones de televidentes (cifra escalofriante para la época) que aquel 10 de junio de 2007 se comían las uñas en casa mientras aguardaban el final de un último episodio que se alargó más de los 50 minutos acostumbrados. Pero ocurrió que la pantalla quedó en negro por diez segundos para luego dar paso a los créditos, sin dejarles del todo claro a aquellos que había mantenido en vilo durante tanto tiempo, qué iba a suceder con el hombre que gustaba advertir a sus víctimas que: «La próxima vez no habrá próxima vez».

David Chase se las había hecho buena, pensaron, sin siquiera imaginar que, 14 años después, el showrunner les traería un regalo como retribución por tanta fidelidad: la película que escribió para rendirle homenaje a esta serie de referencia. Se titula The Many Saints of Newark: A Sopranos Story, narrará la juventud de Tony Soprano y será estrenada el venidero octubre, con el descendiente directo de James Gandolfini, Michael Gandolfini, en el rol principal. Como se suponía, el entusiasmo de los seriéfilos ha sido grande, porque se trata de la precuela de una obra de arte, de una serie que ellos mismos le dieron la categoría de «leyenda».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.