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¡¿En cueros?!

Con ropas o desnudo, lo que sí debe caracterizar siempre al ser humano es el respeto por los demás, el cuidar no herir sensibilidades ni ofender.

Autor:

Carlos Alejandro Rodríguez

Autoridades de Varsovia, la capital polaca, han debatido recientemente si legalizan o no el uso de una playa pública para bañistas que prefieren darse el chapuzón como vinieron al mundo.

De un lado pesan las quejas de vecinos a orillas del litoral, que no quieren ver tal espectáculo desde sus hogares, y del otro el reclamo de quienes desean respaldo legal para practicar el desnudo lejos de la vista de curiosos y detractores.

Pero Varsovia no es la excepción. En varias ciudades del mundo crece este fenómeno: playas, maratones ecologistas y hasta hoteles donde se prohíbe la participación o entrada si no estás desnudo.

También Brasil, Venezuela, Chile y Argentina cuentan con playas donde el asunto no es de opción: si estás vestido no te bañas, pero en otros parajes turísticos del área (sobre todo en el Caribe) se percibe el influjo de esta conducta a través de desnudos parciales, que sin proponérselo despiertan cierto sobresalto en la poco acostumbrada población latina.

Ni tan nuevo ni tan superficial

Investigaciones arqueológicas han demostrado que el nudismo para tomar baños de sol se practica desde la antigüedad. Babilonios, asirios, griegos y romanos fueron los primeros.

En los tiempos modernos, el auge del nudismo renació en 1906, cuando el intelectual alemán Richard Ungewitter publicó Die Nacktheit (La desnudez). Desde entonces los reclamos de los defensores de este estilo por el respeto a su forma de vida han llegado incluso hasta la sede de los Derechos Humanos en Naciones Unidas.

En muchos casos el nudismo se asocia con el naturismo, cuando sus practicantes lo combinan con la defensa de la naturaleza. Desde 2004 se celebra la denominada Vuelta ciclista mundial de nudistas, que ha involucrado a 70 ciudades del mundo para abogar por el desarrollo de una conciencia ambientalista y criticar la dependencia de la sociedad de estilos de vida que generan contaminación.

La última fue en 2008, en la ciudad de Saint Louis, Missouri, los Estados Unidos. Esa vez la policía exigió a los manifestantes llevar al menos un mínimo de ropa: tangas, trajes de baño o cuando menos pintura en el cuerpo, pero siempre hubo quien sacó el pie y se presentó ¡sin nada!

También el arte ha recibido su cuota de desnudez: numerosas pinturas y esculturas, antiguas o contemporáneas y bajo el sello de estilos diversos, exaltan la belleza de cuerpos desnudos, sin importar edad, color o proporciones.

La fotografía se ha acercado al tema con diversos propósitos, no solo estéticos. El norteamericano Spencer Tunick alcanzó fama con sus instantáneas de grandes grupos de personas desvestidas. Su carrera, criticada al punto del arresto, se hizo mucho más popular con su gira Naked States (Estados desnudos) por todos los Estados Unidos, que más tarde llegó a otras ciudades del orbe.

Tunick logró fotografiar a 70 000 personas que se desnudaron sin prejuicios en la Plaza del Zócalo, México, marcando esa vez un récord mundial. Entre sus obras sobresalen célebres fotos de desarropados en los gélidos glaciares, a modo de denuncia contra la irracional explotación de los recursos naturales, causa del cambio climático. «Ni el hielo es tan frío ya», protestaban estos singulares ecologistas después de aquella hazaña.

Razones y estilos

Estos Adanes y Evas —todavía en el jardín del Edén— más allá de aprovechar el efecto tónico del sol y el aire defienden el nudismo como una filosofía que dicta quitarse las ropas cuando resulten innecesarias o cuando las condiciones atmosféricas no las requieran.

Según ellos, la vergüenza de las sociedades civilizadas ante el desnudo se afinca en siglos de condicionamiento moral y da origen a problemas psico-emocionales como falta de autoestima, pobre autoimagen corporal y morbo sexual.

Vale señalar que la mayoría de los nudistas, al «librarse» del sentimiento de pudor ante el desnudo, adquieren una mayor seguridad personal y una nueva apreciación de la belleza y la dignidad del cuerpo humano, refieren varios sitios en Internet dedicados al tema.

Como ventaja adicional, se asegura que al deponer cualquier interés por la moda tales individuos eliminan el estrés que las «tensiones por el buen vestir» causan a tantos.

Sus detractores los acusan de indecentes y exhibicionistas, pero la defensa asume el hecho de que permanecer sin ropas es un hecho ajeno a cualquier connotación sexual. Lo insano, dicen, es estar vestidos, porque eso atrae sobre el cuerpo un manifiesto deseo sexual, y la curiosidad se sabe cómplice de muchos vicios.

Con ropas o desnudo, lo que sí debe caracterizar siempre al ser humano es el respeto por los demás, el cuidar no herir sensibilidades ni ofender.

Cantores y poetas nos han llamado con su obra a desnudar el alma, a librarnos de la hipocresía cada vez mayor en este mundo donde los designios de los poderosos marcan falsos caminos, y a entronizar como nuestra mayor riqueza la transparencia del espíritu y los sentimientos.

Respetar preferencias, costumbres y filosofías de vida, sin tener que adherirnos a ellas, marca el camino del entendimiento entre los seres humanos.

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