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Hablar de sexo en casa: prevenir sin distanciar (II)

Para romper el hielo y hablar de temas incómodos, necesitas escuchar con interés y paciencia cualquier cosa de la que intenten hablarte

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Es bastante difícil no ser injusto con lo que uno ama.
Oscar Wilde

¿Se puede enseñar a los hijos a tomar buenas decisiones en materia de sexualidad? Por acá creemos que sí. A veces es difícil lograrlo desde el ejemplo personal, pero hasta de los errores ajenos se aprende, si en lugar de esconderse, esas emociones y experiencias contradictorias son analizadas en casa con espíritu de crecimiento y sano humor.

Claro, no puedes conectar con tu adolescente para hablar de sexo si te pasas la vida reprobando sus elecciones en cuanto a música, vestuario, hobbies o amistades. Tener criterios no significa criticarlo todo, y menos desde la innecesaria comparación con tu época, porque ninguna generación tiene los mismos desafíos, aunque en lo fisiológico el sexo sea igual.  

Para romper el hielo y hablar de temas incómodos, necesitas escuchar con interés y paciencia cualquier cosa de la que intenten hablarte. De hecho, a esa edad suelen dar rodeos para probar qué tan listos están los adultos para apreciar sus puntos de vista sobre tecnología, ideología, arte, deporte, ciencia… así construyen sus marcos de referencia abstracta para constituirse como individuos integrales.

Entonces, aprovecha cada momento. Como decimos en nuestros espacios, el sexo pega con todo, y se puede llegar al tema desde la casualidad de cualquier programa televisivo, canción, suceso del barrio o tarea rutinaria, siempre con naturalidad, interpretando bromas, metáforas… todo lo divertido de ser seres sexuados más allá de los cuerpos.

También es importante la frecuencia y seguridad de ese tipo de charlas. No ayuda crear un ambiente solemne o angustioso para explicar (si es que hace falta) cómo se hacen los niños, declarar amenazas y luego dar por cerrado el asunto.

El conocimiento sobre el acto reproductivo básico lo captan sin problema y sin miedo en dos palabras. Lo que necesitan saber no el cómo, sino cuándo, con quién, por qué y para qué los humanos intercambiamos fluidos con alguien más, y sus consecuencias buenas, antes que las malas, porque no tiene sentido prohibir o condenar lo que casi todo el mundo elogia y anhela hacer. Esa sería la mayor incoherencia, en tanto ese goce fue origen de sus vidas y sus vínculos filiales. 

Del sexo seguro se empieza a hablar en la preadolescencia, pero la primera seguridad no es la de los condones, sino la de los sentimientos y la autoestima. Que aprendan a vestir para sí, alimentarse con balance, descansar lo necesario, estudiar lo que les agrada, adquirir cultura… Si aprenden a hacer todo para sí mismos, no por complacer a otros, el placer sexual se suma a ese enriquecimiento.

Cuando les hablas de su higiene, de oler bien, de cuidar su dentadura, de tener el cabello saludable y a su estilo, les estás preparando para amar la imagen que ofrecerán a quienes les busquen después con un sentido erótico.

Es importante también hablar con sinceridad, sin reproches, e ir directo a lo que sea perentorio decir. Lo que te preocupa, asusta o disgusta, deben saberlo, pero también la causa de esas emociones, para trabajarlas juntos, así sean estereotipos sociales, traumas de tu pasado o dudas sobre su deber y madurez.

Elogia lo que haga bien con sus amigos, apóyalo en lo que te pida hacer al margen del grupo (habla de eso en cuanto puedas, sin juzgarlo) y crea el momento privado para decirle lo que no te gustó de su actitud y por qué.

Enséñalo a pasar cada decisión por los filtros de los valores familiares y sociales, el riesgo para su salud y la mirada jurídica, pues algunas conductas tipifican como delito y no lo saben, porque lo suyo es buscar adrenalina y aprender.

Si te hace una pregunta y no puedes responderla, admítelo, y pídele que te ayude a averiguar explicaciones alternativas en sus dispositivos electrónicos, para que, de paso, aprenda a no irse «con la de trapo» en las redes o internet.

Para ese diálogo no necesitas ser experto. Emplea lógica más que prejuicios, y construye alianzas, no jerarquías, porque a medida que crecen su vida será más suya, y la fuente de tu tranquilidad no estará en los límites externos, sino en su entrenado y resiliente autocontrol.

Aprende también a recibir consejos de tu adolescente, déjalo ponerse en tu lugar y experimenta con orgullo su crecimiento, un tema que veremos la próxima semana.

 

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