R.M.: Hace un año conocí a un chico del cual quedé prendida. Nunca tuvimos relaciones sexuales, porque no estaba dispuesta a entregarle mi virginidad a quien solo me veía como un objeto de placer. Un día desaparecí de su vida y no le afectó en nada. Creí que había superado esa relación, pero volví a verlo y regresó todo lo que sentía. Ahora solo tengo en la mente la idea de pasar una noche con él. Ya inicié mi vida sexual y no deseo dejar esta historia inconclusa. Nunca le pude hablar francamente. Siempre estoy buscando el mejor momento y van pasando los días. Él cree que me hago la interesante. Tengo miedo a pasar de dominante a dominada si se realizara ese encuentro. Tengo 22 años.
El buen momento depende de tu decisión de acercarte a él para disfrutar de la relación que sean capaces de construir, independientemente de su duración. Pero para disfrutar tu pasión, incluso en el caso de una sola noche, estás obligada a trascender la batalla imaginaria, devastadora y fútil entre ser dominante o dominada. Esta sería la primera decisión sobre la cual reflexionar.
Inferimos que eres tú quien se ha negado a la entrega debido a tus temores, por lo que supones, sin tener suficientes pruebas de parte de él. Los apasionados dominan cuando se hacen dominar y jamás tienen todo el dominio.
Toda la historia con él ha sido una lucha de tu parte por no sucumbir. Has entregado tu virginidad a otro sin lograr nada mejor. Él te inspira un deseo ante el cual te sientes sin un control que crees recuperar al alejarte. Pero el precio de la renuncia es alto. Tu deseo persiste. ¿Estás dispuesta a defenderlo, a realizarlo, a satisfacerlo? Define la respuesta con tus actos.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica y psicoanalista
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