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Los planetas se «mojan»

Recientes estudios sugieren que la existencia de planetas con agua como la Tierra puede ser más común de lo que se piensa, y que la posibilidad de encontrar vida en el espacio no es del todo descabellada

Autor:

Patricia Cáceres

El gran comunicador científico Carl Sagan dijo: «A veces pienso que hay vida fuera del sistema solar, de nuestro planeta; a veces pienso que nuestro planeta es el único que alberga vida… Sea cual sea la respuesta correcta, ambas son igualmente excitantes».

Desde que los terrícolas tuvimos conciencia del tamaño del universo, y de lo insignificantes que somos entre miles de millones de sistemas solares y galaxias, nos hemos preguntado si tendremos «vecinos» más allá de la atmósfera.

Ya sea en prestigiosos estudios cosmológicos y astrofísicos, como en libros, documentales o películas de ciencia ficción, es frecuente encontrar teorías —muy serias o imaginativas— en torno a esta interrogante, que casi siempre generan más preguntas que respuestas. Sin embargo, un reciente descubrimiento podría aportar algunas pistas para despejar tan controvertida nebulosa.

Al parecer, un equipo de astrónomos de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), liderado por Michiel Hogerheijde, profesor del Observatorio de la Universidad de Leiden, en Holanda, detectó por primera vez grandes cantidades de vapor de agua fría alrededor de los discos de polvo que envuelven a una estrella, la TW Hydrae.

Según el diario ABC, las observaciones sugieren que estamos ante la formación de un sistema solar que contiene una enorme reserva de hielo oculta, con la que se podrían llenar miles de veces los océanos de la Tierra.

Si bien con anterioridad los científicos habían encontrado vapor de agua caliente en los discos de formación planetaria más próximos a la estrella central, nunca se había comprobado su existencia en los límites más fríos y lejanos, donde surgen los cometas.

De acuerdo con ABC, a medida que este naciente sistema solar evolucione es posible que grandes volúmenes de agua lleguen eventualmente a nuevos planetas, una vez que los cometas que se creen en esa zona fría de los discos, «cargados» de hielo, impacten contra tierra, dando lugar a los océanos.

El estudio, publicado en la revista Science, sugiere que el fenómeno observado puede ser representativo de muchos otros sistemas estelares jóvenes. Si esto fuese cierto, indicaría que la existencia de planetas con agua, similares a la Tierra, puede ser más común de lo que se pensaba, y que la posibilidad de encontrar vida «allá arriba», por tanto, es un poco mayor.

Hartley 2 también es acuoso

Otro estudio de la ESA, publicado en la revista Nature, parece apoyar la hipótesis de que una gran proporción de agua de la Tierra llegó, precisamente, en cometas y asteroides cargados de hielo, que «bombardearon» nuestro mundo durante y después de su formación.

Tras analizar los datos obtenidos por HiFi, un instrumento del observatorio Herschel, de la ESA, los científicos encontraron en un cometa —específicamente en el famoso Hartley 2— la misma proporción de deuterio o hidrógeno pesado que existe en el agua de nuestros mares.

De acuerdo con BBC Mundo, otros seis cometas analizados por HiFi en los últimos años tienen una composición química muy diferente, lo que significa que cometas similares a ellos no pueden haber sido los responsables de gran parte del agua de la Tierra.

Los astrónomos creen que el Hartley 2 se formó en una parte del sistema solar diferente a aquella en que se formaron los otros seis, probablemente en el cinturón de Kuiper, un lugar plagado de cometas, que empieza cerca de Plutón y está 30 veces más lejos del Sol que la Tierra. Los otros proceden de la Nube de Oort, 5 000 veces más distante, en los límites de nuestro sistema planetario.

Más bombardeos cósmicos

Recientemente el telescopio espacial Spitzer, de la Agencia Espacial de Estados Unidos (NASA), detectó signos inequívocos de una lluvia de cometas en un sistema solar cercano al nuestro.

El extraordinario fenómeno recuerda lo que sucedió en nuestro propio sistema hace varios miles de millones de años, durante el llamado «Gran Bombardeo Tardío», que pudo haber traído el agua y otros ingredientes que formaron la vida en la Tierra.

El sofisticado telescopio consiguió vislumbrar un gran halo de polvo alrededor de una estrella cercana, llamada Eta Corvi, a unos 60 años luz. Según ABC, la composición de dicho halo coincide a la perfección con los restos que dejaría un enorme cometa tras su colisión con un planeta.

«Creemos tener evidencias directas de un “Gran Bombardeo Tardío” en curso en el cercano sistema de Eta Corvi, y en una época análoga a cuando algo así ocurrió en nuestro propio sistema solar», afirmó Carey Lisse, investigador del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad John Hopkins y autor principal del estudio.

Los astrónomos utilizaron los detectores de infrarrojo del Spitzer para analizar la luz procedente del halo de polvo alrededor de Eta Corvi, y observaron que la nube contenía hielo de agua, compuestos orgánicos y rocas.

Además, los componentes encontrados coinciden con los de una famosa roca de nuestro sistema solar, el meteorito Almahata Sitta, cuyos fragmentos cayeron en Sudán en 2008.

«Pensamos que este sistema debería ser estudiado con detalle para aprender más sobre las lluvias de cometas y de otros objetos cuyo impacto podría haber supuesto el pistoletazo de salida para la vida en nuestro propio mundo», enfatizó Lisse.

Galileo

El pasado 21 de octubre, a bordo de un cohete ruso Soyuz cargado con dos satélites, la Agencia Espacial Europea (ESA) puso en marcha el sistema de navegación Galileo. Se trata de un ambicioso proyecto aeroespacial de uso civil, que en un período de dos a tres años le hará competencia al Sistema de Posicionamiento Global de Estados Unidos (GPS).

Según EFE, el sistema constará de una «constelación» de 30 satélites en una órbita a 23 000 kilómetros de altura, lo cual supondrá una inversión total de más de 10 000 millones de euros.

Refiere la agencia que sus prestaciones supondrán un retorno a la «economía real» de 90 000 millones de euros, de acuerdo con el vicepresidente de la Comisión Europea, Antonio Tajani.

A diferencia del GPS, que opera bajo control militar, el sistema europeo se aplicará en ámbitos como la gestión del transporte, la sanidad, la agricultura y la pesca, así como en áreas menos generales, dígase la movilidad de las personas mayores u operaciones de búsqueda y rescate.

«Ya que el GPS es un programa militar, sus señales a menudo son disminuidas o apagadas, y aunque es gratuito no existen garantías de un servicio continuo y de calidad», dijo a BBC Ciencia, Francisco Javier Benedicto, director del proyecto.

Según el director, Galileo no competirá con el GPS, sino se espera que ambos trabajen bajo un acuerdo entre Europa y Estados Unidos, para lograr que los sistemas de navegación por satélite sean compatibles e «interoperables».

La tecnología de radionavegación funciona con la emisión constante de señales de radio codificadas desde satélites hacia un receptor en tierra. Esto permite que cualquier usuario determine su posición en un mapa o la ubicación de cualquier objeto estacionario o en movimiento.

«El porqué necesitamos un GPS en Europa está dictado por motivos tanto técnicos como políticos, socioeconómicos y estratégicos. Además de que ofrecerá un servicio garantizado y superior al GPS, va a ser un sistema que responda de forma directa a las necesidades de la región europea», puntualizó el funcionario.

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