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EL «oro negro» reaparece

La tecnología permite acceder hoy a recursos petrolíferos antes inaccesibles, evitándonos por ahora una estrechez mundial, pero arrastrándonos hacia una espiral de más contaminación y daños al planeta

Autor:

Juventud Rebelde

En el 2004 la Royal Dutch Shell reconoció tener menos reservas reales de petróleo de las que se suponían y que el ritmo de reposición de estas era inferior al de producción. Así se expresó también Exxon-Mobil al publicar en ese año su informe sobre Tendencias energéticas, emisiones de gases de efecto invernadero y energías alternativas. Exxon-Mobil dio a conocer por primera vez una gráfica que demostraba que las reservas planetarias de petróleo se estaban acabando. Parecía que se cumplirían los pronósticos sobre el pico del petróleo.

Mucho se ha escrito sobre la problemática del fin del petróleo barato. Abundan las reflexiones y estimaciones sobre el pico petrolero en revistas especializadas, libros e Internet. Sin embargo, de repente todo parece cambiar.

El anuncio de Brufau

En un discurso pronunciado en el xx Congreso Mundial de Petróleo celebrado en diciembre del 2011 en Doha, capital de Qatar, el señor Antonio Brufau, presidente de la compañía petrolera española Repsol, afirmó que «el debate sobre el peak-oil (pico del petróleo), por ejemplo, ha perdido en los últimos tres años una gran parte de su actualidad. La posibilidad de que se agoten los recursos petrolíferos explotables en condiciones comercialmente viables ha dejado de ser una preocupación a corto o medio plazo». Es obvio que el señor Brufau está bien informado en asuntos de los combustibles fósiles, luego, razones debió tener para hacer estas afirmaciones.

En su discurso el presidente de Repsol aseguró: «La tecnología ha puesto a nuestro alcance unas cantidades muy abundantes de nuevos recursos que nos permiten asegurar la disponibilidad de hidrocarburos». Ante estas aseveraciones podríamos preguntarnos: ¿Dónde están esos nuevos recursos petrolíferos? ¿Deberíamos alegrarnos de estas noticias? Según Brufau los recursos accesibles ahora serían los de aguas profundas y ultraprofundas, los del Ártico y los «recursos no convencionales». Sentirnos alegres o no por este anuncio es algo relativo. Si solo miramos al corto plazo poniendo énfasis en satisfacer las necesidades de hoy sin preocuparnos mucho por los problemas ambientales que originan los combustibles fósiles en su extracción, procesamiento, transporte y consumo, entonces esta es una gran noticia. Pero si atendemos a las alertas de los científicos que advierten que un aumento de la concentración de Gases de Efecto Invernadero (GEI) por encima de 450 ppmv (partes por millón por volumen) podría provocar cambios climáticos catastróficos e irreversibles, entonces la noticia de la existencia de estos nuevos recursos petrolíferos es aterradora.

Reservas y consumo

Según el informe BP Statistical Review of World Energy June 2012 de British Petroleum, una empresa petrolera del Reino Unido, al final del 2011 las reservas mundiales probadas del «oro negro» ascendían a 1 652,6 miles de millones de barriles, suficientes para cubrir la demanda de unos 50 años al ritmo de consumo actual de 88 millones de barriles diarios. El 48,1 por ciento de las reservas está en el Oriente Medio y más del 81 por ciento de las reservas probadas de petróleo pertenecen a naciones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Las reservas certificadas por la República Bolivariana de Venezuela superan los 296 mil millones de barriles y sitúan a ese país en el primer lugar mundial. Arabia Saudita y Canadá ocupan el segundo y tercer puestos; Arabia Saudita y la Federación Rusa son los países que más petróleo producen con 13,2 y 12,8 por ciento respectivamente del total mundial anual; EE.UU. es el primer importador mundial de petróleo con 510 millones de toneladas al año. EE.UU. y la República Popular China consumen cerca de la tercera parte del petróleo producido en el mundo. La OPEP satisface el 42,4 por ciento de la voraz demanda global del preciado mineral; dos terceras partes son devoradas por el sector del transporte.

Petróleo en Alta Mar y en el Ártico

Extraer petróleo de los fondos marinos no es algo nuevo ni está exento de riesgos de derrames, los cuales suceden con frecuencia y a veces alcanzan dimensiones catastróficas como el ocurrido en el 2010 al explotar la plataforma Deepwater Horizon en el Golfo de México. La diferencia ahora es que al aparecer nuevas tecnologías y haber una mejor comprensión de la geología de los fondos marinos, se puede perforar a grandes profundidades.

Cuba explora en su Zona Económica Exclusiva (ZEE) en el Golfo de México.

La explotación petrolífera en aguas profundas de la costa occidental de África, Brasil y otros sitios de la geografía global, crecerá en los próximos años. Los países que más pozos explotan en aguas profundas son EE.UU., Brasil y Angola.

El Círculo Polar Ártico, con un seis por ciento de la superficie terrestre, comienza en el paralelo 66° 33’ de latitud norte y en el concurren Canadá, Rusia, Estados Unidos de América y Dinamarca, país que administra la isla de Groenlandia. El Servicio Geológico de Estados Unidos estima que en dicha área existen 90 mil millones de barriles de petróleo, 47 billones de metros cúbicos de gas natural y 44 mil millones de barriles de condensados de gas natural técnicamente recuperables.

El Ártico tiene uno de los ambientes más hostiles del planeta y por eso el petróleo extraído de allí sería el más caro y difícil de obtener, con riesgos de que ocurran graves derrames. De acuerdo con expertos el 84 por ciento del petróleo del Ártico se hallaría en el mar. Un derrame de crudo en el Océano Ártico sería catastrófico y traería consecuencias desastrosas para el frágil ecosistema de esa región. Hay quienes aseguran que los planes de contingencia para derrames de gran envergadura que hoy existen, no funcionarán en el Ártico. ¿Entonces por qué empeñarse en sacar a todo costo el petróleo de allí?

Petróleo no convencional

En Qatar, Brufau dijo que los recursos no convencionales serán los de mayor trascendencia. Por suerte no habló de los «hidratos de metano» que cubren el lecho marino en muchos sitios en todo el mundo. Ejemplos de recursos no convencionales son los crudos extrapesados de la Faja del Orinoco en Venezuela, los esquistos de petróleo en Colorado, en EE.UU. y las arenas bituminosas de Alberta, en Canadá.

Por su alta densidad los crudos extrapesados no fluyen fácilmente, lo que entorpece su producción. Las emisiones de GEI asociadas a la producción de crudos extrapesados, superan a las de los petróleos convencionales en 15 y hasta 50 por ciento. Los esquistos petrolíferos, por su parte, son rocas con una alta proporción de una materia orgánica conocida como kerogeno. Sus recursos se estiman globalmente en tres billones de toneladas métricas, según afirmó en el 2007 el National Petroleum Council de Estados Unidos. De cada tonelada de mineral extraído se pueden obtener entre 10 y 25 galones de combustible. El estudio reconoce que los problemas ambientales asociados al petróleo de esquistos son complejos y no del todo comprendidos. A pesar de eso ya están siendo explotados al igual que el gas de esquistos.

Con reservas estimadas en 174 mil millones de barriles, Canadá es uno de los principales países productores y de mayores reservas de petróleo no convencional. Debajo de la superficie de la provincia de Alberta, en Canadá, existen enormes yacimientos de arena bituminosa, una mezcla compuesta en un 85 por ciento de arena, arcilla, lodo, y un 10 por ciento de petróleo extrapesado con alto contenido de azufre. Extraer petróleo de las arenas bituminosas de Alberta genera varias veces más emisiones de GEI que la producción convencional de petróleo y requiere usar entre dos y cinco barriles de agua por barril de petróleo producido. Para llegar a los yacimientos hay que afectar los grandes almacenes de carbono de Canadá que son sus suelos, bosques, turberas, y permafrost de su zona boreal en Alberta, transfigurando el paisaje en tierra arrasada.

«Es imperativo avanzar hacia un modelo energético con una menor intensidad en carbono. Está en juego la estabilidad climática del planeta, y es nuestra obligación ser parte de la solución», dijo el presidente de Repsol en Qatar. Y es cierto. Pero, ¿lo lograremos taladrando el lecho oceánico, destruyendo prístinos ecosistemas en busca de petróleo y emitiendo más GEI al quemarlos para saciar nuestra sed de energía? ¿Hasta cuándo se podrá seguir aumentando la contaminación? ¿No será más inteligente abandonar la adicción al petróleo y cambiar la matriz energética generalizando el uso de la energía solar en todas sus manifestaciones así como su uso pasivo?

 

* El autor es especialista de Cubaenergía y miembro de Cubasolar.

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