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No es por arte de magia…

Los conejos salen así como así, del sombrero de copa, solo en la fantasía de la prestidigitación. Pero cuidarlos, alimentarlos y reproducirlos para el consumo humano es empresa bien compleja y paciente, que solo conocen los cunicultores, o criadores de esos animalitos.

Bien lo sabe Rubén D. Águila, quien reside en Cuarta del Sur 29, en el central Perucho Figueredo, de Villa Clara, y es presidente allí de la Asociación de Criadores de Conejos. Él me escribe en nombre de todos sus colegas en el territorio, porque el disgusto por la desatención no desaparece así como por arte de magia.

Relata Rubén que ellos tienen contrato de venta con la empresa EGAME, que radica en la ciudad de Santa Clara y tiene un representante en el territorio. Mensualmente, la entidad les compra sus producciones, una parte en moneda nacional y otra en pienso.

Pero en los últimos años, denuncia el campesino, EGAME no está cumpliendo con los términos del contrato. El pienso que por puntos acumulan se les debe desde 2004, y no vislumbran esperanza alguna de recibirlo. Y el que deben recibir mensualmente, por cada kilogramo de conejo, se está demorando entre uno y tres meses. Por ejemplo, la venta efectuada el pasado 30 de agosto aún se les debía el primero de noviembre, cuando me escribió.

«Cada vez que nos dirigimos a los compañeros que nos atienden —manifiesta Rubén—, nos dan una respuesta diferente: no hay carro, el carro está roto, la fábrica está rota...».

El otro cuarto se alquila con los cheques bancarios: se demoran un mes y hasta dos. «De la venta efectuada el 30 de agosto, todavía hay productores que no han recibido los suyos, porque en tres ocasiones los han enviado, y han estado mal confeccionados».

Como si fuera poco, Rubén también sostiene que presentan problemas con la atención fitosanitaria. Tienen elevada mortalidad de conejos y desconocen las causas. Al mismo tiempo, la situación con los medicamentos es calamitosa: en tres años los han recibido en dos ocasiones y en cantidades menores.

Subraya Rubén con cierta tristeza que de los más de 20 criadores de conejos del territorio, ya solo quedan 12, y con la tendencia a que sigan dejando esa noble tarea. «Los compañeros se sienten defraudados y le han restado credibilidad a la empresa», sentencia con la claridad y crudeza que caracterizan al hombre de campo.

Una faceta más del incumplimiento empresarial con el productor individual —tan criticado en los últimos tiempos—, que no podrá resolverse con hechizos ni magias, sino con urgente rectificación.

La segunda carta la envía Elia María Monroy, vecina de calle 246, edificio 4508, apartamento 9, entre 45 y 51, en el reparto capitalino de San Agustín.

Elia abre una vieja herida con su queja: la ineficacia del sistema de venta de cerveza para bodas y fiestas de 15, establecido en la capital del país.

Como saben y sufren muchas quinceañeras y parejas que contraen nupcias, se depositan los envases, y la cerveza que les corresponde muchas veces no llega sino después de que ya se celebró lo que se iba a celebrar.

La remitente depositó el envase en septiembre, pero hay parejas que lo han hecho desde junio pasado. Y en el mercado de calle 250, en San Agustín, hay más de 500 «vacíos» atestados, porque desde junio pasado no se recibe cerveza por ese concepto.

Ya se ha hecho común, según Elia, que las personas te digan: «¿Te vas a casar? Prepárate para que te den la cerveza cuando ya te estés divorciando...».

El asunto no da más. Una medida que se adoptara años atrás, para favorecer un mínimo decoroso y económico a celebraciones tan arraigadas, no puede mantenerse con tal inestabilidad, que al final deja un sabor de frustración e inoperancia.

Sería saludable que las autoridades competentes explicaran por qué no se cumple a tiempo, al extremo ya de ser una postformalidad, cuando debía seguir siendo una compensatoria asignación para brindar felices por día tan hermoso, sin tener que recalar en la divisa.

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