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Ambos son responsables

La verdad, intransigente y filosa, termina por abrirse paso para esclarecer los dilemas. Tal vez por eso, con una prontitud que agradecemos llegó a JR la segunda misiva que hace alusión a la queja de Eduardo Moya Alfonso.

Este pinareño, cuya denuncia publicamos el sábado 14 del mes en curso, relataba que el chofer de una guagua Girón, con el logotipo de la Unión de Empresas Constructoras Caribe S.A. (UNECA S.A.), le cobró el doble de lo debido para el tramo comprendido entre el municipio de San Cristóbal a la cabecera vueltabajera. Cuando la víctima refutó el abuso, el chofer lo maltrató de palabras y aclaró que en su guagua decidía él.

Aún no había pasado una semana de publicada esta carta cuando nos escribió Abdalis Hernández Camacho, asesora jurídica y secretaria del PCC de la Unión, de UNECA S.A. Según Abdalis, su entidad fue reconfigurada en 2004, y todas sus funciones y medios para tareas dentro del territorio nacional pasaron al Ministerio de la Construcción. Por tanto, aclaraba la dirigente política, el ómnibus de marras no pertenecía a ellos.

Pero a las razones de Abdalis le faltaban elementos. Precisamente por ello escribió a la sección el coronel Mario Mendoza Toledo, jefe del Departamento Nacional de Registro de Vehículos.

Refiere el coronel que el Girón VI en el que se cometió la infracción fue adquirido por la UNECA el 29 de abril de 1989; fue objeto de «varios trámites en las oficinas de Registro de Vehículos hasta el día 6 de diciembre de 2002, fecha en que realizó la reinscripción, adquiriendo la matrícula actual, es decir, la HTX-049. Con posterioridad a esa fecha no ha realizado ningún otro trámite ante el Registro de Vehículos, por tanto (...) oficialmente sigue perteneciendo a la UNECA.

«Si la reestructuración de la UNECA ocurrió en el año 2004 —prosigue el coronel—, (...) el organismo debió comunicar al Registro de Vehículos los cambios realizados para poder actualizar la situación del parque vehicular tanto del poseedor legal anterior, como del que lo adquiere».

Esta obligatoriedad, precisa, está regulada en la Ley No. 60, Código de vialidad y tránsito, en su artículo 203.

«Por tanto —apunta— en nuestra opinión la responsabilidad de la desactualización del ómnibus HTX-049 y de otros vehículos en similar situación, corresponde a ambos organismos».

Ahora bien, ¿quién debe responder finalmente por el maltrato al sancristobalense Eduardo Moya? La misiva del coronel Mendoza Toledo lo dilucida:

«Hemos podido conocer que el ómnibus en cuestión pertenece al Contingente XIII Congreso de la CTC, ECOA No. 39, del Ministerio de la Construcción, que posee sus instalaciones en la calle 10 s/n, entre A y Avenida de Boyeros, del municipio capitalino de Boyeros. Solo este contingente posee además otros 25 vehículos pertenecientes a la UNECA sin la correspondiente actualización en el Registro de Vehículos».

Y a este redactor, además de agradecer la misiva del MININT que pone los puntos sobre las íes, le quedan algunas dudas: ¿Por qué la identidad de un organismo en el que se cometió una infracción debe llegarnos de esta forma y no por la autocrítica respuesta de aquel? ¿Acaso se subvalora que un simple maltrato es la punta visible de otras violaciones?

Más allá de los diez pesos que pagó Eduardo —cifra considerable para cualquier trabajador cubano—, urge que quienes diariamente andan a pie en nuestros lares, no sean tan a menudo víctimas de la ambición sobre ruedas. Y un caso, un hombre, un día, puede ser el inicio de la necesaria corrección.

El arma del elogio

El elogio, suele decir un gran periodista cubano, es un arma indispensable del criterio. No hay que escatimar vocablos para darlo, ni miradas para descubrir —por contraste— todo lo perfectible.

Bien sabe esto el lector Félix Lamas Mesa, residente en Dolores 670, apto 5, entre 13 y 14, Lawton, en el capitalino municipio de Diez de Octubre.

Félix quiere elogiar, con la sencillez de su gratitud, el buen trato que recibe en el Hospital Neumológico Benéfico Jurídico, de Ciudad de La Habana. Este colectivo «me ha sacado de la oscuridad permanente», reconoce. Y a continuación explica el porqué de su admiración.

La limpieza de la sala Carlos Fernández, donde se encuentra ingresado, es «impecable». «La alimentación es muy buena» y «la profesionalidad del equipo de enfermería es destacable, así como la exigencia de sus jefes de turno».

Pero no quiere Félix que su agradecimiento quede en la nube de las generalizaciones y distingue a la doctora Otilia y su equipo; al doctor Rive y su enfermera —colectivo de Quimioterapia—; al departamento de Laboratorio; y al grupo de Farmacia, en especial a la licenciada Isabelita. Ellos, más que una Historia Clínica, le han llenado a Félix una crónica de afectos.

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