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Conciliación… cada seis meses

Los enfoques humanos e individualizados pueden salvarnos del mecanicismo indolente del burocratismo, que no distingue rostros ni problemas, y funciona solo por directivas y papeles.

Cándido Cuesta, un anciano de 91 años que reside en Julio Sanguily 302, en el reparto La Vigía de la ciudad de Camagüey, no entiende «cómo la burocracia obstaculiza las soluciones, dando la mayor importancia a trámites que solo contribuyen a la irritación y malestar de personas que se encuentran en dificultades».

Cuenta él que su esposa Celia González, de 90 años de edad, está postrada en una cama. Y después de dos años de múltiples tribulaciones para confeccionar su expediente, se logró que fuera certificada como postrada, para lograr así la aprobación de algunos artículos necesarios y deficitarios, a más del incremento del servicio de gas licuado para cocinar, que garantiza el Estado en esos casos.

La hija de Cándido realizó los trámites en el distrito Joaquín de Agüero, con los trabajadores sociales. Y allí le mostraron un documento titulado «Propuesta modificada para la entrega de combustible doméstico», el cual hace referencia a la «conciliación semestral». Al no entender ni pitoche, ella sostuvo encuentros con funcionarios de los trabajadores sociales y de Atención a la Población del Poder Popular, y le confirmaron que se está cumpliendo esa orientación, y no puede modificarse.

O sea, que a la esposa de Cándido no le corresponde recibir el aumento del servicio de gas licuado hasta mayo del presente año, pues las conciliaciones entre las oficinas de Registro de Consumidores y los trabajadores sociales para actualizar los listados, se hacen cada seis meses.

«No puedo aceptar la respuesta brindada. No es posible que se dilate tanto la aprobación de esas facilidades, autorizadas por el Estado, para personas que se encuentran en una situación tan delicada de salud. Lejos de solucionar los problemas, se crean trabas burocráticas y se bloquean las soluciones. ¿Cómo es posible que la burocracia pase por encima de todo esto? Si por situaciones reales que conocemos y comprendemos no se pueden brindar algunos recursos, expliquemos con argumentos, o entreguemos lo que tenemos al alcance».

¿Por qué no en Tajacó?

Desde Tacajó, en el municipio holguinero de Báguano, escribe Fernando Acedo, quien reside en Eucalipto No. 183, para manifestar su total incomprensión con cierta medida del Banco Popular de Ahorro (BPA).

Precisa que en Tacajó, la sucursal del BPA es un sitio elegante de la localidad, con un personal muy eficiente y todas las comodidades posibles. La incomodidad la genera cierta disposición que él considera absurda:

Hace un tiempo fue allí y no pudo cambiar un billete de euro, porque tenía un rasgado en una de sus puntas. «Sinceramente, manifiesta, había que buscar una lupa para verlo. Me orientaron que ellos no podían cambiarlo por una orientación de arriba; que tenía que ir a Holguín a lograrlo. Tuve la suerte de que un familiar viajaba a Holguín y se lo cambiaron sin reprocharle nada».

El 14 de febrero Fernando volvió al Banco de Tacajó, y el billete tenía una partidura que no medía ni un milímetro. El cajero, con mucha profesionalidad, le ratificó que le era imposible cambiárselo. Le explicaron allí que es una medida dictada por el BPA, y él comprendió que tienen que cumplir lo establecido.

Lo que no entiende Fernando es la medida, a ver si alguien se la fundamenta. Porque en Tacajó no hay una CADECA donde las personas puedan comprar divisas. «Como comprenderá, refiere, nadie que necesite adquirir uno o dos CUC va a ir a la cabecera municipal, que está a 19 kilómetros, a hacer gastos y pasar trabajo con el transporte. ¿Por qué esas medidas en el BPA y no en CADECA u otro bando? Espero que sin justificaciones se busque una solución a esto que golpea a varias personas. El BPA siempre contesta a su columna y con respuestas claras y veraces».

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