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¿Mango bajito para Acopio?

La noticia sabe a mango podrido, y la envía Luis Enrique Rivero, desde Santa Lucía, Camalote, en el municipio camagüeyano de Nuevitas: en esa zona los campesinos están perdiendo a diario de 150 a 250 cajas de la sabrosa fruta.

Inaceptable le parece a Luis Enrique, «contando con una fábrica de conservas en el territorio, con las condiciones propicias para producir todo tipo de conservas y mermeladas, tanto para la población local como nacional, incluso con potencialidades de exportar. Teniendo la materia prima disponible, bien cerca».

Refiere que la Empresa de Acopio compra los mangos a los campesinos por un precio mínimo. Y contrasta: «Si le sumamos el esfuerzo que se realiza para colectar la fruta en los árboles, y con el combustible que tiene que comprar el campesino, nada barato, pues resulta que el precio que plantea Acopio no paga todo ese esfuerzo y dedicación».

Lo que no entienden los productores de mango, señala, es por qué ellos no pueden llevar sus frutas directamente a la fábrica; y por qué Acopio no les compra a un precio aceptable.

Tampoco conciben que en el mercado local no haya mermeladas ni otras conservas de mango, y los que quieran consumirlas deban adquirirlas a altos precios en las tiendas en divisa.

«¿Por qué razón —pregunta—, teniendo el compromiso de nuestros campesinos para producir más y con calidad, no se está haciendo un esfuerzo por parte de nuestro Gobierno local, para mejorar esta situación que nos afecta a todos de un modo u otro?».

Revela que ante tal realidad, los campesinos prefieren vender el mango a los particulares; o de no tener venta, simplemente darlos de comida a los animales.

He ahí un ejemplo claro de los escollos subjetivos y distorsiones económicas que están perjudicando el avance de la agricultura, y el crecimiento de nuestra economía. Hay que tener un «acopio» de paciencia con quienes quieren coger mango bajito a costa de quien trabaja la tierra…

Gato por liebre

Así define José Luis Martín Rodríguez (Edificio 4, apto. 7, Nueva Isabela, Villa Clara) la moto eléctrica Minerva que compró, a un precio considerable.

Refiere el remitente que la adquirió pensando en la garantía de repuestos y partes, pues dichas motos se ensamblan en la fábrica homónima de la ciudad de Santa Clara. Supuso que si se asumió esa línea de producción, se podía confiar en esos aparatitos eléctricos. Pero la cruda realidad lo estremeció con sus evidencias:

«Llevo ya más de seis meses, y no aparece la batería en el mercado, revela. Las piezas de repuesto no aparecen. A quienes hemos comprado las Minerva, nos resulta un tanto burlesco que nos hayan vendido gato por liebre.

«¿Cómo es posible que se engañe al consumidor, cuando no se asegura ni el mantenimiento ni la seguridad de las piezas de repuesto?».

Explica José Luis, que los representantes de la fábrica no pueden darle una respuesta sólida, porque no depende de ellos sino de las entidades facultadas para comprar en el mercado internacional.

«¿Quiénes responden por esto? Quiero la batería, por supuesto, pagada con mi dinero; no respuestas vacías que no harán mover la moto ni que se convenza nadie. De muy buenas intenciones está hecho el mundo, y de falacias también», sentencia el frustrado motociclista.

Gracias, maestra

Milva Morales (Carretera a Jarahueca sin número, Florencia, Ciego de Ávila) felicita, en nombre de los padres de los alumnos que culminan su segundo grado en la Escuela Primaria Fructuoso Rodríguez, a la joven maestra Yadira Halles.

«Aunque por necesidades de la escuela no continuará con ellos hasta 3er. grado, ella, durante dos cursos, ha sabido enseñar a nuestros niños, y educarlos en sentimientos y convicciones.

«Ha sido muy paciente con los más retrasados en el aprendizaje, siempre con mucho tacto y amor, sin hacerlos sentir inferiores a los demás niños.

«Aun teniendo a su pequeño hijo, nunca faltaba para que nuestros niños no se retrasaran. Solo nos queda decirle: Gracias. Y que sepa que siempre seguirá siendo la maestra de nuestros hijos».

 

 

 

 

 

 

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