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Cazando trámites de la casa

Todavía en la memoria de Carlos Eugenio Hernández Alderete están las jornadas de trabajo de su padre, cuando después de concluir la faena en el central México, allá en Colón, se iba junto a otros trabajadores de la entidad a levantar las viviendas de todos.

Finalmente se edificaron las casas y las repartieron entre los obreros. Al año, les dieron las propiedades respectivas, pero pasados tres años, el Departamento Jurídico de ese central matancero invalidó dichos documentos y les comunicaron a los empleados que había que pagarlas al Banco, evoca Carlos Eugenio.

La familia comenzó a pagar el inmueble a razón de 9,00 pesos mensuales; después esta cuantía disminuyó a 2,00 pesos mensuales. Falleció el padre del remitente, y aún no habían concluido los pagos.

«Por desconocimiento mío —señala el lector—, no fui al Banco para brindar el nombre de quien continuaría abonando las mensualidades, así que como mi madre se adhirió a la pensión de mi papá, se continuó pagando la casa a nombre de él».

Y añade: «Como yo también era trabajador del central y llevaba más de 20 años conviviendo en la casa, la empresa azucarera me dijo que me daba el derecho a ser propietario del inmueble. Cuál no sería mi sorpresa cuando fui al Banco y me enteré de que la casa se había terminado de pagar. Cuando me dieron el papel de Matanzas (del pago), que salió a nombre de mi padre, nos percatamos además de que habían cobrado 65,50 pesos de más».

Al personarse Carlos Eugenio en la Dirección Municipal de Vivienda de Colón, le explicaron que existía un documento mediante el cual se adjudica  la casa a su nombre, pero que el pago estaba a nombre de su papá, y con dos titulares no se podía hacer nada.

Relata el matancero que inmediatamente fue a ver al Jurídico de la empresa azucarera. Este se comunicó con las instituciones de Vivienda. También conectó a Carlos Eugenio con Yaumara, una trabajadora de Vivienda que supuestamente debía atender el caso.

Ella le solicitó al remitente su inscripción de nacimiento, un acta de defunción de su padre y el papel del pago de la casa. «Todos esos documentos ella los trasladó para Matanzas. Al cabo de seis o siete meses me dijeron que fuera a recoger la propiedad. Cuando fui (…) me quedé atónito con el papel que me entregaron: (…) decía que la propiedad no había salido porque no se había podido verificar el grado de parentesco mío con mi padre», rememora el lector.

El próximo paso que dio Carlos Eugenio fue presentarse en la Dirección Provincial de Vivienda, el 19 de julio de 2012. Allí lo atendió, según recuerda, la compañera Maricelis, quien tras explicarle los pormenores de los trámites, buscó el expediente, y ahí estaban, en efecto, la certificación de nacimiento del reclamante y el acta de defunción de su progenitor.

«Maricelis me dijo que ella iba a hablar con una compañera y le iba a explicar para que se emitiera la propiedad; que ella me llamaba para que fuera a recogerla. Pero yo estuve esperando dicha llamada y nunca llegó», se duele el matancero.

En calle Agüica No. 53-C, Banagüises, Colón, este cubano espera una respuesta que lo saque de una vez de la incertidumbre. ¿Cuándo y cómo su casa, la que edificó y pagó su padre, en la que ha vivido por tantos años él, será legalmente suya?

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