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Entre la oficoda y el gobierno

El aislamiento social que impone la COVID-19 también ha complicado la situación de algunos ciudadanos que han quedado varados para gestionar su cambio de domicilio, y en el que residen hoy les es imposible adquirir los alimentos.

Aunque su dirección oficial consta en la localidad La Tabla, en el municipio santiaguero de Tercer Frente, Alina Cabrera Amita está residiendo en calle Masó, No. 411, entre 26 de Julio y Manuel Pedreida, en el reparto Castro, de la ciudad de Bayamo.

Actualmente tiene cinco meses y tres semanas de gestación y no ha podido disfrutar de la dieta para embarazadas. Ha ido a la Oficoda, a Comercio y al Gobierno municipal solicitando una dieta de tránsito para Bayamo. Y solo le han dado largas en el asunto.

«Todos sabemos la crisis que estamos pasando con la pandemia, y que no se puede viajar, menos en mi situación, subraya. Pero nadie me ayuda. Me orientaron que fuera a Santiago, pero, ¿cómo? Además, tengo que hacerme cambio de dirección y en estos momentos esa gestión no se puede hacer.

«Acabo de venir del gobierno, y este me mandó para la oficoda otra vez. Y la oficoda para el gobierno, porque dice que ellos no pueden hacer nada. Increíble. Tengo amenaza de aborto, por lo que tengo que estar en completo reposo.

«Necesito esa ayuda en estos tiempos en que debemos quedarnos en casa, pero la necesidad y la falta de orientación y peloteo nos obliga a salir de ella y poner en riesgo nuestra vida y la de muchos seres queridos», concluye Alina.

UNA COSA DICE
 EL PUESTO DE MANDO, Y OTRA…

Laura Pedreira Vázquez vive actualmente en San Rafael, No. 851, entre Aramburu y Soledad, en el municipio capitalino de Centro Habana. Y su carné de identidad aún no tiene esa dirección, pues está en proceso de adjudicarse la propiedad de la casa por testamento. En consecuencia, tampoco ha podido trasladar su libreta de los productos alimenticios de la canasta básica.

A raíz de establecerse las medidas de reforzamiento y aislamiento social en Centro Habana, se instrumentó la tarjeta de identificación especial de sus moradores para, entre otros objetivos, poder comprar en los establecimientos comerciales de esa área de la ciudad.

Debido a ello, el presidente del CDR, la secretaria de la FMC y la delegada de la circunscripción le hicieron un hago constar y la enviaron al puesto de mando situado en calle San Miguel, esquina a Marqués González. Allí la atendieron muy amablemente, y sin poner reparos, le dieron la identificación que la autoriza a entrar en los establecimientos comerciales del municipio.

El problema es cuando ella llega a las tiendas y no la dejan comprar, porque su dirección en el carné de identidad no coincide con la que refleja la identificación especial.

Retornó Laura al puesto de mando y expuso su problema. Y allí muy amablemente escribieron su número de identidad en la esquina superior derecha de la identificación especial y le aseguraron que ella sí podía comprar en las tiendas.

Pero el 12 de mayo, poco después del mediodía, ella se personó en la tienda Otero, en Hospital, entre San Miguel y Neptuno. Y la trabajadora que recogía las identificaciones le negó la entrada. Igualmente le ocurrió en el minimax de Belascoaín y Zanja.

Laura volvió por tercera ocasión al Puesto de mando y habló con la representante comercial, quien le aseguró que ella sí podía comprar. Y le dijo más: que si le negaban la entrada, debía quedarse en la tienda y exigir que llamaran al puesto de mando.

Laura cuestiona: «¿Tengo que realizar esta acción en cada tienda que me niegue la entrada? ¿Por qué la diferencia de información? ¿Será que no podré comprar en ningún comercio por culpa de la burocracia y la desinformación? Mientras tanto, me continúan peloteando. No he podido comprar nada. Estoy cansada de las colas y las horas de pie en todos los lugares para que al final me nieguen la entrada. ¿Qué hago? ¿Podría alguien dar alguna solución a este problema que irá creciendo, porque pude constatar que mi caso no es el único?», termina.

 

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