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El laberinto del certificado

Mientras el Gobierno cubano orienta flexibilizar y aplazar trámites en tiempos de aislamiento social por la COVID-19, hay administraciones que siguen aferradas al úcase ciego y sordo, afectando a sus trabajadores.

Ivón Vidal González, vecina de calle 90, No. 9114, entre 91 y 93, Güira de Melena, Artemisa, escribe por su hermana, Vivian Vidal González, quien sufre la rigidez de la administración del centro donde labora hace casi 20 años: la granja avícola El Laberinto, en la carretera Güira-Batabanó, provincia de Mayabeque.

Cuenta que Vivian está enferma de un carcinoma, operada en consecuencia y con un tumor en el canal anal. Y la operación le dejó secuelas en una pierna, por lo cual está en proceso de peritaje. Como si fuera poco, sus padecimientos de tiroides le afectan el sistema nervioso.

El problema, añade, es que en mayo no le pagaron la cuantía relativa al certificado por enfermedad; porque con el aislamiento ocasionado por la COVID-19, Vivian no ha podido trasladarse al Instituto de Oncología, donde se atiende.

«El centro alega que no le paga hasta que no lleve el certificado, como si desde Güira de Melena hasta el Oncológico se pudiera ir caminando… No sé si estoy equivocada, pero la Ministra del Trabajo y Seguridad Social y el Presidente cubano hablaron muy claro en la Mesa Redonda sobre los certificados. Con más razón, ella, que lleva tanto tiempo de certificado y su centro no le da atención ni con una visita. Pero Vivian sí necesita su dinero. Espero una respuesta de si tengo razón o no», concluye.

No vio con el corazón

El pasado 26 de mayo, y desde el municipio capitalino de San Miguel del Padrón, Maritza E. Martínez contaba los avatares que sufrían ella, con 67 años, y su esposo de 75: diabético con insuficiencia renal y sobreviviente de un derrame cerebral, para un traslado del contrato del gas licuado.

Refería que en la segunda mitad de febrero se mudaron para la actual dirección desde Jagüey Grande, provincia de Matanzas, donde eran clientes del gas licuado. Allí les orientaron entregar los dos cilindros y su contrato, y volver a Matanzas, a recoger el traslado.

Pero llegó la COVID-19 y el cierre del transporte interprovincial. El trámite quedó varado. Hicieron muchas gestiones vía telefónica en la capital para resolver transitoriamente el traslado. Ella caminó ¡86 cuadras! hasta las oficinas del gas licuado en el municipio. Allí llamaron a la dirección provincial de la Empresa, donde orientaron que desde Matanzas les pasaran la gestión por correo electrónico; o que llamaran para confirmar que en verdad se había hecho el traslado, y ella es realmente consumidora del gas.

Kirenia Rodríguez Salcedo, funcionaria de Cupet en Matanzas, planteó que la solución era hacer el traslado. Maritza habló con ella muchas veces, porque no podían trasladarse a Matanzas. Y nada se resolvió. Desesperada, escribió a esta columna.

Al respecto, responde Edrey Rocha González, director general de la Empresa Comercializadora de Combustible de Cupet, que a raíz de lo publicado se creó una comisión. Dada la gravedad del caso, se hicieron coordinaciones entre la Empresa de Gas Licuado y la División Territorial de Comercialización de Combustible de Matanzas, para el traslado de ese servicio y la contratación del cliente en su nuevo domicilio. Y el 29 de mayo pasado ya recibieron el servicio de gas licuado.

Señala que se verificó el actuar de la funcionaria, comprobándose que no fue diligente acorde con los momentos que vive el país. «Aun cuando no estaba dentro de su facultad dar la solución inmediata al caso, afirma, debió comunicarle al director de la empresa para que lo evaluara y diera la solución tal como sucedió posteriormente».

Se hizo un análisis con la responsable de este trámite en la Casa Comercial de Matanzas, plantea, para que hechos como estos no se repitan en esa empresa. Y transmite al cliente las disculpas por las molestias causadas.

Agradezco la agilidad en la solución final y en la respuesta. Ojalá que sirva de algo el análisis con la funcionaria de Matanzas, quien no demostró una capacidad proactiva ni vio el caso con los ojos del corazón.

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