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Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

Música y mediación: un dueto de nuestro tiempo

No hay que ser demasiado perspicaz para darse cuenta de que en la actualidad vivimos enormes convulsiones en el espacio cultural mundial, de forma que se están alterando los mapas de los saberes, de los gustos, de los modos de relación. En dicho contexto, se teoriza mucho en relación con las transformaciones en los imaginarios colectivos. No está de más acotar que las imágenes que forman parte de los susodichos imaginarios, no son solo visuales o visualizables, sino también sonoras.

Entre estas, la música ha adquirido una importancia enorme en la conformación de las representaciones colectivas, las identidades, las formas sociales de producir y compartir significados; un fenómeno que adquiere particularidades específicas entre los sectores jóvenes de la población. Arjun Appadurai ha desarrollado la idea de los imaginarios transfronterizos, sustentados en discursos y prácticas mediáticas. El graffiti, el rap, las camisetas estampadas con los rostros de artistas —según el aludido investigador— muestran al propio tiempo que los imaginarios massmediáticos se vuelven a insertar «en los repertorios locales de la ironía, el enojo, el humor o la resistencia».

Descentramiento, desestabilización, deslocalización, oligopolización, pero a su vez resistencia y antagonismo, son algunos de los nombres concretos que hoy adquiere la trouble cultural y la cultura musical popular. Porque está claro que hoy no hay textos (sean poemas, películas o canciones) ni prácticas culturales que se encuentren fuera del espacio de acción de los medios, ni estos pueden entenderse fuera de sus funciones de mediación; un concepto fundamental a la hora de estudiar la relación entre los productos culturales —como la llamada música popular urbana—, y los sistemas mediáticos.

La mediación conlleva determinar en términos de alteridad, de poder, de deseo, de conflictos de expropiación y de apropiación, las relaciones de la comunicación como acción común, que pueden ser cargadas de sentido, de contenido simbólico. Los teóricos que, a partir de la línea trazada por Martín Barbero, manejan la idea de mediación, persiguen contrarrestar con ella el simplismo de la transmisión dado que consideran que los medios no transmiten contenidos (música, palabra, audiovisual...), sino que median las relaciones humanas, el conocimiento y la sensibilidad.

En la circulación de la música popular, esta siempre ha sido considerada como una de las muestras más notables de la constitución de formas de subjetivización colectiva, por lo que numerosos estudiosos han visto en ella un mecanismo mediante el cual los medios masivos de comunicación borran la diversidad cultural de los pueblos al dar lugar a esas formas de subjetivización colectiva supuestamente homogéneas.

Las razones por las cuales la música popular urbana ha sido valorada como un ejemplo paradigmático de tal circulación global no es algo que esté claro entre los analistas del tema. En palabras de Joan Elies Adell, «existe una relación muy próxima entre la circulación en el ámbito mundial de la música popular y la expansión y exportación de la tecnología occidental».

Como afirma Héctor Villarreal, cualquier sistema hegemónico impone criterios para valorar la realidad a toda la sociedad o a su inmensa mayoría, mediante un proceso de mediación-enculturación por el que las élites se autolegitiman una y otra vez, convenciendo de ello a la mayor parte de la sociedad gracias a que sus discursos y productos culturales aparecen públicamente como los representantes o portadores de los valores, ideales, aspiraciones y deseos de la mayoría, o que deberían serlo; selecciona los escenarios, los temas y los actores que deben ser expuestos públicamente y la valoración que de ellos debe hacerse para que todos la apropien.

En dicha mediación intervienen los criterios éticos, estéticos y poéticos de los mediadores. De dicho modo, la cognición que nos formamos de la realidad, en gran medida está condicionada por la mediación y por los mediadores. Es en este punto donde adquieren una importancia determinante los medios de comunicación masiva y los líderes de opinión para juzgar la realidad y condenar aquello que consideran contrario a sus valores.

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