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Desde el infierno

Pocos conocen que el Chamamé a Cuba, interpretado por estos días por el grupo Moncada, nació en la prisión de Rawson, en la Patagonia argentina, en el año 1972, bajo la dictadura del general Lanusse

Autor:

Juventud Rebelde

Andan de plácemes por estos días los televidentes cubanos al tener la oportunidad de disfrutar un excelente animado musical, Chamamé a Cuba, interpretado por el Grupo Moncada, conocido por sus muy fieles pero también creativas versiones de ritmos latinoamericanos, en este caso un típico chamamé, risueño y bailador, oriundo de la provincia litoraleña de Corrientes, Argentina.

Lo que muchos seguramente desconocen es el lugar de origen de este chamamé. Porque siendo tan alegre y juguetón, tan lleno de vida, de optimismo, de confianza en el porvenir, ¿cómo imaginar siquiera que nació entre las lóbregas paredes de la prisión de Rawson, ya para siempre inscripta en la historia de la infamia de una dictadura militar que cobró la vida de 30 000 seres humanos, los llamados «desaparecidos» según la jerga del Rafael Videla?

Al penal patagónico —corría el año 1972, bajo la dictadura del general Lanusse— habían ido a parar numerosos militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y de Montoneros. Dejando de lado diferencias o desacuerdos, los revolucionarios aunaron esfuerzos para llevar a cabo una de las acciones más osadas que podía allí concebirse: la toma de la prisión y la fuga, una verdadera «obra de arte» guerrillera, que tuvo lugar el 15 de agosto.

Desgraciadamente, factores adversos impidieron el éxito total de la operación articulada con precisión de relojero: un primer grupo logró llegar al aeropuerto y montar en el avión que los llevaría a Chile. Cuando el segundo grupo de 19 combatientes, hombres y mujeres, alcanzó el aeropuerto, ya los militares y policías, alertados, habían suspendido todos los vuelos. Los revolucionarios coparon las instalaciones y ofrecieron una vibrante conferencia de prensa para dejar testimonio del porqué de la lucha contra la dictadura y de su entrega pacífica a las autoridades, creyendo así preservar su integridad física. Se grabaron sus declaraciones, se les tomaron fotos...

En la madrugada del 22 de agosto fueron fusilados a mansalva en la base naval de Trelew. Los tres sobrevivientes de la masacre «desaparecerían» más tarde en la negra noche del sanguinario Videla.

Por eso no puedo reprimir la emoción cada vez que veo y oigo en la tele el Chamamé a Cuba y trato de imaginar a aquellos revolucionarios en la soledad de la fría e inhóspita Patagonia, en las siniestras celdas del Rawson, cantando su amor por Fidel y su Revolución. Antes de morir a manos de sus verdugos, Julius Fucik dejó por escrito el deseo de que nunca la tristeza fuera unida a su nombre. ¿Y qué hicieron los muchachos y muchachas del Rawson si no también reafirmar la alegría con la que lucharon y vivieron?

Segura de compartir esa emoción con ustedes, aquí les dejo el texto de un chamamé que, si bien nació en el infierno, hoy se pasea muy orondo bajo el inigualable azul porcelana del cielo de Cuba.

Una tarde de enero tomé mi canoa pa’dar una vuelta/ me dijeron cuidate que con la tormenta te vas a perder/ pero soy correntino machazo en mi pago y baqueano en el delta/ salí cuando entraban las primeras luces del atardecer./Cuando ya estaba oscuro como boca e’lobo pretendí volverme/ pero el río engañoso me llevó a empujones a orillas del mar/

y desalentado sin ver más la costa, para entretenerme panza para arriba contando estrellitas me puse a pensar./ Yo pensaba en lo poco que vale el hombre cuando está tan solo/

pero tuve una idea que en aquel momento me hizo reaccionar/ haré una proeza como Vito Dumas seré Marco Polo/ y al volver a mi pago toditas las guairas me querrán besar./

Y a los pocos días de navegación/ tuve una alegría pues ya me creía Cristóbal Colón,/ y andaba con pena cuando vi el manchón/ que no era ballena y sí tierra buena, caray qué alegrón.

Cuando puse un pie en tierra y pegué una olfateada por si era Corrientes,/ y al ver a un paisano con una escopeta le pregunté a él,/ si el rancho e’La Cambicha quedaba muy lejos,/ dijo buenamente, usted está en Cuba patria socialista, tierra de Fidel.

Yo quería volverme por lo que leía en el diario La Prensa,/ pero al ver los cubanos trabajar contentos por el porvenir,/ hoy la tierra es de todos, no hay analfabetos y hasta un niño piensa,/ que aquel que entre en Cuba con aires de guerra no podrá salir./

Porque aquellos fusiles que ayer apuntaban al pueblo oprimido,/ son los que hoy defienden en manos del pueblo su revolución,/ son los que en mi pago los llevan milicos de dos apellidos,/ son los que tendremos el Mocho Raela, Jesusa y Ramón./

Y con mi canoa y mi chamamé /dejé a Raúl Roa y puse la proa a mi pago otra vez,/ y a los correntinos yo he de serles fiel, y aquí yo termino/

¡que mueran los yanquis que viva Fidel!

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