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Armas para la guerrilla en las narices del enemigo

Una ingeniosa y audaz operación preparada por Frank País encauzaría al Ejército Rebelde hacia su mayoría de edad

Autor:

Juventud Rebelde

La goleta Maribel llevó en su cubierta la «pesada» carga. Fotos: Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de EstadoFragmento del libro en edición Rutas de Victoria

La goleta Maribel arriba a su destino al amanecer del 19 de mayo de 1957.

De esa forma llegan las armas enviadas por Frank País a un punto hasta entonces casi desconocido del sur de la Sierra Maestra, las cuales servirán para reforzar la columna guerrillera encabezada por Fidel. La historia de tan audaz operación comenzó días antes.

El 16 de mayo, Enrique López comenta con Fidel la posibilidad de contar con la Junto al embarcadero, camiones de la maderera Babún donde se transportaron hasta el alto lomerío los bidones de metal. colaboración de Eduardo Pupo (Lalo), administrador de los talleres y el embarcadero de la Belón Co., en El Uvero y también con la de Gilberto Cardero Sánchez, entonces funcionario de esa compañía, propietaria de los terrenos que suministran la madera a los aserríos de Teófilo Babún. De esa reunión se desprende un importante plan operativo para la recepción de las armas, empleando incluso los medios de la propia empresa maderera.

Como primer paso Fidel envía a Santiago de Cuba a René Ramos Latour (Daniel), dirigente y activo combatiente del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), quien hasta esos momentos, pese a su febril actividad revolucionaria, no había sido detectado por los cuerpos represivos de Batista

Daniel sale por el mismo Uvero y continúa hasta La Bija, cerca de Chivirico, cambia su aspecto de guerrillero por el de un humilde campesino y se embarca en la goleta La Fe rumbo a Santiago, donde al llegar hace contacto con Frank.

Al día siguiente Frank y Daniel hacen una visita a Babún, uno de los dueños de la empresa maderera. René le explica el plan: emplear el transporte marítimo para llevar a la Sierra «medicinas y alimentos». Por supuesto, no menciona el verdadero fin: trasladar las armas para la fuerza rebelde que ya crece en las montañas. Babún está conforme con el plan que le presentan y deja en manos de Lalo Pupo y Gilberto Cardero los detalles para llevarlo a cabo.

Como escondite para el armamento se decide emplear los tanques de grasa gruesa, de la utilizada para lubricar los rolletes de los camiones, pues dichos recipientes tienen buen tamaño y, además, entre la grasa, el armamento quedará inmóvil, incluido el parque. Mientras tanto, Frank comienza a organizar el trasiego y el almacenamiento en lugar seguro en las afueras de Santiago de Cuba.

Lalo Pupo le entrega a Gerardo Rivas unos cuantos tanques que se trasladan a la finca El Cañón, cerca de Puerto de Boniato, sitio escogido para recepcionar el armamento, en su mayor parte desmontado y empaquetado entre la grasa gelatinosa y espesa.

Al final, suman cuatro los bidones utilizados para estos fines, cuya apariencia exterior es igual a la del resto de los recipientes, por lo cual no despertarían sospechas sobre su verdadero contenido. Así podrán embarcarlos en la goleta Maribel, que espera por la carga, fondeada en el muelle del Carbón, en la bahía santiaguera.

Al mediodía del 17 de mayo sale de la finca El Cañón la camioneta de la fábrica de mosaicos de Juan Vivero, combatiente del M-26-7; sobre ella van los tanques con su precioso cargamento. En horas de la tarde se unen al resto de la carga que reposa en la cubierta de la goleta. Cerca de la media noche la embarcación emprende su navegación normal hacia El Uvero.

INGENIO ANTE UN ENEMIGO PODEROSO

Un soldado monta guardia cerca del embarcadero. Algunos de ellos ayudaron a acomodar los tanques en el camión sin imaginar su contenido. Mientras, y según documentos de la época —la Directiva de Operaciones No. 1-MS-957—, el ejército batistiano continúa reforzando distintos puntos de la Sierra Maestra. En Pino del Agua sitúan la jefatura del batallón con una compañía al mando del comandante Merob Sosa García; en El Uvero, dos pelotones con un total de 59 hombres al mando del segundo teniente Pedro Pascual Carreras; en Chivirico una unidad similar y en Ocujal refuerzan la guarnición con dos pelotones. Esta tropa también pertenece al batallón 1 y al personal del escuadrón 11 y de la compañía de artillería de La Cabaña. Disponen de fusiles automáticos Garand M1, fusiles Springfield NS, carabinas M1 y fusiles ametralladoras Browning calibre 30,06 y abundante parque.

Al amanecer del día 19, la goleta arriba a su destino. Gilberto Cardero ha llegado una hora antes y espera en el muelle. Lalo Pupo no aparece todavía, los camiones tampoco, pues hay dificultades con los caminos, afectados por los torrenciales aguaceros. De todas formas comienza la descarga acostumbrada. Algunos de aquellos envases, por su pesada «carga» se hunden; los hombres se ven en la necesidad de lanzarse a las aguas para sacarlos de las profundidades.

Al fin se estaciona el primer camión cerca del embarcadero. El hijo de Lalo, Héctor Pupo, es el chofer. Los soldados que están Tras recibir las armas, Fidel traza un nuevo objetivo. próximos, ayudan a acomodar los tanques sin imaginar su contenido y la contribución que daban a la fuerza guerrillera. Al terminar, los vehículos parten por la estrecha y arenosa vereda que bordea la costa; a menos de dos kilómetros toman el sendero conocido por Agua Hedionda, que sube por un estribo de la loma de La Virgen.

En el primer carro va Lalo junto al chofer y detrás, a una distancia prudencial, le sigue Héctor, con el camión que lleva los tanques de las armas. Poco antes le han informado a Enrique López que ya los vehículos vienen subiendo, este le envía un mensaje a Fidel y se prepara la recepción del armamento.

DIFICULTADES Y SORPRESAS

De manera fortuita, un grupo de soldados que por esa misma vía caminaba hacia El Uvero, ocupa el primer camión y lo obliga a regresar a la costa. Por suerte, el otro toma diferente rumbo, pero en su nueva ruta se ve obligado a detenerse pues una enorme piedra, desprendida por la lluvia, obstruye el camino. Mientras tanto, en el campamento rebelde, ya enterados, se alistan dos hombres por escuadra, quienes bajo las órdenes del capitán Juan Almeida, saldrán ligeros al encuentro de los vehículos para recoger las armas.

Para mover la piedra, Enrique López—que acompaña al chofer— localiza un tractor, pero no se resuelve la situación. Decide entonces bajar los bidones cuando llegan los combatientes, quienes los destapan y comienzan a sacar los paquetes con las armas. Luego emprenden el regreso al campamento donde, ya de noche, la limpieza de ametralladoras y fusiles dura hasta el amanecer del día 20, pero vale la pena el riesgo y el esfuerzo, pues la guerrilla queda fortalecida con un mayor potencial de fuego. Fidel tiene ahora un nuevo objetivo: atacar la guarnición de El Uvero.

(*) Investigador de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.

ARMAMENTO RECIBIDO

El armamento y el parque enviados por Frank incluían tres ametralladoras calibre 30,06 con sus trípodes y cintas; tres fusiles ametralladoras calibre 30, marca Madsen, de peine; diez fusiles semiautomáticos Johnson; nueve carabinas M1 y más de 6 000 balas.

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