Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ardores de verano

Cada agosto los cubanos creen que se van a derretir por las altas temperaturas, pero no ha sido este el más caluroso mes del año

Autor:

Juan Morales Agüero

LAS TUNAS.— Un sudoroso colega, abrumado por las temperaturas de las últimas semanas, me soltó hace un par de mediodías esta lacónica frase con visos de profecía: «Nos vamos a derretir».

Realmente, el calor de alto perfil nos agobia con furia incendiaria en este verano ultrafogoso. Y las perspectivas son como para persignarse: ¡la escala de mercurio amenaza en serio con elevar todavía más la varilla!

Según los peritos locales, la canícula se asocia a un clima propenso a escalar fracción por fracción las graduaciones termométricas. Lo corrobora el hecho asentado en los libros de que en los últimos 15 años la temperatura mínima promedio tuvo un incremento de 1,6 grados en la provincia. No sé cuánto representará esa cifra en términos de producción sudorípara. Pero sospecho que debe ser bastante.

El ingeniero Camilo Más García, especialista principal del Grupo Científico del Centro Meteorológico de Las Tunas, atribuye a varios factores esta coyuntura de bochorno y abanico. En el banquillo de los acusados figuran con diferentes rangos de culpa la elevada humedad relativa, la escasa velocidad del viento y la débil influencia anticiclónica. La acción combinada de tan «selecta» cofradía no cree en ventiladores y pondría a sudar hasta a un beduino.

«Julio y agosto son los meses más calurosos del año —admite el joven experto en cuestiones climatológicas—. No hay que ser conocedor del tema para saberlo.

Sin embargo, abril, por tradición, monopoliza las temperaturas máximas absolutas, es decir, las que ocurren una vez al día. ¿Por qué? Pues porque es el mes de transición entre el período lluvioso y el seco. Mira, te voy a mostrar algunas evidencias...».

El asombro me deja de una pieza. En efecto, a juzgar por las tablas del ingeniero Camilo, la temperatura máxima absoluta de la provincia se registró el 17 de abril de 1999, cuando en la estación de Las Tunas los termómetros consignaron nada menos que... ¡38,1 grados! A esta plusmarca territorial le pisa los talones otro gran sofoco del cuarto mes: ¡38 grados en Puerto Padre el 24 abril de 1971!

Y para quienes proclaman a priori que este 2007 se acreditará como el más ardiente en los anales tuneros, les reservo una decepción: hasta la fecha no aparece ni siquiera en el inventario del último decenio, donde campean el 2003 y el 2004, con máximas medias de 31,8 grados. Cierto: el pasado julio sudamos a mares con la cota de 32,8. En cambio, el mismo mes de 2003 nos exprimió con rubores de 33,5.

Panorama cubano 

A escala nacional, este 2007 tampoco se muestra dispuesto a que le cuelguen el sambenito de «año más cálido de todos los tiempos». Para refrescarles la memoria a sus maldicientes, el especialista saca de la chistera una prueba terminante: en la lista de los meses de julio más calurosos desde 1951 hasta hoy, el suyo ocupa el lugar 17. Y eso a pesar de que ahora los veranos, por causa del calentamiento global, son mucho más severos en términos de temperaturas altas que hace medio siglo.

El vigente agosto —autocrítico— reconoce que durante su mandato la sensación de calor está resultando poco menos que insoportable. «Se comporta riguroso tanto de día como de noche y madrugada —precisó recientemente en el periódico Trabajadores Vladimir Guevara, máster en Ciencias Meteorológicas y especialista en Climatología Aplicada del Instituto de Meteorología—. Y como la gente no encuentra alternativas para atenuarlo, surge ese estrés térmico que tanto molesta».

Sin embargo, ni julio ni agosto hacen constar en sus currículos la marca cubana absoluta de temperatura alta. Abril —aunque poco dado a la popularidad— es el que la ostenta, cuando en su decimoséptimo día del año 1999, en la estación de Jucarito, Granma, se aprovechó de la intensa sequía reinante en la zona y casi puso a hornear —es un decir— a los lugareños con efluvios extremos de 38,8 grados.

¡Qué diferente el comportamiento del termómetro aquel 18 de febrero del año 1996 en la habanera población de Bainoa! En esa jornada de reminiscencias polares nuestro récord absoluto de temperatura mínima descendió cual inmersionista hasta los... ¡0,6 grados! Bainoa, valga decirlo, jamás empaqueta sus abrigos. Un microclima que los privilegia les permite a sus hijos sobrellevar el verano a prueba de irritaciones, incluido dormir a pierna suelta sin climatización.

La zona oriental, en cambio, no se beneficia con similar fortuna, pues cada año el estío le regala a manos llenas ardores extremos como para que le haga honor a su patronímico de Tierra Caliente.

¿Por qué ocurre esto? A juzgar por los especialistas, entre otras cosas porque la posición geográfica más hacia el Este incrementa la influencia del anticiclón del Atlántico Norte. De ahí que el régimen de brisas origine elevaciones sustanciales de la temperatura.

Por cierto, en un sitio de Internet di con una referencia que picó mi curiosidad en torno al asunto: Guantánamo, en el alto oriente, es la única provincia cubana en cuya comarca conviven en armonía tres tipos diferentes de clima, según la clasificación del científico alemán Köppen: el tropical lluvioso en sus elevaciones y vertiente norte; el tropical de sabana en sus cuencas y valles interiores; y el semidesértico o de estepa en toda la franja costera sur.

Numeritos planetarios 

La temperatura media anual del planeta coquetea con los 13 grados Celsius. Alguien se preguntará, suspicaz: «Oiga, ¿tan bajita?» Pues sí, porque el valor considera en sus cálculos los ardores de la zona tórrida, la seductora atmósfera del trópico, los fríos insufribles de los polos y las oscilaciones anuales y diurnas del centro de los continentes y de las regiones desérticas, por ese orden.

Ahora, si vamos a los extremos, algunas marcas nos dejan boquiabiertos. El récord mundial de calor, por ejemplo, lo posee la aldea libia de El Azizia, a 118 metros sobre el nivel del mar. El 13 de septiembre de 1922 los termómetros de una estación meteorológica marcaron allí a la sombra nada menos que... ¡58 grados! Como el lugar donde se realizó la medición se encontraba próximo a una extensa fuente de agua —la cual atenuó el calor— se especula que la columna de mercurio pudo superar ese día en el desierto los 70 grados. ¡Un infierno!

Pero si aquel día en el paraje africano casi era posible freír huevos sin necesidad de fogones, el 21 de julio del año 1983, en el lago antártico Vostok, a tres mil 420 metros de altitud, las bajas temperaturas obligaron a sacar las frazadas hasta a los osos polares: ¡89,2 grados bajo cero! Anfrix, un sitio en Internet, dice: «El frío fue tal que los científicos de la estación, irónicamente, debieron encerrarse dentro de los grandes refrigeradores del complejo para que sus paredes metálicas y aislantes térmicos mitigaran la temperatura exterior. Al salir, uno de ellos encontró con asombro que varios bidones de fluido anticongelante estaban solidificados».

Otra referencia interesante es que por ciertas exóticas zonas del planeta deambulan unos microorganismos denominados genéricamente extremófilos —que pueden vivir en condiciones extremas— a quienes las temperaturas máximas y mínimas les importan un bledo si de sobrevivir se trata. Algunos progresan a sus anchas en contextos muy tórridos, y se les localiza, incluso, en géiseres del fondo del océano, donde se expulsa agua a más de 200 grados Celsius. Otros han tomado residencia permanente en témpanos de hielo, a 35 grados bajo cero, sin que en sus historias clínicas se reporte ni siquiera un resfriado.

Desde luego, ni el extremófilo mejor dotado para misiones de alto riesgo podría subsistir un nanosegundo dentro del gas supercaliente que produjo hace pocos meses un equipo de los Laboratorios Nacionales de Alburquerque, en Estados Unidos. Su temperatura alcanzó casi dos mil millones de grados, muy superior a la del Sol y tan abrasiva que en un suspiro convirtió en un charquito dorado un trozo de diamante, el material conocido de origen natural más duro de la Tierra.

Un tema candente  

¿Qué asombros nos depara el porvenir en cuanto a temperaturas? ¿Continuará la progresión en la barrita de vidrio y mercurio inventada por Galileo? A juzgar por lo que pronostica un informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, «se espera que la media global se incremente en alrededor de 1,4 a 5,8 grados para el año 2100». Admite que la Tierra ha tenido oscilaciones térmicas en diversos momentos de la historia. Pero se pregunta: «¿Qué proporción del calentamiento actual es causado por el ser humano y en qué modo le afectará en un futuro?». La interrogante aún no tiene respuesta.

Con respecto a nuestro tropicalísimo país, las predicciones de los entendidos son muy parecidas: «De acuerdo con las investigaciones realizadas, los escenarios climáticos para Cuba indican que la temperatura media anual del aire pudiera verse incrementada entre 1,6 y 2,5 grados Celsius para el año 2100», advierte el informe. Eso significa que los calores no harán un alto ni para una limonada.

No sé cómo asimilará en epidermis y corazón estos pronósticos mi térmicamente agobiado colega. «Nos vamos a derretir», me dijo con ínfulas de visionario aquel mediodía canicular, mientras se abanicaba aparatosamente el rostro con una penca de yuraguana. Después tomó avenida abajo sudando como un condenado, llegó a su casa y se arrellanó frente al televisor con la ilusión de que Rubiera anuncie desde la pequeña pantalla la llegada de tiempos mejores.

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