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La revolución adolescente

El movimiento secundarista cubano marcó pauta en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista

Autor:

Juventud Rebelde

Foto: Archivo JR Al caminar por nuestras calles, uno no sabe con cuántos héroes se tropieza, de esas personas anónimas que encierran un caudal de conocimientos y vivencias. Precisamente ellos tienen la obligación de transmitir sus experiencias a las nuevas generaciones, para que la historia no se pierda.

Así expresó Ricardo Alarcón de Quesada, uno de los protagonistas de la lucha estudiantil, en un Encuentro con la historia, organizado por la FEEM hace apenas unos días, donde algunos de esos luchadores secundaristas de todo el país contaron sus experiencias a los más jóvenes, a los que no pueden dejar morir el espíritu de combate de nuestros estudiantes.

«Si ellos no saben más sobre esa parte de nuestra historia no es su culpa —puntualizó Alarcón—, sino de los que debemos transmitirles esos conocimientos. Igual que la FEU cultiva, promueve, trata de mantener viva su historia, así debe hacerlo la FEEM. Es decisivo para la salvaguarda de la Patria y la Revolución.

«No son tan importantes las precisiones, ni quién hizo algo específico, eso es para los historiadores. No son tampoco trascendentes los méritos personales o colectivos, porque nadie quiere estatuas, sino trasladar la savia de aquellas generaciones, que no son distintas a las actuales.

Dirigentes de la FEEM se reúnen con veteranos revolucionarios. Foto: Franklin Reyes «Lo que piden nuestros compañeros, nuestros mártires, es la continuidad, la permanente victoria de esta Revolución, que fue su principal obra».

Los estudiantes de la segunda enseñanza tuvieron un papel fundamental en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, en la década del 50. La hermana mayor, la FEU, convocaba, y los muchachos participaban en todo tipo de protestas —marchas, huelgas, mítines—. La combatividad no faltaba en sus filas, y a pesar de las cortas edades se sumaban como una fuerza más al movimiento revolucionario.

No era extraño verlos descender la Escalinata, antorcha en mano; o enfrentar a la policía en la calle San Lázaro cuando se dirigían a La Punta. Esto se multiplicaba por todo el país, donde la segunda enseñanza era más común que los estudios superiores.

Los secundaristas ofrendaron muchos mártires a la Patria. Osvaldo Herrera, Gerardo Abreu Fontán y Cándido González, entre otros. La clandestinidad, el Moncada, el Granma y la Sierra contaron también con su presencia. Sin embargo, quizá por estar más dispersa, su historia es menos conocida que la de la FEU.

El empeño de la FEEM por rescatarla, promoverla, darla a conocer, tomar ejemplo y multiplicarla, se hace sentir.

Sin temor a la represión

Estos hombres y mujeres que hoy peinan canas tenían entonces 14, 15, 16 años. Más jóvenes que los de la FEU, no le temían al peligro, porque eran tiempos en los que había que empinarse para luchar contra la injusticia. Las vías, muchas, y todas peligrosas frente a la brutalidad del régimen.

En 1953 se preparaba un Congreso de estudiantes «amañado» aquí, en la capital, recuerda Gerardo Martín, dirigente de la segunda enseñanza en Santa Clara.

«Con la FEU no podían, y entonces trataron de “coquetear” con los estudiantes de la segunda enseñanza. El ministro de educación era Rivero Agüero —un batistiano—. Nosotros nos enteramos y vinimos clandestinamente para La Habana.

«La reunión era en la Escuela Normal para maestros. Nos infiltramos entre los presentes, y cuando empezó el encuentro Osvaldo Herrera pidió la palabra y dijo que lo primero que había que hacer en la reunión era una declaración de principios contra la dictadura de Batista, porque sin eso no podía realizarse congreso alguno.

«Aquello creó una situación difícil. Los que dirigían el encuentro lo suspendieron hasta después de almuerzo. Cuando regresamos el ambiente era diferente. Había carros y gente extraña, pero no nos amedrentamos. Osvaldo volvió a plantear lo mismo, y aquello se acabó ahí mismo, en una riña tumultuaria».

Jorge Romero, quien era dirigente estudiantil de Artes y Oficios en Santiago de Cuba, asegura que en mayo de 1953 se hizo un Congreso de la Segunda Enseñanza en esa provincia, en el que estuvieron estudiantes de la FEU de La Habana y de la Universidad de Oriente.

«Nosotros teníamos nuestras demandas: protección y orientación para los graduados, laboratorios e instrumental de aprendizaje en general, protección de las libertades estudiantiles y autonomía universitaria. Por supuesto, también la defensa de la vía armada para derrocar a la dictadura».

Manuel de Jesús Lefrán, de Camagüey, recuerda la constitución de la Federación Nacional de Estudiantes de Comercio de Cuba. «Esa asociación tomó fuerza, y organizó encuentros en diversos lugares del país.

«En Camagüey no teníamos estudios superiores, pero los secundaristas eran fuertes —la Escuela de Artes y Oficios, la Normal de Maestros, del Hogar...—. Los muchachos de la capital provincial y también de Morón y Ciego de Ávila eran incansables. Nosotros aportamos el primer mártir del territorio, Cándido González, quien fuera expedicionario del yate Granma».

Había que ir a la huelga

La huelga general del 9 de abril de 1958 fue un hito en la lucha revolucionaria. Aunque fracasó, estremeció al país. En esta no solo participaron trabajadores, sino el estudiantado también se sumó desde los primeros momentos a sus preparativos.

Eduardo Delgado recuerda con claridad aquellos días.

Asegura que para el estudiantado aquella huelga comenzó el primer domingo de marzo de 1958. «Se paralizaron todos los centros, privados y públicos. Eso demuestra la influencia que tenía la convocatoria del Movimiento 26 de Julio, que llegó a través del manifiesto firmado por el Comandante en Jefe Fidel Castro, que instaba al paro general».

Ricardo Alarcón había terminado sus estudios en el Instituto de la Víbora, y por órdenes de Fructuoso Rodríguez —quien estaba clandestino luego del asalto al Palacio Presidencial— ingresa en el Colegio de Periodistas Manuel Márquez Sterling, «porque aquello estaba lleno de probatistianos».

«Fructuoso orientaba desde la clandestinidad, estaba ayudando a organizar la huelga. En eso ocurre Humboldt 7, y cae. No era posible continuar con las escuelas abiertas cuando él y José Antonio Echeverría habían muerto.

«En esos trajines estábamos cuando tiene lugar la huelga de 1958, de la que creo que es uno de los períodos de la historia de Cuba más necesitado de estudio.

«La huelga fue ganando en intensidad. Coincido con los que dicen que comenzó en La Habana, el 7 de febrero, a partir del asesinato de Gerardo Abreu Fontán, y fue subiendo de tono. Se tomaron edificios, se hicieron manifestaciones, y luego se pasó al sector obrero. Hubo un apoyo total de las masas.

«Yo tenía entonces 20 años, pero los muchachos secundaristas, muchos de los que hoy están aquí, tenían 14, 15 y 16. Eran unos niños, y se la jugaban».

Los jóvenes deben conocer

Para Alarcón el acercamiento de aquellos combatientes a los jóvenes es vital, y Eduardo Delgado afirma que para él es un deber aportar sus recuerdos y experiencias a las nuevas generaciones. «Muchos entregaron sus vidas, y los que sobrevivimos tenemos la obligación de reconstruir estos hechos, para coadyuvar a la reafirmación de los valores patrios. Esto debe ser más que un punto en nuestros planes de trabajo. Y hacerlo con modestia, sin protagonismo», insiste Eduardo Delgado.

«Los jóvenes de hoy tienen el deber de recoger y preservar esta parte de la historia Patria. No solo de la lucha contra Batista, pues también en la contienda contra Machado estuvo presente el estudiantado secundarista».

Los compromisos quedaron abiertos de ambas partes. Volver una y otra vez sobre la historia entre dos generaciones es savia vital para enriquecer el conocimiento de nuestro pasado y prolongarlo hacia el futuro.

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