Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Peligros en la edad de la inocencia

Autor:

Yailin Orta Rivera

Familias cubanas viven con la tristeza de no haber podido impedir la muerte de alguno de sus hijos. Anualmente fallecen alrededor de 300 niños como consecuencia de accidentes evitables

En la casa que habitan todo parece cubierto por la bruma de un precipicio que, luego de diez años, aún siguen cruzando. La más leve evocación y quedan hundidos en un arrepentimiento sin fondo, en el dolor y las lágrimas.

Los tragos de más, la alegría de compartir con los amigos, hicieron que Mirta y René descuidaran por minutos al niño. El pequeño Javier salió a la céntrica avenida cuando la puerta quedó abierta. Se escuchó un golpe seco y punzante. Desde entonces viven en el infierno de no haber podido evitarlo.

Ojalá fuera esta una historia extraviada. En Cuba, alrededor de 300 niños fallecen anualmente como consecuencia de incidentes evitables, y más del 30 por ciento son accidentes del tránsito, por lo que esta se erige en la primera de las causas de muerte para los menores de 20 años.

En los 60, cuando el doctor en Pediatría Francisco Valdés Lazo finalizó sus estudios en Medicina, un prestigioso profesor comparó el panorama de la accidentalidad con un bosque. «Los accidentes estaban ahí, pero árboles como la poliomielitis, el sarampión, la meningitis, las enfermedades diarreicas y otros padecimientos, no nos dejaban verlos».

Con los años se fue desbrozando aquel monte tupido de males diversos, y los accidentes se hicieron más notables. Y estas malas hierbas de la modernidad fueron ocupando los escaños de las dolencias que una vez tuvieron los más pequeños.

El actual miembro del grupo que atiende el Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) en el Ministerio de Salud Pública, deslizó profundas reflexiones sobre el tema en el V Taller Nacional de Prevención de Accidentes del Tránsito. Durante el evento, el especialista accedió a conversar con nuestro diario:

—Usted hacía referencia a un grupo de aspectos biológicos que exponen a los niños a un mayor riesgo en la vía pública. ¿Podría ahondar en esas vulnerabilidades?

—En ellos existen limitaciones psíquico-físicas propias de su estado evolutivo, que los incluyen en los grupos sociales más sensibles a los fenómenos asociados al tránsito. Por ejemplo, su campo visual y de audición, su estatura, la consideración de las distancias, la atención a la velocidad de los vehículos y el tiempo que precisan para dilucidar la información circundante, no les permiten hacer las consideraciones básicas que realiza un adulto como coordinar velocidad, distancia y tiempo.

«Por esta razón, el niño no podrá decidir de forma precisa y con rapidez cuál será la acción a efectuar inmediatamente, de acuerdo con las situaciones de tránsito que se presenten.

«Hasta los diez años, su campo visual se reduce a 110 grados, no 180 como llega a ser en la adultez. Por este motivo ellos necesitan girar la cabeza para detectar movimientos laterales, y aumenta su tiempo de reacción para ubicar los objetos que se localizan en la zona periférica.

«Además, presentarán dificultades para utilizar la información proveniente de los laterales, que, aunque se encuentra dentro de su campo visual, perciben de forma difusa».

—Explicó que otra de sus limitaciones es la capacidad auditiva...

Doctor en Pediatría Francisco Valdés Lazo. Foto: Roberto Morejón —Los adultos localizan el sonido en un ángulo de 120 grados. Para los niños el ángulo se cierra en los 30. La dificultad estriba en la imposibilidad que tienen de estimar la procedencia de los sonidos de los vehículos que están transitando.

«Los menores de seis años tienen problemas con la localización de la dirección del sonido (la derecha o la izquierda). Necesitan de confirmación visual, lo que origina una mayor lentitud en sus respuestas. Hasta los ocho años, aproximadamente, el niño no tiene capacidad suficiente para prestar atención simultánea a varios factores de orden sonoro y visual.

«Otro de los peligros es su estatura. Existe una gran cantidad de elementos en la vía pública que los ocultan, y dificultan que otros usuarios los vean, al tiempo que limitan el alcance de la visión de los niños sobre el desarrollo del tránsito. Si cruzan entre dos autos estacionados, el conductor que va transitando tiene pocas probabilidades de verlos.

«Ellos tampoco pueden considerar correctamente las distancias a la que viene un carro, sobre todo si estas son amplias, ni pueden calcular la velocidad de los vehículos. Estos dos últimos factores provocan en ellos la incapacidad de apreciar el tiempo disponible y necesario que tienen para cruzar una calle.

«Los niños más pequeños tienden además a clasificar erróneamente las velocidades que puede desarrollar cada uno de los vehículos, ya que relacionan muchas veces el tamaño de los carros con la velocidad que pueden alcanzar».

—¿A partir de qué edad el niño está en condiciones de advertir los peligros que se presentan en la vía?

—Alrededor de los 12 años es que comienzan a concentrar su atención en diferentes tareas, como observar convenientemente la situación de los vehículos que circulan y advertir los niveles de riesgo.

«Los niños más pequeños prestan más atención a aspectos que los atraen y generalmente no se vinculan con el tránsito. Es decir, se fijarán más en otros chicos jugando y en carteles o vallas con diversos colores que en los peatones que caminen cercanos a él o en un vehículo que se acerque cuando crucen la calle.

«Un niño menor de 12 años que se desplaza como peatón puede ver los autos que transitan por la calle que pretende cruzar, también la luz del semáforo que le permite o no el cruce, pero no tendrá totalmente en cuenta a los demás peatones o a los vehículos que circulen por la calle perpendicular. Y se les dificulta más distinguir el sonido que pueda identificar el tránsito de diferentes vehículos como motos, autos, camionetas y ciclomotores.

«Esto no ocurre en niños mayores de 12 años, ya que pueden observar varios factores a la vez y seleccionar a cuál dar mayor atención, de acuerdo con la situación del tránsito que se presente».

—¿Qué recomendaría para preparar al niño como peatón?

—Desde edades tempranas se les puede enseñar con actividades precautorias, como observar los riesgos del tránsito y lo que sucede con los otros integrantes de la vía pública: peatones, pasajeros y conductores de diferentes vehículos, así como ayudarlos a analizar los potenciales conflictos que pueden culminar en un accidente.

«Es importante trabajar sobre su responsabilidad como usuarios de la vía y fortalecer el alcance de su autonomía, lo que no significa que los niños deban estar solos en este proceso. Es esencial el acompañamiento de los adultos más cercanos a ellos, junto con los docentes.

«Para que ellos comprendan los sucesos que se dan en una situación de tránsito, cuya característica principal es el cambio rápido y continuo, hay que explicarles cada cosa. Algunas de las acciones podrían ser practicar la salida a la vía con los alumnos, cruzar las calles, reconocer los tiempos, el funcionamiento de los semáforos y los lugares de cruce. Pero, insisto, siempre acompañando las acciones con la argumentación, para luego darles a ellos la posibilidad de que puedan decidir.

«Un ejemplo: el semáforo. ¿Con qué luz cruzamos? ¿Qué cosas debemos observar? ¿En qué lugar nos paramos para realizar el cruce? Es esencial la presencia de un adulto que lo acompañe, pero que no decida y actúe en lugar de él.

«Esto hace que los niños observen, piensen y elijan opciones, y dentro de sus posibilidades aprendan a evaluar el tránsito y cómo actuar.

«Sucede en ocasiones que por creer que el niño está más protegido, se le toma de la mano, se cruza al ritmo del adulto que lo acompaña, sin darle la oportunidad de que él pueda evaluar con sus tiempos de razonamiento.

«Hay que trabajar paulatinamente tanto desde el ámbito escolar como del familiar, con el fin de ir reduciendo el fuerte control que muchos adultos tienen sobre los más pequeños, dando paso a que ellos puedan ir adquiriendo experiencia y autonomía mientras transitan».

—¿Además de los accidentes del tránsito podría hacer referencia a otros fatales desenlaces que pueden prevenirse?

—Entre las lesiones no intencionales más frecuentes también se encuentran el ahogamiento por sumersión, las quemaduras, electrocución, alcanzados por rayos, sofocación por cuerpos extraños o lo que nombramos como colecho (dormir con el niño). Sobre todas las causas que lo provocan, se puede intervenir con algo tan sencillo como poner obstáculos para que no vayan a lugares como la cocina, alejar las cosas peligrosas de su alcance: como cables pelados, tomacorrientes no protegidos, no salir en caso de tormentas eléctricas, ni colocarse debajo de árboles y postes; no dormir con ellos cuando son muy pequeños, no cargarlos mientras se fuma, y asegurarse de que no estén muy separados los barrotes de la cuna.

«Alrededor de los ocho meses los niños hacen la pinza digital, que es la habilidad que tienen de coger con el índice y el pulgar las cosas más inimaginables que luego pueden llevar a los orificios nasales, los oídos o la boca. Hasta los azabaches son peligrosos.

«Es muy importante conocer las etapas de crecimiento y desarrollo del niño, para prevenir de acuerdo con lo que él haga. Durante el primer año, por ejemplo, necesita protección las 24 horas del día; después se va aflojando ese control tan rígido hasta los diez y 11 años. Todo el tiempo educándolo, no prohibiéndole».

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