Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

De cómo conocí a Jesús Suárez Gayol

Testimonio con motivo del aniversario 73 del nacimiento de ese revolucionario cubano, que cayó en Bolivia formando parte de la guerrilla del Che

Autor:

Juventud Rebelde

Luego de un breve destierro de tres meses, que cumplimenté en la hermana República de Haití, llegué a Miami, EE.UU., el 24 de mayo de 1957.

En Miami conocí a varios jóvenes dispuestos a reintegrarse a la lucha revolucionaria en Cuba, como Fernando Vecino Alegret, Fernando de Dios Buquel, más conocido por «Tacajó» (caído luego en la lucha), Mario Gutiérrez Mir (Mayito), que más tarde participó en la frustrada Expedición de Campeche, los mellizos Geraige Naser (Félix y Emilio) y otros, quienes planeaban una visita a los Everglades, zona pantanosa del sur de la Florida donde a menudo se hacían prácticas de tiro con el propósito de incorporarse al movimiento expedicionario que en México organizaba el ex combatiente del Moncada Pedro Miret.

Me sumé al entusiasmo del grupo y quedamos en vernos al siguiente domingo. Ese día realizamos el viaje en dos automóviles y poco después llegamos al antiguo hábitat de los desplazados indios apalaches y más recientemente el reservado sitial de los seminoles. Muy pronto la quietud del inmenso pantano se vio interrumpida por las detonaciones de la pistola Luger de Fernando Vecino y un par de fusiles de las armas destinadas a México. Disparábamos contra los más grandes arbustos tratando de hacer blanco en los mismos.

Terminada la práctica me senté en el segundo auto, que era manejado por un joven rubio, de mediana estatura y fuerte com

plexión, a quien calculé unos 25 años de edad. Después de dejar a los restantes compañeros en sus casas, quedé último y entramos en amena conversación. Cuando me dijo su nombre, quedé sorprendido. Se trataba del muy conocido presidente de la Asociación de Alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza de la ciudad de Camagüey, Jesús Suárez Gayol.

De Gayol en más de una ocasión había leído en los periódicos de mi ciudad, cuando de vez en cuando se restablecían las llamadas «garantías constitucionales», y aparecían reflejadas sus múltiples acciones estudiantiles contra la tiranía en Camagüey. Le conté que yo también había sido elegido presidente del Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba. A partir de ese momento comenzó a tratarme como su homólogo y entramos en mayor confianza.

Me contó que hacía poco había llegado de México para cumplimentar una misión que le había dado el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (tiempo después supe que había estado en el segundo campamento de entrenamiento del movimiento expedicionario de Pedro Miret por el estado de Aguascalientes, conseguido por gestiones de Raquel Pedroso, la esposa mexicana del hoy general Enio Leiva). Le planteé mis deseos de incorporarme a dicha expedición y me prometió que cuando regresara de un viaje que daría por Nueva York gestionaría mi incorporación. Me preguntó si yo sabía manejar y le dije que muy poco y me dijo que era muy importante que todo revolucionario supiera, para ser más útiles a la Revolución. Me dio el timón, asesorándome por varias calles del barrio North West hasta dejarme en mi casa de huéspedes en 2da. y calle 29. Pocos días después repetimos las clases, manejando con él por varias callejuelas de los alrededores de la casa donde se hospedaba en el South West, residencia de Mario Villamía, activista de uno de los dos grupos del 26, quien guardaba un gran cajón de armas para enviar a México. Allí se alojaban también los mellizos Geraige, uno de los cuales, Félix, al igual que Gayol, había sido herido de bala en La Habana, durante una manifestación estudiantil el 27 de noviembre de 1956. Supe con sorpresa que Gayol era casi un año menor que yo (solo contaba 21), pues parecía un hombre de mayor experiencia, dado su carácter serio y meditativo.

Permanecí en la ciudad floridana por unos meses más, hasta la llegada a la misma del moncadista santiaguero y delegado de La Sierra, Léster Rodríguez, quien finalmente me facilitó los medios económicos y el contacto directo con el añorado movimiento expedicionario de México, adonde partí a finales de octubre de 1957.

Otra actividad de Gayol en Miami fue la de realizar «pruebas de valor» citando a algunos compañeros a una embarcación con uniformes del 26 de Julio para detectar quiénes de verdad estaban dispuestos a partir y jugarse la vida por la Revolución, pues había muchos charlatanes.

A poco de mi llegada a México, fui enviado al tercer y último campamento del movimiento expedicionario ubicado en la zona de Llano Enmedio, al norte de Veracruz, en la región de los indios huastecos, finca propiedad del viejo revolucionario mexicano mestizo Don Pancho Cuervo, donde eran rotados mensualmente unos 30 hombres para el entrenamiento.

Y a mediados de noviembre de 1957 era incorporado a dicho campamento un nuevo grupo de exiliados cubanos procedentes del territorio norteamericano, integrado por Reinaldo González, el abogado Antonio Cejas, José Abrantes, Manolo Vázquez Tío, Alfredo Ruiz y sorpresivamente, junto a ellos, el amigo para mí desaparecido, Jesús Suárez Gayol.

Retornamos a Ciudad de México y nos diseminamos en diversas «casas-campamento» alquiladas en el D.F. para continuar los entrenamientos calisténicos de corridas por el bosque de Chapultepec y no volví a verlo por largo tiempo. Al decir de sus compañeros camagüeyanos, haciendo gala del apodo de «Ventaja» que le habían puesto en Camagüey, había planteado a Pedro ser situado junto a las armas, pues era el lugar más seguro para partir, en caso de una reducción de personal expedicionario. Por este motivo, o por haber sido uno de los primeros incorporados, Gayol fue enviado a la región costera de Cancún, en Yucatán. Según observó y contó Manolito Carbonell (que había estado allí), en una pequeña cabaña de pescadores abandonada se guardaban más de cien fusiles, muchas ametralladoras Thompson y otros numerosos artefactos bélicos adquiridos con las colectas realizadas en territorio norteamericano por el negro Pablo Díaz, Pablo Fernández Alegre, Jacinto Vázquez y otros dirigentes revolucionarios del exilio, entre los que también estaba el rubio Gayol.

Poco después, el movimiento revolucionario de Pinar del Río envió a Cancún la embarcación El Corojo, con personal pinareño. Se cargaron las armas y el pequeño grupo que las custodiaba llegó con ellas a Cuba el mismo 9 de abril (fecha histórica del fracaso huelguístico); y junto con las armas, Jesús Suárez Gayol.

Del desembarco de El Corojo se conoce muy poco. En el grupo había un traidor (Evaristo Venereo) que denunció el desembarco; los rodeó el ejército, y a poco Evaristo retornó a México, contando la cosa a su manera, pero más tarde fue descubierto y fusilado en la Sierra Maestra. Por orientaciones del 26 de Julio, más tarde Gayol se incorpora a las guerrillas del Che en la provincia de Las Villas, cerca de Santa Clara, donde se destacó por su valor. Mientras tanto, más de 70 expedicionarios ya entrenados quedábamos en la capital mexicana sin posibilidades económicas y políticas de desembarcar en Cuba en la recta final de la lucha armada que se libraba.

Dada su capacidad política e intelectual, tras el triunfo de la Revolución Gayol fue asignado para desempeñar múltiples e importantes cargos administrativos (1959-1965), hasta el de Viceministro del Azúcar (la industria más importante de Cuba).

Basta señalar como aval a sus extraordinarios méritos revolucionarios que recibió el altísimo honor de haber sido seleccionado por el Comandante Ernesto Che Guevara para integrar la brigada internacionalista con la que se había propuesto iniciar la lucha revolucionaria en América Latina.

Recién graduado el autor de este artículo de una beca de idioma en la URSS, en 1967, se supo algo del desenlace de los últimos y trascendentales acontecimientos. Más tarde llegó a nuestras manos el sorprendente libro El Diario del Che en Bolivia.

Y son numerosas las menciones del Guerrillero Heroico sobre la permanencia de El Rubio en la guerrilla y las importantes tareas que cumplimentó.

«El 10 de abril de 1967, ya rotas las hostilidades, luego de varias victorias, se avisa que vienen 15 soldados enemigos río abajo. Se establece una emboscada de la retaguardia con tres de la vanguardia como refuerzo a ambos lados del río, y antes de penetrar en la emboscada se inicia la balacera y un soldado cae muerto y otros tres son heridos. El Rubio ataca con su Garand, que se le traba en medio del combate, quita la espoleta de una granada para lanzarla y es el momento fatal en que una bala le penetra el cráneo, sin que la granada explote. Su cuerpo moribundo cae junto al de otro soldado herido, y termina el combate cuando seis soldados y un suboficial enemigo, se entregan como prisioneros. Los cuatro soldados restantes huyen, no por cobardes, sino porque peleaban por una mala causa que no era la de ellos. Era la causa de la oligarquía que se enriquecía mientras los aborígenes de su Patria eran cada vez más pobres».

Por el bienestar de esos mismos soldados pobres, y sus familiares, había muerto El Rubio de las guerrillas del Che en Bolivia, uno de los países más atrasados y explotados por el imperio en el continente sudamericano. Dejaba como única herencia a su patria, un hijo de cuatro años huérfano. Como un «aventajado» de la historia, el presidente de los estudiantes de Camagüey era el primer mártir de la guerrilla internacional libertadora; por tanto debe considerarse en la lista de los próceres del continente que como los hombres de Túpac Amaru, Sandino y luego del mismo Che, daban su preciosa vida en aras de la libertad, la igualdad y la fraternidad que habrán de regir en las tierras de América cuando, en un futuro tal vez no muy lejano, reine en toda su dimensión la justicia del socialismo por el que había ofrendado su vida.

Jesús Suárez Gayol nació en La Habana el 24 de mayo de 1936, vivió su infancia en Las Tunas, inició sus luchas en la ciudad de Camagüey, fue herido en combate estudiantil en La Habana, se entrenó en Miami y México, vivió el exilio en ambos países, desembarcó en Pinar del Río y peleó en dicha provincia y junto al Che en Santa Clara... Dio su vida a los 31 años por la causa de Bolivia y América. Gloria eterna a quien la mereció.

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