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Alertan sobre dificultades para enfrentar incremento de la producción de viandas

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Productores y especialistas advierten que se avecina una producción nada despreciable de boniato, plátano, malanga, pepino, calabaza y otros renglones, sin que todavía se haya salido del atolladero de los envases, ni haya disponibilidad en las industrias

Hasta el Tribunal Popular de La Habana llegó la demanda de la Cooperativa de Créditos y Servicios Frank País, del municipio de Güira de Melena. En ella se exige que Acopio le pague a la referida base productiva 146 343 pesos por la pérdida de 2 610 quintales de tomate no recogidos a tiempo.

Aunque la Unión Nacional de Acopio todavía saca cuentas de cuánto le debe a los productores de toda la Isla por el llamado «tomatazo 2009», hay campesinos que no reclamarán. Se conforman con haber recibido las ganancias de la producción ratificada, es decir, la estimada, a ojo de buen cubero, mes y medio antes de la cosecha por especialistas de Acopio.

Más allá del conformismo de unos y la intransigencia de otros, lo cierto es que la producción tomatera de la pasada campaña de frío cogió fuera de base hasta a la «madre de los tomates».

Donde se ratificaron rendimientos productivos de cien quintales por caballería se lograron hasta más del doble. Esos datos corresponden solo al coloso agropecuario Güira de Melena; pero según Emilio López, comercial de la Unión Nacional de Acopio, en todo el país se ratificaron 48 000 toneladas que a la hora de la verdad se multiplicaron 2,29 veces.

Ignacio de Loyola Pérez fue de los que no se cruzó de brazos cuando le vino arriba el fruto de una siembra en tierra fertilizada por el sudor de los labriegos, la lluvia que les tributó la madre natura y por otros abonos no tan originales llegados a tiempo.

«Tuvimos un promedio de 300 quintales de tomate previstos para consumir fresco, pero al borde de la pudrición se mandaron para la industria, al no disponer de suficientes envases. Por eso perdimos cerca del 40 por ciento de las ganancias previstas, porque el precio del destinado para la industria es inferior al convenido con Acopio. Eso disgusta al productor que se planifica para un resultado, y afecta al rendimiento industrial, pues esa variedad tiene un alto contenido de agua».

Por causas similares a las referidas por Loyola, en los andenes de varios establecimientos del país se pudrieron cientos de toneladas de tomate. También contribuyeron a las pérdidas la poca disponibilidad de medios de transporte y la existencia de una infraestructura industrial incapaz de asumir picos productivos.

Oficialmente, todavía en las estadísticas de la Unión Nacional de Acopio no cuenta el monto de sus deudas con los productores de tomate que se afectaron en la pasada campaña. A juicio de algunos campesinos, el saldo final de lo perdido lesiona más su vergüenza que el bolsillo.

«Es muy triste saber que se sudó por gusto, mucho más si estás respondiendo a un llamado al combate para producir más después de los estragos de los ciclones. Si no hicieran falta esos quintales, no dolería tanto, pero es que incluso Cuba está comprando alimentos carísimo en el extranjero.

«Ahora nos dicen que no hay transporte, y que la capital está abarrotada de viandas. ¿Y acaso los de la ciudad son los únicos que comen? Hay otras provincias que necesitan cosas que se están desperdiciando aquí».

«Creo que no toda la culpa es de Acopio. Hay algo trabado en algún escalón», afirmó Orlando Gómez. Orlando Gómez Martín, presidente de la CPA Niceto Pérez, en Güira de Melena, asegura que también se desaprovecha zanahoria, remolacha y cebolla. «Eso lo paga Acopio, pero al final quien más caro lo paga es el pueblo que no se lo puede comer».

Según este Héroe del Trabajo de la República de Cuba, la industria sería una solución para resolver muchos de los problemas, por ejemplo, con la zanahoria. Campaña tras campaña se evidencia que el país no está preparado para industrializar grandes volúmenes.

«Pudiéramos tener conservas para todo el año, pero no hay un respaldo tampoco con pequeñas industrias en los principales polos productivos. Si los chinos obtienen harina del boniato y fabrican exquisitas galletas y espaguetis, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros? Lo importante es encontrar, sin demoras, respuesta a ese esfuerzo que se hace en el surco».

Sin dudas y por suerte el avezado campesino no se desentiende de lo que quizá otros dijeran que no les incumbe, «porque en definitiva el dinero nuestro no se pierde una vez que contratamos los estimados de cosecha». Cataloga como inmoral que detrás de tantos recursos y esfuerzo físico no llegue a la población una cosa tan necesaria como la comida.

«Creo que no toda la culpa es de Acopio. Hay algo trabado en algún escalón. Yo digo que si hay abarrote de boniato en La Habana, los que dirigen a los niveles donde se toman las decisiones deben planificar y proyectar hacia otras provincias que no lo tienen, porque nosotros como productores tenemos prohibido hacerlo».

Otro majá en el andén

Lo descrito no sería válido si solo fuera una historia exclusiva del tomate. De ser así estaríamos hablando de atacar al majá después que pasó y se escondió, como nos dijo un funcionario cuando supo que investigábamos por Güira de Melena las causas de las pérdidas de la pasada temporada tomatera. Lo que tal vez no sepa el dirigente de marras es que andábamos también tras un ofidio que entonces transitaba todavía por allí, y de otro que no demorará en aparecer en este municipio que aporta 2 700 000 quintales de cultivos varios, el ocho por ciento de toda la producción agrícola del país y el 30 por ciento de la que reporta La Habana.

En el andén de Acopio de esta localidad, a las tres de la tarde del 27 de este mes, una imagen hizo exclamar a nuestro fotógrafo «ahí está la foto». Hileras de carretas y remolques repletos de alimentos del agro revelaban un pico productivo. El comentario de estibadores y choferes confirmaba que por algún lado la cadena se rompió.

Poco después, en la oficina de Herminio Ravelo, director de esta entidad, una llamada telefónica interrumpe nuestra plática y hace que este se lleve las manos a la cabeza y comente: «Me acaban de decir que hoy UDECAM (Grupo Empresarial de Camiones) solo podrá transportar a su destino 1 000 quintales, de los 6 000 que están allá afuera». Hay transporte, pero si no tiene garantizada carga para retornar no puede viajar vacío».

¿Y el resto? Allí quedó. A merced del sol y del rocío de la madrugada que vendría.

Una llamada telefónica a Alejandro Sánchez, director en funciones de la Empresa de Acopio de La Habana, nos aclara que de las 552 toneladas acopiadas diariamente en el territorio, UDECAM traslada a los diversos destinos 150 toneladas. Aclaró que existen compromisos de otros transportistas, pero no definió la cantidad de alimentos que pernoctan en los patios de Acopio por falta de camiones.

Parto a la vista

Recién pasados los huracanes, en octubre de 2008 el país reorganizó de manera emergente la siembra de cultivos de ciclo corto. A partir de esa fecha y hasta el 28 de febrero último se concentrarían las ventas. Consecuentemente se redujeron las plazas comercializadoras, por lo que de la noche a la mañana la población de la capital vio desaparecer los cercanos puntos de expendio, los cuales pasados casi cuatro meses de haber expirado el término de la emergencia, todavía están por reaparecer.

Mientras los esfuerzos organizativos de la comercialización se perfilan hacia el reordenamiento de mercados y puntos de venta, la producción marcha de manera intensiva en La Habana, especialmente en el municipio que visitamos no por casualidad, sino por sus fortalezas para el desarrollo y perfeccionamiento de la agricultura en todo el país.

Según Herminio Ravelo, lo que ahora está bajo la tierra y sobre ella no entiende de reordenamiento, ni de nuevas estructuras por venir. Su experiencia como director de un centro comercializador de la Agricultura le aporta fuerza a sus criterios.

«Tenemos una producción nada despreciable de boniato, y se nos avecinan cantidades importantes de plátano, malanga, pepino, calabaza y otros renglones sin que todavía hayamos salido del atolladero de los envases, ni tengamos disponibilidad de industrias», asegura.

Casi en la misma cara de la Unidad de Acopio de este municipio, en una fábrica mordida por la fuerza de los ciclones, un grupo de trabajadores parece anhelar los tiempos en que allí, en la otrora Nave de Exportación, producían hasta papitas fritas.

Hoy esa añoranza se disuelve en la incertidumbre del reordenamiento que los ha mantenido prácticamente con los brazos cruzados, precisamente cuando en Güira se gesta un experimento nacional que convertirá a esta localidad en la primera en contar con una empresa agrícola con más autonomía en su desenvolvimiento, como parte de las transformaciones que necesita la agricultura cubana.

«Estamos prácticamente paralizados por el reordenamiento que se avecina. Nos orientaron darle vacaciones a la mayor cantidad posible de trabajadores, y dejar un reducido grupo para elaborar pocas cantidades de puré de tomate», explica Miguel Abraham Romero, director de ese establecimiento, que hasta hace poco procesaba productos de primera categoría para comercializar en la red de divisa, y hoy a duras penas echa a andar con leña sus maltrechas calderas.

Lamentan tener que rechazar muchas ofertas de productos que pudieran aprovechar en la elaboración de mermeladas y puré, pues les tienen prohibido hacer cualquier gestión que esté fuera de lo estipulado en su objeto social, aunque económicamente beneficie a la entidad.

Mientras recorremos la desmantelada unidad, perteneciente a la Empresa Estatal Acopio Habana, Abraham nos enseña una máquina de procedencia española, adquirida por el país a un costo superior a los 130 000 dólares, para envasar jugos y encurtidos en bolsas plásticas, pero que, desde hace tres años, bien pudiera formar parte del inventario ocioso por la falta de materias primas para el empaque de los productos.

Este establecimiento habanero que por muchos años generó divisas, hoy trabaja solo con dos calderas que funcionan con leña. Sin embargo, en medio del ambiente casi desolador al joven funcionario le basta su optimismo para pensar que se trata solo de una mala racha. Confía en que el esperado reordenamiento traerá nuevos aires para su colectivo. Muestra satisfecho una moderna línea de beneficio capaz de dejar libre de pudriciones, lavados y secos 1 600 quintales de viandas en una jornada de ocho horas. El equipamiento está completamente automatizado, y tanto el funcionamiento tecnológico, como los aditamentos de pesaje se corresponden con las magnitudes y unidades del Sistema Internacional de Unidades (SI).

Güira de Melena produce para 393 000 habitantes de los municipios capitalinos de Arroyo Naranjo y Playa, más 50 000 de esa localidad, lo cual representa una demanda de 1 508 400 quintales de diferentes renglones. Pero sucede que los niveles de producción son mucho más altos.

La nueva estrategia de comercialización que debe implementarse en agosto próximo funcionará de acuerdo con un estudio de demanda en las dos provincias habaneras. Esta experiencia piloto es hoy la preocupación de las entidades que acopiarán las cosechas. Les inquieta saber qué pasará con la producción que sobrepase la demanda y si continuará reducida la red de plazas y puntos de venta.

Francisco Silva, viceministro de Comercio Interior (MINCIN), explicó a JR que en lo adelante su Ministerio se ocupará de las funciones comerciales que atendía anteriormente el Ministerio de la Agricultura, y será el único abastecedor de los mercados agropecuarios estatales, placitas, puntos de venta y el consumo social de la capital y de la provincia de La Habana.

Esta novedad responde al interés estatal por continuar fortaleciendo la cadena producción-comercialización, y forma parte de las acciones que desarrolla la Agricultura conjuntamente con los ministerios de Comercio Interior, la Industria Alimenticia, Economía y Planificación, Transporte y otros organismos de la administración central del Estado, explicó Silva.

Puntualizó que en cuanto a la red de los mercados agropecuarios estatales, conocidos por la sigla MAE, y los puntos de venta, estos se organizarán de manera que pueda satisfacerse la demanda de la población y facilite la adquisición de los productos.

El funcionario detalló que estos cambios se sustentan en las posibilidades de recuperación agrícola del país y parte de un estudio realizado sobre la demanda, el cual se basó, entre otros elementos, en los hábitos de consumo de la población de esas provincias. A raíz de ese análisis se prevé distribuir mensualmente 40 libras per cápita de productos agropecuarios. Afirmó que de existir producciones que sobrepasen la demanda, igualmente se comercializarían.

Emilio López, comercial de la Unión Nacional de Acopio, aseguró que todavía la producción planificada para la capital, procedente de la provincia de La Habana, no cubre las necesidades. Hay que traer alimentos agrícolas de otros territorios más lejanos para alimentar a más de 2 110 000 capitalinos y la población flotante, que aquí es considerable.

Nada fácil para los del surco que siguen allá con la misma insistencia de siempre, en su buen empeño por demostrar, justo en tiempos de crisis, que la tierra es buena y da más.

Cuestión de grandes y pequeños

Con las excepciones de las modernas industrias La Conchita, de Pinar del Río; Selecta, en Sancti Spíritus y el Combinado Citrícola de Ciego de Ávila, la industria cubana para el procesamiento de producciones agrícolas está tecnológicamente atrasada. Se quedó detenida en los albores del 2000, cuando se deprimió significativamente la agricultura.

Jacinto Rodríguez, director de Agroindustria de la Unión de Conservas del Ministerio de la Industria Alimenticia, dialoga con JR sobre el discreto despunte de grandes y pequeñas industrias del país, para contribuir a la producción de alimentos.

Recuerda los tiempos del despegue de estas fábricas, construidas en su mayoría a partir de 1959, e inicialmente concentradas en algunos territorios y diseñadas para procesar grandes volúmenes para todo el país.

El año 1981 marcó el récord productivo de esta industria, cuando se procesaron 140 000 toneladas de tomates. En los años venideros los resultados fueron menguando, hasta que resurge con fuerza durante el primer cuatrimestre de 2009, en que logra más producción que la acumulada durante los seis años precedentes.

La respuesta dada por la industria a la explosión tomatera, al asimilar 110 000 toneladas de ese fruto, probó las potencialidades de su viejo andamiaje tecnológico, preparado para procesar solo 47 600 toneladas.

«El salto se produjo porque no solo atendimos la gran industria, sino también a las pequeñas, fundamentalmente las ubicadas más próximas a los polos productivos. Fue una proeza, a pesar de que sabemos que se perdió tomate al experimentarse un flujo de producción superior a la capacidad disponible».

El funcionario asegura que deben rescatarse las capacidades instaladas, mediante el cambio de algunos equipamientos, la automatización y las piezas de recambio. No podemos estar divorciados de esta realidad que exige tecnología nueva, económica y sostenible.

—Además de la tecnología obsoleta, ¿qué otro lastre carga hoy la industria procesadora de productos agrícolas?

—La falta de envases. Eso limita tanto como la tecnología instalada. Hoy, una parte considerable de las producciones se distribuye a granel con todas las desventajas que esta manera impone, como la fermentación rápida de los productos y las demoras en la comercialización. El empaque solo se garantiza para algunos renglones que se autofinancian al venderse en divisa, y otros, como la compota, porque es un alimento subsidiado por el Estado.

«Las minindustrias locales se han ido integrando a la industria nacional, y están recibiendo de manera gradual algún financiamiento para la adquisición de envases y los mantenimientos».

—¿Dónde se aprecia hoy el resultado de esas inversiones en la pequeña industria?

—En las zonas más prósperas en la producción de mango ubicadas en Santiago de Cuba y Holguín. Estamos elaborando allí la pulpa de mango. Cada una de esas fábricas procesa diariamente entre 15 y 20 toneladas.

—¿Trabaja la industria supeditada a la agricultura o viceversa?

—La colaboración es muy estrecha, por lo tanto trabajamos en una misma línea, pero la estrategia más adecuada parece ser que las siembras de renglones dedicados a la industria se planifiquen en función de la capacidad de esta. Hay que trabajar con intencionalidad para que marchen armoniosamente la industria y el campo.

«Debemos sembrar variedades industriales, o sea de alto contenido sólido soluble, que rindan más durante el procesamiento y ahorren portadores energéticos durante la evaporación del agua. Contamos con centros de investigación que tienen bien definidas las variedades nuestras».

—¿Hay garantía de productos del agro para procesar durante todo el año?

—En los primeros cuatro meses del año se procesan grandes cantidades de hortalizas. Luego viene la temporada del mango, y después la guayaba. Hay condiciones para hacer producciones escalonadas.

—¿La reanimación lograda permite ir sustituyendo productos importados?

—Contamos con suficiente pasta de tomate almacenada (materia prima para otros productos) como para no tener que importarla. Hasta el año pasado el país compraba en el mercado internacional cerca de 5 000 toneladas de este concentrado, a precios oscilantes entre 800 y 1 000 dólares por cada tonelada. Ahora es más importante esa sustitución, porque el precio ascendió a1 500 dólares.

«A partir de este año, también debido a las entregas pronosticadas de mango, guayaba, plátano y fruta bomba se debe producir la pulpa necesaria para garantizar la compota y no tener que recurrir a la compra de pulpas de pera y manzana, como antes hacíamos. Por cada tonelada que logremos, estaremos ahorrando entre 1 000 y 1 200 dólares, que es el precio actual de este producto».

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