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Yovanni Abreu, el pintor del bolígrafo

Abreu ha demostrado que la pintura es posible mediante la Técnica del Arabesco o el Arte de la Boligrafía

Autor:

Luis Hernández Serrano

«Mis cuadros dan a veces la idea de puntillismo, grabado o dibujo a plumilla, pero no es así». Lo comenta el autor de un sistema curioso de dibujar y pintar con el solo empleo del bolígrafo. Se trata de Yovanni Abreu Córdova («Yabreu» firma su obra pictórica), nacido en Holguín el 27 de mayo de 1972.

Reside en el municipio capitalino de Playa desde muchacho y es la mano derecha de Víctor Hugo Parés Lores, director del Museo Marcha del Pueblo Combatiente.

«El bolígrafo en el dibujo lo introduje con mayor regularidad en pleno período especial, cuando la escasez de material era inmensa y la necesidad e inquietud mía de seguir pintando me llevaron a él.

«Un día me dije: “Con esto se puede hacer algo y no un boceto, sino un cuadro, una obra plástica ya terminada, con todo lo que lleva.

«¿Qué pasó al principio? Primero, cómo pintar sin acudir al dibujo convencional, pero que a la vez fuera rico, que me aportara algo valioso desde el punto de vista pictórico. Entonces empecé a estudiar todo lo que tuviera que ver con la tinta, como el grabado y la plumilla, digamos, y comencé a inventar a partir de lo estudiado.

«Yo estaba en el Taller de Manero, en 45 y 54, en el reparto Ceiba, en Playa. A partir de ahí le hablé al profesor Figueroa de mi idea de hacer algo llamativo y significativo en la técnica del dibujo, con luces, sombras, líneas y todo lo conocido, pero que fuera novedoso».

De ese modo el bolígrafo pasó a ser desde ese momento su «pincel». Empezó a hacer lo que llamó «garabatos», y con los trazos de su nuevo instrumento de trabajo, pintó un rostro pequeño, que pensó podría hacerlo en grande, a ver qué pasaba.

«Y entonces muchos se rieron de mí; me dijeron que yo estaba “totalmente loco”, que eso exigía mucha paciencia y tiempo para terminar un cuadro. Que no se podía borrar lo que iba haciendo en caso de querer variarlo o mejorarlo, el bolígrafo se iba a reventar en cualquier momento, y de tanto calor se perdería hacia dentro la “bolita” de su extremo».

Le espetaban en pleno rostro a Yovanni Abreu que debido al compuesto químico de la tinta del bolígrafo, se «acidificaba» la cartulina sobre la que él pintaba y se ponía de color amarillo. Pero justamente eso le gustaba más.

«A pesar de las críticas, seguí. No tenía otra opción, pues carecía de los materiales necesarios.

«Mis primeros garabatos (que la doctora Alina López, grafóloga del policlínico 26 de Julio insiste en llamar “arabescos”) fueron descomunales.

«Algunos al ver mis primeros cuadros con esa técnica expresaron: “Yabreu está tostado; al final el bolígrafo es un bolígrafo”. Y otros me decían que eso lo podía hacer cualquiera, pero quienes intentaron imitarme se aburrieron pronto, no tuvieron paciencia. Al principio sufrí dolores en el hombro derecho.

«No es tanto el poder hacerlo, sino cómo y en qué condiciones. Me di cuenta de que según el estado de ánimo de ese día es el garabato que uno hace. Si estás “arriba”, queda más abierto, más alegre, más rico. De lo contrario es mucho más cerrado.

«Después de diez años de estudiar la técnica diariamente, de participar en eventos, de llevar toda mi obra a la luz pública, hubo  una exposición que me marcó. La llamé 55 galones de pobreza, toda a bolígrafo, referida a la utilidad que le daba el pobre en todo el mundo a los tanques de 55 galones. Fue muy polémica.

«La gente esperaba ver dibujos convencionales, con más colores, pero eran con bolígrafo de tinta negra sobre cartulina blanca. Recuerdo que una rusa lloraba frente a uno de los cuadros, porque decía que en su barrio la población estaba hoy así».

Yabreu es el «hombre orquesta» del referido museo: custodio, restaurador, profesor de pintura, técnico de audio, fotógrafo de las actividades, diseñador de escenografía, ayudante del curador y montador de los cuadros, trabajador de mantenimiento, cualquier cosa que sea necesario hacer para ayudar al director».

La expo 55 galones… fue llevada por Víctor Hugo a Italia hace varios años y la Embajada cubana allá decidió «itinerarla» por cinco o seis ciudades italianas, en las que fue muy bien acogida y se convirtió en una sensación. La crítica fue muy favorable.

«La Embajada me mandó una carta de felicitación por esa obra y su repercusión popular. Aún los italianos me mandan mi raro pincel, de distintos colores, para que siga creando y me denominaron “El pintor del bolígrafo”. Una coleccionista cubana de bolígrafos, Benilde, fue a verme, al saber que yo pintaba con lo que ella coleccionaba».

Yabreu, Raúl Genaro, curador y también creador y artista de Playa, y Víctor Hugo, el director, presentaron al Fórum de Ciencia y Técnica de ese municipio la ponencia Concierto a muchas manos, sobre la importante función cultural, social, histórica y educativa del museo y obtuvieron el primer lugar.

«Aquel concierto contó con mis cuadros a bolígrafo; las tesis de Raúl Genaro acerca del almacenamiento, montaje y conservación de las obras plásticas y la valoración de Víctor Hugo en torno al papel valioso del museo para la formación de las nuevas generaciones».

Aclara Yabreu que el bolígrafo no puede ser de «tinta gel», de centropen; tiene que ser de tinta normal, más aceitosa y viscosa.

El joven pintor cursó hace algunos años la beca de creación literaria Onelio Jorge Cardoso, con Eduardo Heras León, aunque reconoce que es «más pintor que todo», inspirado en Alberto Guerra. Refiere ser feliz porque es profesor de muchos adolescentes y jóvenes en el museo, diariamente, después de las cinco de la tarde.

«No vivo del arte. Afortunadamente aún no me he comercializado. Mi pintor preferido es Cosme Proenza, un holguinero que pinta su mundo con mano muy limpia.

«Ahora me preparo para una nueva exposición bajo el título Gracias por el no, de crítica al burocratismo. Espero contribuir en algo a luchar contra esa angustia que hace sufrir a la gente en Cuba y en el mundo».

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