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El arquero Cupido

Estudios científicos recientes confirman que el amor es un fenómeno biológico, resultado de complejos procesos cerebrales, físicos y químicos

Autor:

Patricia Cáceres

Nadie ha escapado de al menos un flechazo del arquero más preciso de todos. Como si tuviésemos dianas en el pecho, Cupido se asegura de atinar al blanco, y casi nunca falla.

Pero esta vez la ciencia anda tras de él, hurgando entre heridas y flechas rotas para esclarecer el motivo de sus «delitos». Porque Cupido siempre deja pistas, y la ciencia las detecta.

Por eso, si su pecho ha sido blanco de las intenciones de ese angelito regordete, debería saber que, más que un sentimiento fortuito, el amor que lo invade en realidad se compone de complejos procesos biológicos, físicos y químicos en nuestro cerebro.

Para desentrañar tal sentimiento, científicos en todo el mundo tomaron pruebas de sangre, midieron el pulso y compararon el comportamiento de las personas, con el fin de explicar, desde el punto de vista biológico, qué sucede cuando nos enamoramos.

¿Corazón o cerebro?

Un estudio desarrollado en la Universidad de Syracuse, en Nueva York, confirmó que, más que un asunto del corazón, el amor es un proceso cerebral.

Según la profesora Stephanie Ortigue, al frente de la investigación, enamorarse puede provocar en el cerebro la misma respuesta eufórica que muchas drogas, y también activa varias zonas vinculadas con funciones cognitivas sofisticadas.

Además, ser «flechado» toma exactamente 0,5 segundos, sugiere la investigación, publicada en Journal of Sexual Medicine (Revista de Medicina Sexual) bajo el título La neuroimagen del amor. Ese es el tiempo en que el cerebro responde liberando compuestos químicos cuando se encuentra a la persona amada, señaló.

Al parecer, cuando un individuo se enamora se activan 12 áreas cerebrales para liberar compuestos químicos tales como dopamina, oxitocina y adrenalina.

Además —subrayó la profesora Ortigue—, diferentes tipos de amor implican la activación de distintas áreas cerebrales. El amor apasionado —dijo— despierta las zonas relacionadas con la recompensa y algunas funciones cognitivas superiores, como las que participan en la creación de metáforas y en la representación de la imagen corporal.

No obstante, aunque el cerebro se roba el mayor protagonismo, al hablar de amor el corazón también está implicado, destacó la investigadora.

«Cuando se generan cascadas de neurotransmisores en ciertas zonas del cerebro, el corazón se acelera y aparecen las “mariposas” en el estómago», puntualizó la experta, quien espera que estas respuestas científicas puedan ayudar algún día a reparar un «corazón roto».

El mapa del amor

Un grupo interdisciplinario conformado por especialistas de Canadá, Estados Unidos y Suiza determinó que dos estructuras cerebrales en particular, la ínsula (corteza insular) y el cuerpo estriado, son los responsables de pasar del deseo sexual al amor.

Según el diario ABC, la ínsula es una porción de la corteza cerebral plegada profundamente dentro de un área entre el lóbulo temporal y el lóbulo frontal, mientras que el cuerpo estriado se encuentra cerca, en el interior del cerebro anterior.

El amor y el deseo sexual activan diferentes áreas del cuerpo estriado, explicó por su parte la publicación El Mundo. El área activada por el deseo sexual se moviliza normalmente por las cosas que son inherentemente agradables, como el sexo o la comida.

Mientras, el amor está asociado con unas zonas cerebrales (el área tegmentaria ventral, la parte derecha del estriado y con dos regiones dopaminérgicas) que están relacionadas con la motivación, la expectación y la formación de hábitos.

Los expertos arribaron a tales conclusiones luego de realizar 20 estudios diferentes, donde analizaron la actividad cerebral de los participantes mientras observaban imágenes eróticas o la fotografía de una persona con la que estaban vinculadas de manera sentimental.

Sorprendentemente, el amor se localiza en una determinada área del estriado, asociada con las adicciones a las drogas. Según Jim Pfaus, principal autor del estudio, hay una buena razón para ello.

«El amor es en realidad un hábito que se forma a partir del deseo sexual cuando este deseo se ve recompensado. Funciona de la misma forma en el cerebro como cuando las personas se vuelven adictas a las drogas».

La relación de adicción —agregó— ocurre cuando el objeto de nuestro amor se va bruscamente. Entramos en un estado de abstinencia en el que nos sentimos deprimidos y anhelamos al otro, y a menudo se hace cualquier cosa para conseguir a esa persona.

Pero no tiene por qué ser, necesariamente, un mal hábito, afirmó Pfaus. El amor activa diferentes vías en el cerebro que están involucradas con la monogamia y con la creación de lazos afectivos.

Casado=Longevo

Un artículo publicado en el British Medical Journal, por John y David Gallacher, de la Universidad de Cardiff, Reino Unido, asegura que las personas casadas viven más y que los beneficios para la salud del matrimonio se incrementan con el tiempo.

El estudio, aplicado a personas de siete países de Europa, reveló que la tasa de mortalidad en las parejas casadas es entre diez y 15 por ciento más baja que en la población en general, según reseñó el diario Rusia Today.

Al parecer, el matrimonio tiene una influencia distinta en ambos sexos. Los hombres casados mantienen una forma física más saludable, gracias al cuidado de sus esposas que influye positivamente en su estilo de vida. Las féminas, en cambio, mejoran la salud mental, algo que los expertos asocian con la gran importancia que las mujeres dan a las relaciones personales.

En el caso de los adolescentes —subrayan los autores de la investigación— las relaciones amorosas pueden provocar síntomas de depresión, y en los jóvenes adultos, los romances no tienen ningún efecto. Por tanto, para sacar beneficio del matrimonio hay que haber madurado, enfatizan.

John y David Gallacher calcularon que la mejor edad en las mujeres para casarse es entre los 19 y los 25 años, y para los hombres después de cumplir los 25.

En el matrimonio las personas también obtienen un mejor sistema de apoyo social, concluyeron los especialistas. Aunque —advierten— no todas las relaciones son beneficiosas, y en ciertas ocasiones es mejor quedarse solo.

El mejor analgésico

Además de la aspirina, dipirona y otros analgésicos conocidos, los sentimientos intensos y apasionados propios del amor pueden proporcionar alivio para cualquier tipo de dolencia física. Así lo aseveró un estudio del Centro Médico de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, publicado en la revista PLoS ONE.

«Cuando las personas se encuentran en la fase del amor más apasionada existen alteraciones significativas en su estado de ánimo que impactan sobre su experiencia del dolor», sentenció el investigador Sean Mackey, responsable del estudio.

Para arribar a esa conclusión, el equipo científico reclutó a 15 universitarios, ocho mujeres y siete hombres, que se encontraban en sus nueve primeros meses de relación, y les pidió que trajeran fotos de sus enamorados y de un conocido de igual atractivo.

«Queríamos que los sujetos se sintieran eufóricos, energéticos, pensando obsesivamente en la persona amada», señaló Mackey.

Luego, les mostraron de forma sucesiva dichas imágenes mientras calentaban un estimulador térmico controlado por ordenador, situado en la palma de la mano, con el objetivo de causar un dolor leve. Simultáneamente, los cerebros de los participantes eran escaneados por un equipo de resonancia magnética funcional.

Según reseñó el diario ABC, los resultados mostraron que el amor conseguía reducir el dolor, y en niveles mucho más altos que cuando el sujeto se concentraba en la foto del conocido atractivo.

No obstante, como existen evidencias de que la distracción también alivia muchas dolencias, para no confundirla con los efectos del amor, se les dijo a los alumnos voluntarios que pensaran en cualquier otra cosa. Si bien esto fue efectivo para aliviar la dolencia, los cerebros utilizaron vías diferentes en cada caso.

«Con la prueba de la distracción, las vías que condujeron al alivio del dolor fueron en su mayoría cognitivas, mientras que el alivio inducido por el amor estaba más asociado a los centros de recompensa», dijo Jarred Younger, otro de los especialistas implicados en el experimento.

Al parecer, involucra aspectos más primitivos del cerebro, de forma similar a como funcionan los analgésicos, agregó.

Pero, por mucho que usted se entregue al amor, los investigadores no aconsejan olvidarse por completo de los medicamentos. Lo mejor —argumentan— sería combinarlos.

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