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El pronóstico de una vida digna

Julio Marchán Florín es un joven autista que logró incorporarse a la sociedad. Hoy es el mejor trabajador de la escuela especial Dora Alonso para niños con su mismo padecimiento, un centro donde se demuestra el humanismo extraordinario de la pedagogía y la escuela revolucionaria cubana

Autor:

Margarita Barrios

«Hoy estará parcialmente nublado y se nublará en algunas localidades del interior, con aislados chubascos y tormentas eléctricas. Las temperaturas máximas estarán entre 30 y 34 grados Celsius y serán superiores en el oriente del país. Los vientos soplarán del este al sudeste». Los detalles del estado del tiempo para hoy nos los informa Julio Marchán Florín, un joven de 24 años de edad y apasionado de la Meteorología, quien sin dudar un instante repite en detalles lo que escuchó en el Noticiero de Televisión.

«Ahora, del 1ro. de junio al 30 de noviembre, viene la temporada ciclónica», afirma. «Hay que estar alertas. Cuando Sandy fue tremendo; bueno, aquí tomamos medidas pero lo peor fue en el oriente del país».

Julio fue alumno de la escuela especial Dora Alonso para niños  autistas. Hoy labora en ese mismo centro, donde se siente «bien, feliz», todos lo quieren y respetan, y además se ganó la condición de mejor trabajador del centro. «Me dieron un diploma; lo tengo guardado con mis cosas, en mi taquilla, para que no se pierda».

Con gran emoción cuenta su labor en la escuela que tanto quiere: «Riego las matas, limpio todo el jardín, que no queden hojas… También ayudo con la basura y que todo esté lindo y recogido. Y en la cocina, a ordenar las bandejas.

«En la guagua voy al lado del chofer, y le advierto que debe tener respeto por las leyes del tránsito. La luz de los semáforos: la verde para seguir, la roja para parar...  También ayudo a subir a los niños pequeños, y cuido que no quede ninguna mochila abandonada, que no se pierda nada».

La Doctora en Ciencias Imilla Campo Valdés, directora de la escuela, explicó que Julio empezó a atenderse a los nueve años, ya un poco tarde, pero ha logrado incorporarse a la sociedad, desde sus limitaciones.

«La mayoría de los adultos con autismo no pueden trabajar —argumentó—, y si lo hacen necesitan de un apoyo, supervisión; por eso esta escuela es ideal para que Julio trabaje.

«Las personas con autismo son inflexibles, rutinarios. Esas características nosotros las convertimos en potencialidades, y se hacen trabajadores de calidad extrema.

«Claro que necesita apoyo; no podemos permitirle que labore hasta el cansancio, ni si está lloviendo o que deje de almorzar para continuar la labor.

«Bajo nuestra supervisión su trabajo es excelente y bueno para él. Aquí está integrado, anda independiente por toda la escuela y es muy querido por los trabajadores, los estudiantes y sus familiares. Es para nosotros una bendición y un resultado evidente de nuestro trabajo».

Atender la diversidad

El país cuenta con escuelas especiales para niños autistas en Santiago de Cuba y Cienfuegos. La Habana tiene dos, la Dora Alonso, que atiende a 55 niños entre uno y siete años de edad, y la Cheché Alfonso, para preadolescentes, adolescentes y jóvenes. En total hay una matrícula de 188 escolares con esta necesidad educativa especial.

La Doctora Imilla comenzó su trabajo en 1992 como licenciada en Educación, en la especialidad de Defectología, en la escuela Cheché Alfonso, que entonces atendía a menores con trastornos emocionales y de conducta. Desde 2002 se incorporó a la Dora Alonso y asumió su dirección en 2007.

«De los 55 niños que tenemos hoy en el centro, 19 tienen atención combinada —puntualizó—; es decir que vienen algunos días a recibir cuidados educativos especializados, pero están matriculados en círculos infantiles o en otras escuelas de enseñanza general o especial.

«Nuestro centro tiene también un carácter de tránsito. En la medida en que el nivel de desarrollo del estudiante va evolucionando se incorpora a otros planteles».

—¿Cómo llegan los niños y niñas a esta escuela?

—A veces los padres, las educadoras de los círculos infantiles o los médicos de familia se dan cuenta de que el niño tiene algo diferente, porque aunque se nace con autismo, los síntomas se van haciendo más evidentes luego del año y medio o los dos años de edad.

«Tienen el diagnóstico de un psiquiatra infantil, y conocen que la escuela existe, y se acercan, o también son enviados por el Centro de Diagnóstico y Orientación.

«Es importante destacar que atendemos además a la familia, lo cual es muy importante para el desarrollo adecuado del muchacho».

La directora explicó que el trabajo psicopedagógico comienza desde que se recoge al niño en la casa, en el ómnibus de la escuela. «Todo los educa, los hace departir con los demás, socializar, aprender.

«Además, las tareas de la escuela no se limitan al interior del centro, los llevamos a paseos como el zoológico, el acuario, el Coppelia, el Parque Lenin, a comer a un restaurante, a pasear por La Habana Vieja. Porque el niño tiene que aprender a vivir en sociedad.

«Ellos son personas que tienen los mismos derechos a recibir todos los beneficios sociales, y además ocurre un proceso de retroalimentación: mientras ellos aprenden a comportarse en lugares públicos, a esperar, a interactuar, la sociedad comprende que existe la diversidad.

«Como nuestra escuela está ubicada en Ciudad Escolar Libertad, donde hay muchos centros escolares, los vinculamos con esos estudiantes, porque esa interrelación, ese intercambio social, favorece a todos».

El autismo es un espectro de trastornos caracterizados por un grave déficit del desarrollo, permanente y profundo. Los síntomas, en general, son la incapacidad de interacción, el aislamiento y las estereotipias.

Al preguntarle a la doctora Imilla sobre este padecimiento nos explicó que no se cura, pero que las investigaciones realizadas a nivel mundial demuestran que el tratamiento educativo es el que da mejores resultados.

«Es de nacimiento y no se conocen las causas de su aparición. Hay muchos mitos al respecto; por ejemplo que son extremadamente inteligentes, aunque es cierto que pueden tener algunas habilidades; también que no se puede hacer nada para estimular su desarrollo, y eso tampoco es verdad.

«Cuando la familia los ve avanzar y se implica en el proceso, todo fluye mucho mejor. Esta es una experiencia aún joven para nuestra educación, pues la trabajamos hace apenas 17 años; sin embargo ya tenemos avances y seguimos investigando y haciendo todo el esfuerzo por entregarles a nuestros alumnos y sus padres todo el apoyo».

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