Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Sobra la soledad (I)

En Cuba, la atención a las personas con conducta deambulante constituye una estrategia de prioridad para el Estado, en la que no puede faltar el trabajo multisectorial y el apoyo familiar

Autores:

Odalis Riquenes Cutiño
Ana María Domínguez Cruz
Yuniel Labacena Romero

Un gato de rayas grises se acurrucaba, a ratos, encima de su saco. Sus pies descalzos dejan huellas en muchas calles, sus uñas ennegrecidas superan las yemas de sus dedos y la barba se acumula en su rostro.

Bajó la vista y acomodó los cartones. «No quiero hablar, esta es mi casa y no quiero a nadie», refunfuñó, y los colocó de manera tal que impedían que nos acercáramos. En ese pedazo de portal de una casa abandonada tiene su espacio, y en él organizó los objetos sucios que sacaba del saco.

Botellas, latas, libros viejos, un par de zapatos, una cartera descosida y una toalla mal cortada. «Todo esto es mío, nadie me lo puede quitar, me lo encontré y lo voy a usar o a vender, haré lo que yo quiera», decía mientras ubicaba sus pertenencias y nos lanzaba miradas de desconfianza.

¿Su familia lo visita de vez en cuando?, preguntamos. «A mi casa no viene nadie, no quiero que me visiten. Casi nunca estoy, siempre salgo a la calle a caminar, a comer, a buscar periódicos. Si vienen no me verán, o no los dejaré pasar… Además, yo no tengo familia».

Encendió un cigarro con un fósforo y perdió sus ojos hacia la calle. Este hombre no recibe afectos y por ahora, así lo prefiere. «Algún día me verán distinto, ahora no. Yo quiero vivir aquí, en mi lugar, solo. No molesto, no busco problemas… Solo quiero tranquilidad».

«No quiero que me pregunten nada, yo no les pregunto nada. Todos me miran raro y yo busco mis cosas, me tomo unos buches de ron y me duermo. Estoy bien, a veces los veo pasar y me acuerdo de la casa, la otra casa que también era mía. Ya no lo es, ni de ellos tampoco. Ahora todo el mundo tiene lo suyo. No me pregunten nada; si no traen nada para mí, no tienen que quedarse aquí».

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«Desde hace tiempo la veo en el mismo lugar, siempre la han tratado como si estuviera loca, pero no creo que lo esté. Ella saluda a los niños y pide un peso para tomar café a todo el que pasa por su lado. No grita, no se acuesta en el piso, y de vez en cuando enseña la estampita de la Caridad del Cobre. Dice que es su hermana, y la gente se ríe».

Grisel Fernández, dependienta de una cafetería, encuentra a la señora todos los días, temprano. «No la verás nunca sin ese bolso grande de colores y sin el pañuelo en la cabeza. Cuando me pide un café, reza un Padre Nuestro mientras se lo preparo, me desea salud y cosas buenas. Se lo sirvo en su vaso plástico y le doy algo más para comer, y ella lo coge, se va y después me da las gracias desde lejos».

La vemos sentada en la acera, mirando la gente pasar. «Un día se desmayó al levantarse y algunos la ayudaron. Crucé la calle y cuando despertó le di un poco de agua. Me llamó Natalia y se sonrió. Después se espabiló y lo olvidó, y no supe si era una hija suya o una amiga. Si supiera que tiene familia, yo los buscara y les pidiera que la llevaran a la casa. Está muy viejita para vivir en la calle».

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Según el Censo de Población y Viviendas de 2012, hasta esa fecha existían en el país 11 167 325 habitantes. De ellos, unas        1 108 eran personas con conductas deambulantes: 958 eran hombres y 150 mujeres; 641 tenían entre 16 y 59 años de edad, y 467, de 60 y más años.

A partir del año 2012, y aunque ya se realizaban acciones desde la década de  1990, existe un protocolo de actuación para la admisión, diagnóstico, atención y reinserción social de los individuos con conductas deambulantes, que aúna en esos propósitos a los ministerios de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) y Salud Pública (Minsap), la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y la Fiscalía General de la República, entre otras entidades y organismos del Estado.

Baúl de vivencias y recuerdos

Bondadosa y humanista. Priman estos adjetivos cuando se habla de la política que, a partir de la voluntad del Estado cubano, se desarrolla con esas personas, y que tiene como objetivo modificar su estilo de vida, mejorar su estado de salud y reincorporarlos a la sociedad.

Para la especialista de Primer Grado en Psiquiatría Emelis Alfonso Carrillo, jefa del departamento provincial de Salud Mental y Adicciones de La Habana, dialogar sobre las acciones que se realizan de manera intersectorial para atender a estos individuos y en especial, de las asociadas al Minsap, es como abrir un baúl de vivencias y recuerdos que hoy, al cabo de más de 20 años de labor, no la abandonan.

«Cuando en los años 90 comenzó a implementarse esta política, aún de manera incipiente, yo trabajaba en la Dirección Municipal de Salud en Centro Habana, y tuve muchos casos de este tipo, tomando en cuenta que es uno de los territorios capitalinos de mayor presencia de personas con conducta deambulante.

«Participé en los recorridos y colaboré con el centro de evaluación y clasificación de deambulantes de La Habana en Capdevila, inaugurado en mayo de 1995, el cual fue el antecedente del Centro de Protección Social que hoy existe en Las Guásimas. No se olvidan fácilmente las historias de vida de las personas con las que tropiezas, y si no se tiene sensibilidad se corre el riesgo del fracaso».

La conducta deambulante en algunos individuos empezó a ser perceptible en los años del período especial, apuntó Alfonso Carrillo. «Los problemas económicos y la pérdida de valores originó situaciones de desarraigo familiar, dependencia del alcohol,   comisión de delitos, entre otros hechos que en no pocos casos se visibilizaron en el andar por las calles de estas personas, no tan jóvenes pero tampoco tan ancianas».

Conceptualizar esta conducta para elaborar toda la documentación concerniente a la práctica de la política diseñada en aquel tiempo fue un reto, dice la especialista, quien reconoce que lo principal era no estigmatizar desde el punto de vista social a quienes ya padecían cierta exclusión ante la mirada de los que le rodeaban y hasta de la propia familia.

«En otras naciones se les llama vagabundos, menesterosos, mendigos, homeless (sin casa), sin tierra, personas en situación de calle… Ciudadanos con conducta deambulante se refiere a quien se encuentra en situación de vulnerabilidad social, afectado por problemas de vivienda, relaciones familiares deficientes y aquejado por un estado de salud mental deteriorado, que se expresa en depresión, carencia de alimentación, vestuario deficiente, patrones desajustados de la conducta social, falta de aseo, conducta migratoria, pérdida de la autoestima y afectaciones toxicómanas que pueden o no desencadenar una conducta disocial.

«Es más frecuente dicha conducta en los grupos de mayor vulnerabilidad social como los adultos mayores que viven solos y las personas con discapacidad carentes de amparo socio familiar», expone la especialista, quien agrega que entre las actividades a las que se dedican estos individuos están la mendicidad, la limpieza de carros y áreas verdes, la recolección de materias primas, la venta de objetos en desuso o extraídos de la basura como vasos desechables, pomos plásticos, zapatos, revistas...

De manera general y a partir de la experiencia, la doctora Alfonso Carrillo subraya que entre el diez y el 15 por ciento de las personas con conducta deambulante son abandonados por la familia y enfermos mentales de larga duración, con deterioro severo de su estado de salud debido al irrespeto del tratamiento médico que deben seguir.

Agrega que entre el 30 y el 40 por ciento son adultos mayores con una marcada dependencia alcohólica, de los cuales menos del cinco por ciento son demenciados y de ellos, por fortuna, muchos son recogidos por la propia familia. Un porciento significativo presenta discapacidad intelectual moderada o severa, o alguna discapacidad física asociada.

«Los programas de protección a grupos de vulnerabilidad social comenzaron en la década de los 90, entre ellos, el de Atención al Adulto Mayor, por lo que se redujo considerablemente la población de la tercera edad en la calle. Sin embargo, quedaron quienes ya padecían de la dependencia al alcohol con poco más de 45 años, que son los actuales ancianos con conducta deambulante, y no pocos que carecían de vínculos laborales con conductas disociales y sin lazos familiares».

—¿Cuál ha sido la función del Minsap en la implementación de esta política?

—Durante las primeras acciones en la capital teníamos la mayor responsabilidad, aunque participaban otras entidades como los ministerios del Interior y el de Trabajo y Seguridad Social. Participábamos en la búsqueda de estas personas en las calles y las llevábamos al centro de Capdevila, cuya razón de ser se relacionaba con la evaluación, clasificación y mejoría de su estado de salud antes de favorecer su reinserción familiar y social.

«Sucedió que muchos se quedaron viviendo en el centro pues no tenían ya familia, ni pertenecían a ningun lugar, y algunos rechazaron su inserción en hogares de ancianos y casas de abuelos. Las bases normativas de las instituciones de salud no podían cumplirse, pues la estadía se extendía más de lo previsto, y solicitamos ayuda.

«Analizamos la situación, cuyas causas principales radican en cuestiones de índole social y no de salud, valoramos la labor del centro y en un ejercicio intersectorial, guiado por el MTTS, elaboramos ahora normativas específicas para cada sector en el  protocolo de actuación para la admisión, diagnóstico, atención y reinserción social de las personas con conducta deambulante.

«En la actualidad, una vez presentada la persona en el Centro de Protección Social, le corresponde al médico y a la enfermera que laboran allí todos los días realizar el diagnóstico clínico que permita la posterior evaluación del individuo, además de coordinar los casos necesitados de servicios de salud, como pueden ser los que ofrecen hogares de ancianos y los centros de salud mental.

«Para aquellas personas que requieran atención especializada se realizan las interconsultas de todas las especialidades, incluyendo estomatología; se coordina el ingreso en los hospitales de quienes lo necesiten; se utilizan los servicios de policlínicos cercanos y se garantiza la rehabilitación integral de las personas que lo ameriten, con la ayuda técnica que les resulte vital.

«Ofrecemos en el centro el tratamiento de deshabituación al alcohol, pues es muy común esta dependencia en las personas con conducta deambulante, y se estimula la terapia grupal en el centro comunitario de salud mental asignado, si fuera obligatorio. Igualmente aseguramos el traslado de inmediato a una institución de salud mediante el transporte sanitario del Sistema Integrado de Urgencias Médicas».

Alfonso Castillo precisa que si se reporta un embarazo en una mujer que mantiene este estilo de vida, su ingreso en el hogar materno es inmediato, como sucede con todas las embarazadas de riesgo en el país.  «En esta institución se le garantiza la atención integral al bebé y a la madre, quien es remitida al servicio de salud mental perinatal existente en el territorio.

«Esto ocurre si su condición de dependencia al alcohol u otras sustancias nocivas  así lo demanda, o en caso de que padezca alguna discapacidad intelectual y conducta disocial asociada. Igualmente garantizamos su permanencia hasta el parto o después. No es muy común encontrar menores o recién nacidos en estas condiciones, pero estamos preparados para asegurarles a la madre y al bebé todas las atenciones que contempla el Programa Materno Infantil».

Entre los primeros programas de protección a grupos vulnerables se encuentra la Atención al Adulto Mayor. Foto: Abel Rojas Barallobre

Preocupación del estado

El hecho de que decenas de hombres, mujeres y menores de edad vaguen por las calles de cualquier país, constituye un fenómeno inherente a la expansión urbanística y económica de las grandes ciudades en las que pululan el desempleo y las desigualdades sociales. Sin embargo, en Cuba, donde la dignificación del ser humano motivó los primeros pasos desde el mismo triunfo de la Revolución, el tratamiento a los deambulantes emerge como una estrategia en la que no se conciben titubeos.

Lo confirma Yoe Majín Hernández, subdirector de Prevención, Asistencia y Trabajo Social del MTSS, quien añade que en la Mayor de las Antillas nadie queda desamparado y se prioriza la atención a los grupos sociales más vulnerables, sobre todo a partir de la aprobación en 2012 del Decreto 268 del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, que integró la labor de prevención, asistencia y trabajo social.

Al referirse a la política aprobada para atender a las personas con conducta deambulante insiste en que la filosofía de esta alternativa no se limita ni se basa en «recoger» a las personas para que la ciudad «luzca mejor» o para que no sean vistas por los turistas, como muchos piensan erróneamente. «La premisa es que son seres que requieren atención y mejor calidad de vida, por lo que constituyen una preocupación para el Estado cubano.

«En tal sentido, el protocolo de actuación que hemos aprobado tiene el fin de reducir este fenómeno social, brindar atención médica y social a las personas con conducta deambulante, atendiendo a su vulnerabilidad, y evaluar integralmente a las personas protegidas en el centro de protección social, considerando la posibilidad de su reinserción al medio», afirmó.

No obstante, reiteró, la conducta deambulante es multicausal, por lo que en su instauración no intervienen factores aislados, sino un conjunto de condiciones. «Entre ellas se destacan también la falta de solvencia económica para la satisfacción de sus necesidades básicas o de vivienda, que los lleva a asumir esta conducta como un modo de vida; el maltrato o violencia intrafamiliar, la pérdida de valores éticos, morales y familiares y la desprotección de personas vulnerables en comunidades con estilos de vida no saludables, de tránsito o barrios marginales.

«Igualmente están la exclusión, desatención y rechazo familiar hacia el pariente que asume esta conducta, la convivencia en núcleos familiares disfuncionales, la tolerancia por parte de la sociedad hacia este fenómeno, la falta de acciones de prevención para combatirlo y de la necesaria integración y sistematicidad en la atención intencionada que deben realizar los diferentes organismos e instituciones para el enfrentamiento a esta situación.

—¿Cuál es el rol del MTTS en la implementación de esta política?

—El MTSS es quien propone, dirige y controla la política aprobada por el Estado y el Gobierno para la atención a este tipo de personas, mientras que los presidentes de los consejos de administración del Poder Popular en las provincias y municipios, de acuerdo con la política aprobada, y con el apoyo de las direcciones de Trabajo, son los que coordinan y adoptan las decisiones que correspondan para el desarrollo de esta actividad en sus territorios.

«En el caso específico del Consejo de la Administración Provincial (CAP), este organiza un grupo multidisciplinario para evaluar integralmente a los deambulantes, sus causas, condiciones y tendencias, incluyendo en el plan de la economía los recursos humanos, financieros y materiales necesarios para su funcionamiento. Además, garantiza la atención, integración y control del deambulante que sea devuelto al territorio por otra provincia.

«Las acciones a desarrollar por las diferentes entidades son de prevención, atención y reinserción social. En el primer caso el trabajador social tiene un peso fundamental, pues debe realizar y mantener actualizada la caracterización y el diagnóstico social de las personas, familias o grupos con riesgo de conducta deambulante; atenderlos de manera directa e integral, así como diseñar, implementar y evaluar acciones orientadas a la prevención y transformación de problemas sociales asociados a conductas deambulante y las causas que los generan, así como coordinar y participar en proyectos de transformación social».

—¿Quiénes pueden detectar y proceder con respecto a una persona con conducta deambulante?

—La detección de las personas, familias o grupos con conducta deambulante la pueden realizar los órganos, organismos, organizaciones o instituciones. Una vez que se detecta a esa persona se traslada al Centro de Protección Social, donde se verifica su identidad y la existencia o no de antecedentes delictivos.

«En el caso de las personas procedentes de otras provincias se coordina la atención y seguimiento con las direcciones provinciales y municipales de Salud y Trabajo, de manera que se garantice su permanencia en el territorio una vez trasladado.

«También verificamos si la persona está apta para el empleo y se gestiona su incorporación. De no suceder se procede a tramitar la prestación de la Asistencia Social, garantizando los recursos materiales y financieros que necesite. Además, se coordina con los órganos, organismos, organizaciones e instituciones diferentes acciones para su atención social».

Los funcionarios entrevistados explican también que existen organismos como la Vivienda y la Fiscalía con responsabilidades   muy puntuales. La primera tiene el encargo de definir la titularidad o el estado de la convivencia en el hogar de la persona detectada con conducta deambulante y además otorgar capacidad de albergue a aquellos individuos que lo requieran.

La segunda debe orientar jurídicamente a los ciudadanos que posean salud mental, acerca de la forma en que pueden ejercitar sus derechos. En consonancia, cuando se comprueba que la persona requiera proteger bienes o intereses de los cuales fue despojada o estén en riesgo, Fiscalía debe indagar sobre los familiares que corresponda para promover el expediente con ese fin y en caso de que no existan estos o que ninguno accione, debe hacerlo por su cuenta.

La PNR, además de verificar la identidad de la persona con conducta deambulante y sus antecedentes, debe promover la adopción de medidas legales sobre los familiares y responsables legales que incumplan su deber de atención a estas personas o que admitan voluntariamente o propicien esas conductas en los familiares bajo su abrigo. También ejecuta acciones legales sobre los casos más críticos y realiza requerimientos a las administraciones de aquellos locales públicos que admitan la ocurrencia de estas manifestaciones.

Qué dice la ley

Debemos destacar que en Cuba no existe una ley que regule específicamente el tratamiento a las personas con conductas deambulante; pero artículos de varias normas jurídicas son aplicables a estos casos. Por ejemplo, al revisar algunas legislaciones se destaca que cuando el lazo paternal consta en la inscripción de nacimiento, los descendientes tienen la obligación de ocuparse de los familiares que manifiesten esta conducta, a menos que estos últimos hayan sido maltratados por los primeros y expulsados de la vivienda, lo cual constituye un delito.

Además, la Constitución de la República de Cuba, en su artículo 38, del capítulo IV referido a la Familia, establece que «los padres tienen el deber de dar alimentos a sus hijos y asistirlos en la defensa de sus legítimos intereses y en la realización de sus justas aspiraciones».

El Código Penal, en su artículo 275, se refiere a la obligación de los padres con respecto a sus hijos, hasta que estos alcancen la    mayoría de edad (18 años). Asimismo, se establece el cuidado de discapacitados o desvalidos, y aclara que «el que abandone a un incapacitado o a una persona desvalida a causa de su enfermedad, su edad o por cualquier otro motivo, siempre que esté legalmente obligado a mantenerlo y a alimentarlo, incurre en sanción de privación de libertad de tres meses a un año. (...) Si como consecuencia del abandono se pone en peligro la vida de la víctima, la sanción es de privación de libertad de dos a cinco años (...) y si se causa la muerte del abandonado, la sanción es de privación de libertad de cinco a doce años».

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