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Aquella «nueva brava herida» de Maceo

Como tantas veces, el ímpetu del Titán de Bronce y su voluntad de superar cualquier obstáculo se evidenció tras ser herido en 1894 en tierra costarricense

Autor:

Luis Hernández Serrano

El mayor general Antonio Maceo sufrió un atentado en la capital de Costa Rica, en la noche del sábado 10 de noviembre de 1894, a la salida de un teatro. Esto se conoce, pero se ignoran los detalles principales del suceso, así como que una Orden Real puso en marcha el plan homicida y lo que nuestro Apóstol José Martí escribió al respecto.

Uno de los cubanos residentes en San José le comunicó a Maceo que se preparaba el atentado. Varios cubanos, colombianos, dominicanos y ecuatorianos se organizaron para repeler la agresión. El español Isidro Incera se había ofrecido para matar al General, y Lucio Chapresto Moreno, para quitarle la vida al periodista y secretario del jefe mambí, Enrique Loynaz del Castillo.

El doble asesinato se haría en el teatro Variedades, donde tenían un palco el General y Loynaz para la representación del drama El Maestro de Fragua, del francés George Ohnet (1848-1918). La función concluyó a la medianoche. Al salir Maceo a la calle, detuvo una discusión con los españoles. Minutos después, a 300 varas del teatro, iban dos grupos por distintas aceras, mirándose unos a otros. Los españoles eran más de 20, entre ellos sus organizadores: Chapresto e Incera.

Los acompañantes del Titán de Bronce formaron enseguida  dos grupos. Al llegar a cierto punto, comenzó un altercado entre el grupo revolucionario y el bando colonialista. Chapresto exigió a Loynaz que se retractara de sus palabras. Al parecer este disparó dos tiros al aire. El tiroteo se extendió a las dos partes. «¡A Maceo, tiradle a Maceo!», se escuchó del lado enemigo.

Incera se adelantó y le disparó al Titán, quien lo esquivó y se dejó caer al suelo, pues le había tumbado el paraguas que llevaba en sus manos. Incera aprovechó y le disparó por la espalda al General.

Los atacantes enseguida se desbandaron. Un inspector de Policía le ordenó a Maceo que lo siguiera. El General le preguntó a dónde lo llevaría. «A la policía», le dijo. Y Maceo, con calma y sereno, se negó a ir, pues estaba herido y tenía que verlo un médico.

Alguien le reprochó por su calma, y él comentó: «La verdad es que tengo 21 heridas en el cuerpo, no debo apurarme por la vigésimo segunda, que no me parece grave», lo cual evidencia su carácter tranquilo, su valiente postura y su absoluta serenidad.

La herida de Maceo fue provocada por un plomo calibre 44, que se le quedó dentro del cuerpo. Le aplicaron una sonda y no hallaron la bala. Lo iban a sajar, pero el jefe mambí no se dejó: «No me corten más, que bastantes heridas tengo, dejen que esa bala se quede donde está, junto con otras de la guerra».

El general José, hermano del Titán de Bronce, que estaba cerca, se irguió y puso el oído, cuando Maceo expresó que ese contratiempo no valía la pena y que los españoles oirían hablar de él muy pronto.

El General pasó un telegrama al Partido Revolucionario Cubano (PRC), en Nueva York. Y Martí respondió: «Cubanos indignados saludamos amado herido. Cuídese mucho».

Y enseguida calificó en el periódico Patria: «La cobarde intentona de asesinato que se quiso perpetrar en la persona del invicto General Antonio Maceo (…) Patria hace votos porque muy pronto se encuentre restablecido, para gloria de Cuba y terror de sus enemigos».

Más adelante el Delegado del PRC reclama nueva información. Loynaz cuenta a Martí de primera mano cómo fue todo, y el Maestro le escribe al Titán: «¿Y esa nueva brava herida que ha ido derecha al corazón cubano y viene a su hora? No diré palabras inútiles. Ninguna mano apretará la suya con el calor de la mía. Cúreseme».

Patria dedicó casi toda su edición 138 al atentado. En esa también el Apóstol expresaría: «Los graves sucesos no han logrado arrebatar a los cubanos de San José el respeto de que gozan, ni su vida gloriosa y necesaria al General Antonio Maceo».

Bibliografía: El Código Maceo. El general Antonio en América Latina, Armando Vargas Araya (Puntarenas, Colombia, 1946), Editorial Imagen Contemporánea, Academia de la Historia de Cuba, La Habana, 2012.

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