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«Guapear» la Historia y hacerla caminar

En los potreros de Lázaro López se conformó el Ejército Invasor en la Guerra de 1895 con Gómez y Maceo al frente, y los pobladores todavía se «hinchan» de orgullo cuando lo recuerdan. Por eso, El Chino se indigna si le dicen que las clases sobre el pasado de Cuba son para dormir

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

LÁZARO LÓPEZ, Majagua, Ciego de Ávila.— Bajito, fornido, con brazos que parecen de leñador y unos ojos entrecerrados. Así es Orelvis Hernández Mendoza, el director del centro mixto Ángel del Castillo. El Chino, como le dicen, lleva 29 años como maestro y 16 como director de esa escuela, ubicada en el poblado de Lázaro López, municipio de Majagua.

«Chino, ¿por qué no te has ido para Ciego?» —le preguntan. O la otra interrogante, que se mantiene en el aire: con tantos premios, visitas y felicitaciones de ministros, viceministros, presidentes del Instituto de Historia y de la Unión de Historiadores, con tantos congresos de Pedagogía, reconocimientos y hasta con una sala de Historia en el Centro que ponen de ejemplo por todos lados, ¿por qué a Orelvis no se lo llevan para otra parte?

Él dice: «Me lo han propuesto y lo he pensado. Pero no es lo mismo. En la ciudad las cosas son distintas: los padres, los muchachos, qué sé yo. A lo mejor resultaba, pero aquí me siento bien. No me quiero ir».

En el centro mixto Ángel del Castillo, la Historia se ha convertido en el centro de la enseñanza y su vínculo con la comunidad. Foto: Luis Raúl Vázquez Muñoz

¡Es el método, compay!

—Chino, venga acá: ¿por qué la Historia es tan aburrida?

—¡Oiga, a mí me da un genio cuando escucho eso...!

—Eso dicen los muchachos. Que las clases de Historia son para dormir.

—¡Qué dormir ni dormir! Mira, lo que usted no siente no se lo transmite a nadie. ¿A quién le gusta una clase de Historia con el maestro delante del aula con un libro en la mano? ¡Eso es una barbaridad! Las clases de Historia hay que hacerlas prácticas. Sacar al muchacho de la clase, llevarlo a un museo, a un lugar histórico.

«Al joven le gusta actuar y hay que hacerlo vivir la Historia, meterlo en el acontecimiento. ¿Usted piensa que es lo mismo palabrear un libro que llevar a los muchachos al museo o traer a dos internacionalistas, contar que uno salvó al otro y que hasta se echen a llorar cuando recuerdan todo aquello? No es la asignatura, compadre, ¡son los métodos!».

Un detalle (I)

En Lázaro López la historia se encuentra a flor de tierra. En ese lugar ocurrieron combates en las gestas independentistas, incluida la muerte del general mambí Ángel del Castillo, al atacar el fuerte español de la zona. En sus potreros se conformó el Ejército Invasor en la Guerra de 1895 con Gómez y Maceo al frente. Los pobladores hablan de esos hechos con orgullo y, a lo largo del tiempo, han recogido restos de armas de fuegos, proyectiles y machetes. Todos esos objetos y muchos más se han llevado para el centro mixto, donde los alumnos y profesores han creado una salita de Historia.

Meterse en la comunidad

—¿Por qué la gente trae todas esas piezas para la escuela?, ¿por qué no las botan?

—Nosotros vivimos metidos en la comunidad. En el centro tenemos dos círculos de interés, uno de Historia y otro de Pedagogía, y con ellos vamos a todas partes. A las reuniones de padres, del CDR, del delegado, a las juntas de campesinos y allí hablamos de Gómez, Maceo y todos los generales que estuvieron por acá y hasta de Juvenal Espinosa, que fue el maestro que tuvimos en Lázaro López a partir de 1951 y guapeó para que en esta zona hubiera bustos de Martí.

«Eso hace que la gente vea la importancia de las cosas, y aquí los atendemos cuando encuentran algo. Voy a decir más: con el mayor respeto, pero yo tengo la concepción de que la Historia es la base de toda la enseñanza y eso lo hemos aplicado en la escuela. Usted podrá saber mucha Matemática o escribir sin faltas de ortografía, que si no conoce lo de atrás, incluso de su familia, usted no podrá identificarse ni sentirse orgulloso, ni querer de verdad a su gente y a su tierra».

Un detalle (II)

Máximo Gómez acampó en las márgenes del río Ocujal, próximo al poblado. Las pioneras Lorena Suárez González y Yunaisy Tussel Casteñeda hablan en detalles de ese hecho y cuentan, además, de cómo los pioneros cuidan un túmulo que señala el lugar, el cual utilizan en las acampadas pioneriles. Su conocimiento es tan preciso que, incluso, saben de uno de los platos consumidos por Gómez: el pan Patato, que se cocina con yuca, coco, leche, grasa, miel de abeja y yuca.

Duro para formar, no para humillar

«Eso de que los alumnos hablen de los mambises y vincular la escuela con la comunidad a través de la Historia, no es fácil —explica el director. Es un trabajo de años».

—Chino, ¿y por qué la gente te quiere si tú eres bien recto?

—A un blandengue no lo quiere nadie, compay. Uno sí tiene que ser flexible, saber en qué momento debe hablarle a la gente. A veces un llamado de atención en privado es más convincente que en público. Y lo bueno para ti, tiene que serlo para tus compañeros, lo demás es oportunismo.

—¿Y cuándo has tenido que ser duro?

—Duro para formar, no para humillar. Mira, yo tengo aquí un profesor joven, que no te lo cambio por nadie. El muchacho tuvo problemas en otra escuela y lo mandaron para acá. Cuando apareció, venía muy pepillito, con un par de audífonos en las orejas. «Quítese esas cosas —le dije—, esto es una escuela y los oídos están para escuchar a los alumnos».

«En la dirección me dice: “Yo soy el que ponchó a 40 muchachos en la otra escuela”. “¡Por bobo!”, le disparé y se quedó boquiabierto. “Sí, por bobo —repetí—, porque a esos alumnos los repasaron y después aprobaron. ¿Quién quedó como inepto? Tú. Aquí no quiero ni ponchados ni notas regaladas”. El joven entró en nuestro sistema y aquí está».

—¿Qué hacen ustedes para no tener desaprobados?

—No hay motivos para tenerlos. Un director no puede permitir que al final de curso se aparezca un profesor con un bulto de ponchados. Si eso ocurre es porque no se revisaron libretas, no hicieron la preparación metodológica como es debido, no identificaron al muchacho con problemas y trabajaron con él para solucionarlo, y el primero que no hizo nada fue el director, que no controló. ¡Es un problema de método, compadre, ya se lo dije!

—¿Cómo es eso que tú dices, que a los muchachos no se les puede dejar probar fuerza?

—Positivo. Eso se ve con el estudiante de secundaria. Te falta un día y si lo dejas, ni la ministra de Educación lo hace regresar. Porque prueba la calle, la música, se empieza a hacer la idea de que puede vivir sin estudiar. Ahora, si lo coges a lo cortico los primeros días, no a la semana, la cosa cambia.

—Contigo, ¿cuántos han probado fuerza?

—Como diez, y todos regresaron. A unos cuantos los desperté y les quité la sábana porque me aparecí en la casa al amanecer. «Arriba, para la escuela», les decía. Claro, algunos tenían problemas económicos en el hogar y pensaban que era más importante trabajar que estudiar. Ahí conversamos mucho con los padres. La escuela sin el apoyo de la familia avanza poco o con mucha dificultad.

—Chino, ¿y si mañana tú tuvieras que irte de la escuela? ¿Qué harías? ¿En qué pensarías?

—Compadre, ¿tú sabes que no he pensado en eso? No sé...; mira: de lo diez presidentes de CDR en la zona, ocho salieron del centro. Nuestra escuela es la que más estudiantes aporta a las carreras pedagógicas, y nuestros muchachos se mantienen en esas especialidades. El centro recibió la Réplica del Machete de Simón Reyes, que es la distinción más alta que entrega el Gobierno provincial. Vaya, que hay un trabajo y si me voy, lo hago tranquilo. Porque lo haré con el cariño de mi gente.

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