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Hay que patear esa lata

El precio de los refrescos enlatados en el sector no estatal se ha elevado de forma paulatina, como consecuencia de una especulación en la que el consumidor nunca gana

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

JATIBONICO, Sancti Spíritus.— Aunque ha pasado casi un mes, todavía Ernesto Hidalgo se encoleriza cuando recuerda el altercado verbal sostenido en una de las cafeterías particulares ubicadas en el tramo de la Carretera Central de este territorio.

El joven bajó corriendo de la Yutong, en busca de apaciguar el calor y la sed de su hijo, renuente a tomar otra cosa que no fuera un refresco enlatado.

Al pedir el producto y extraer de su cartera 15 pesos, tropezó con la primera piedra de un camino que —a su juicio— conduce a un destino tortuoso, injusto y en el que los especuladores transitan a su libre albedrío.

«Socio, te faltan cinco», le ripostó el vendedor desde el otro lado del mostrador con cara de pocos amigos. «¡A 20 pesos ya está el refresco aquí! ¿Cómo esperas ganarle casi más que todos los que intervienen en su cadena productiva? Esto…», no pudo seguir con la especie de clase de mercadotecnia, pues la frase llegada de la voz gruesa de su interlocutor aún lo irrita.

«Si no lo quieres, no lo compres», cortó tajante la plática: no existía negociación ni entendimiento posible.

Y aunque Ernesto desembolsó la cantidad requerida, no se conforma. Luego comprobó que en otros puntos de venta de trabajadores por cuenta propia, cercanos al hospital provincial Camilo Cienfuegos y al hospital pediátrico José Martí, de Sancti Spíritus, los refrescos enlatados a menor precio son una quimera. Y todo ello asumido como «norma», bajo el escudo de la tan «alabada» para algunos, ley de la oferta y la demanda; para el resto —los consumidores—, como dicen en el oriente del país: «por los pantalones de Maceo».

Es cierto que el precio de las sugerentes laticas en el sector estatal, diez pesos, resulta elevado para el bolsillo medio; pero la cuenta no «cuadra» de forma alguna cuando se constata que en poco más de un año su costo ha aumentado en los puntos particulares de 13 a 20 pesos, y el de las maltas de 20 a 25. De seguir aumentando será prácticamente un lujo saborearlas. Un lamentable hecho que roza no solo con la falta de respeto, sino con la «ley de la selva».

Entre la demanda y la oferta

Hasta este momento, en Cuba las actividades por cuenta propia y sus alcances se rigen por lo establecido en la Resolución No. 42/2013, publicada en la Gaceta Oficial No. 027 Extraordinaria de 26 de septiembre de ese año.

De acuerdo con el máster en Ciencias Gustavo Alcántara Benítez, subdirector de Empleo de la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social (TSS), en ese documento queda establecido que solo está autorizado a vender el refresco enlatado adquirido en la red minorista quien ejerce como elaborador vendedor de alimentos y bebidas mediante servicio gastronómico en restaurantes (paladares) y en punto fijo de venta (cafetería), así como el elaborador vendedor de alimentos y bebidas no alcohólicas a domicilio y la cafetería de alimentos ligeros; en todos estos casos siempre que tengan un valor agregado incluido.

«Dígase, por ejemplo, que lo expendan de forma fría, en un vaso… No está legislado que lo puedan vender al por mayor. En la “42” también queda claro que quienes tienen licencia como elaboradores vendedores de alimentos y bebidas no alcohólicas de forma ambulatoria no pueden comercializar productos importados ni adquiridos en la red minorista», explica.

En dicha Resolución no se plantea nada referido a los precios de los productos y servicios que ofrecen las 201 actividades aprobadas.

«En el sector no estatal no hay regulación de precios. Todo transcurre bajo el concepto de la ley de la oferta y la demanda. Solo el Consejo de la Administración Provincial tiene el poder de dictaminar algunos precios. En Sancti Spíritus se ha hecho en determinadas oportunidades, como por ejemplo carnavales y semanas de la cultura, para lograr similitud con los precios del sector estatal», añade Alcántara Benítez.

Mas la práctica ha demostrado que esa formación de los precios entre los cuentapropistas evidencia y sustenta el afán desmedido de lucro de unos cuantos. Nadie puede considerar razonable que el valor de una lata de refresco en una cafetería en plena calle, donde muchas veces se compra y se sigue el paso, sea el doble de lo que cuesta en el mercado minorista. Es inadmisible, ni aunque te lo sirvan en copas de cristal baccarat. En ese proceso de comercialización no se invierte en otros productos ni tampoco esfuerzo humano alguno, como sí ocurre en la elaboración de alimentos o confección de artículos.

Tras realizar una encuesta entre varios titulares de negocios espirituanos, en busca de comprender las causas de esa alza desmedida, se obtuvieron criterios comunes: «Hay que “luchar” duro, porque llegan muy pocas cajas a los mercados»… «Como no siempre el Estado tiene, la gente paga lo que sea»… «No estamos violando nada, esto es oferta y demanda»…

Según Osmany Rodríguez Martínez, jurídico de la Dirección Provincial de TSS, el mismo nombre de la ley de oferta y demanda expresa su significado: la relación existente entre la demanda de un producto y la cantidad ofrecida de este, según su precio.

«Para que exista un equilibrio entre esos factores debe ocurrir que los consumidores compren todos los productos que se ponen a su disposición. Por tanto, la demanda disminuye cuando el precio aumenta, y cuando la cantidad ofrecida es mayor que los intereses de los públicos, los vendedores tienen que bajar los precios para elevar las ventas», refiere.

Pero «siempre está el que lo compra sin importarle el precio», opina uno de los encuestados.

Para Rodríguez Martínez, experimentado abogado yayabero, detrás de esta lastimosa realidad convive un factor decisivo: la ausencia en la provincia de un mercado mayorista para el sector no estatal. Sin dudas, la principal preocupación para los titulares de negocios en ese sector.

«Su ficha de costo tiene que partir de un precio minorista, llevándolos muchas a veces a determinar cifras de pago inaccesibles para muchas personas. Además de que compiten con el usuario natural que adquiere el producto en la tienda, por lo que no tienen garantía de su acceso a este», agrega.

Otro de los problemas que afecta al sector no estatal, a juicio del Subdirector de Empleo de la Dirección Provincial de TSS es la insuficiente presencia en las tiendas de productos estrella, entre los que se destaca el refresco.

Y se justifican con que «al tener que adquirirlos hasta en provincias vecinas se ven obligados a subirles sus precios, porque si no, tienen pérdidas», concluye el directivo.

El ser y el tener

Aunque ya existen puntos de venta de mercados mayoristas en el país para el sector no estatal, solo satisfacen la demanda de los productos agrícolas, industriales y otros asociados a la apicultura. Todavía ha sido imposible ampliarlos en todos los territorios de la nación y con ofertas más diversas.

Por ello muchas veces se han detectado negociaciones directas de cuentapropistas. Por ejemplo, en la ciudad del Yayabo resulta casi imposible ver en el mostrador de los Mercados Ideales refrescos enlatados o en pomos. De sus almacenes saltan a los puntos de venta particulares. Tanto en las inmediaciones de esos espacios como de las tiendas recaudadoras de divisas resulta común ver la salida de cajas de esos productos adquiridos por una sola persona. Por ello los particulares pocas veces están desabastecidos, como suele suceder en los centros estatales.

«El acaparamiento se sanciona según nuestro Código Penal, siempre que se personalice el hecho, según las condiciones que configuran la tipificación o no de ese delito», aclara el jurídico espirituano. Una delimitación, de ser prudente, tal vez haría factible el enfrentamiento a hechos de este tipo. Pero está por determinarse si puede tipificarse de esa manera la compra al por mayor en el mercado minorista, como ahora es común por una realidad concreta.

De cualquier forma, los exorbitantes precios de las bebidas enlatadas en el sector no estatal espirituano no se justifican, a no ser que se asuman como una decisión «porque sí».

El tope de los precios en esa otra cara del comercio cubano debería ser analizado en el estudio que se realiza sobre esas actividades con el objetivo de perfeccionarlas, así como por los consejos provinciales de la administración.

De seguir la tendencia actual, en cualquier momento tomarse un vaso de líquido colorante, azucarado y con gas será prácticamente imposible. Urge patear esa lata.

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