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Solo un poco diferentes (+ Infografía)

La Escuela Especial Dora Alonso recibe a niños capitalinos diagnosticados con trastorno del espectro autismo para estimular sus capacidades e insertarlos en la sociedad

Autores:

Sheila Noda
Arlette Vasallo
Aymelis Alfaro

Ariel tiene seis años, es capaz de contar hasta el diez y leer oraciones completas. Sabe el nombre de sus compañeros de aula, juega e intercambia con ellos. También, es uno de los 90 niños diagnosticados con trastorno del espectro autismo que estudia en la Escuela Especial «Dora Alonso» de Ciudad Libertad.

Aunque conoce las canciones populares y habla bien el español, sus raíces son angoleñas. Su abuelo tras recorrer varios países llegó a Cuba, en busca de una mejoría para su nieto y decidió que aquí la encontraría.

Y no se equivocó. Su maestra Odalis Rojas asegura que el cambio es notable, «cuando lo recibimos no hablaba, tenía trastorno de la flexibilidad, problemas de conducta y no se concentraba. Hoy, Ariel es más independiente y está vinculado a una escuela primaria donde se relaciona con niños de su edad».

Desde hace 16 años, ese es el objetivo de la escuela Dora Alonso: lograr una estimulación temprana y oportuna de los infantes para incorporarlos a la sociedad. Actualmente, atiende a los pequeños de un año y medio hasta siete años con trastorno del espectro autismo.

 

 

«Trabajamos en función de la estimulación de las áreas afectadas, a partir de actividades en las aulas y en los locales de computación, música, educación física y fisioterapia; además del trabajo con psicopedagogas, logopedas y actividades socioeducativas en lugares recreativos», explica Laude Cruz Camejo, directora de la escuela Dora Alonso.

Cada una de las áreas y procesos de la escuela están encaminados a preparan al niño para la vida, para que sean lo más independientes posibles y desarrollen las áreas afectadas. Foto: Cortesía de la Escuela Dora Alonso. 

Un grupo de niños recibe terapia con animales marinos en el Acuario Nacional, otros van a la equinoterapia en la Feria Agropecuaria de Rancho Boyeros o a la zooterapia en el Zoológico de 26. Foto: Cortesía de la Escuela Dora Alonso.

Laude asegura que cada uno de los niños es diferente, a pesar de  tener el mismo diagnóstico. «Hay que tener mucha paciencia, comprensión y dedicación en el trabajo no solo con el niño, sino también con la familia».

«El diagnóstico no se da en el momento en que nace, es después del año, y a veces es difícil la aceptación del trastorno dentro del núcleo familiar. En la medida en que los padres aceptena sus hijos podrán ayudarlosy apoyar la laboral de la escuela», insiste.

Mientas más temprano llegue el niño al centro, mejor será su pronóstico de evolución y mucho más rápida su inclusión en otra enseñanza.

Cuando prima el amor no existen límites

Las educadoras sostienen que el autismo no es un límite, no obstante, la fórmula para el progreso está en el amor. «Cada día ellos nos demuestran cuantas cosas son capaces de lograr. Es muy lindo encontrarlos en la calle y que agarren la mano de su madre. El futuro de ellos está en nosotras», son algunos de sus criterios.

Prueba de ello es Michael, uno de los tres trabajadores con autismo de la Dora Alonso. Cuando fue diagnosticado no existía la posibilidad de estudiar en la escuela, porque no estaba creada. Tuvo que esperar dos años para su fundación el 4 de enero de 2002, por el Comandante en Jefe Fidel Castro, y dos, para incorporarse al centro.

Michel realiza diferentes funciones de acuerdo a sus capacidades e intereses: atiende el teléfono, lee las efemérides, pasa la asistencia, digitaliza documentos y hace recorridos con la directora por las aulas.

El jardín y los exteriores de la escuela están a cargo de Julito, quien estudió en la Dora Alonso hasta los 18 años. Desde entonces trabaja allí. Ahora con 28 años. También es el encargado de botar la basura de las aulas y locales.

El autismo no es una limitante para Michael y Julito que desde hace varios años trabajan en la escuela.  Foto: Cortesía de la Escuela Dora Alonso.

Otra historia de superación es la de Daniela de 24 años, diagnosticada de autismo con alto nivel de funcionalidad. Por lo que estuvo un tiempo en la escuela de trastorno del lenguaje y luego en la enseñanza general. En cada nivel educativo se le dio seguimiento y apoyo a los docentes que la atendían hasta la universidad.

En quinto año de la carrera Pedagogía-psicología realiza las prácticas en la escuela y desde su graduación el pasado año es una de las psicopedagogas del centro. «Les enseño colores, figuras geométricas, animales, nombres de los objetos, números, vocales, abecedario, partes del cuerpo y los enseño a dibujar», cuenta Daniela.

«Comprender que las cosas cambian, que la vida es flexible fue lo más complejo para ella. A través de la convivenciaha aprendido mucho y cada día nos sorprende desde el conocimiento de sus funciones como psicopedagoga y en el trato con los niños. Hay una química extraña entre ellos, es como si los comprendiera mucho más» comenta la directora.

Vea aquí algunos trabajos publicados por JR sobre el tema:

El día encantado (+ Fotos)

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Más que una escuela, una familia

Odalis es la profesora de Ariel y de otros siete niños a los que les imparte las asignaturas de matemática, lengua española y el mundo en que vivimos. Trabaja con ellos de manera individual, algunos pueden agruparse en parejas, pero son la minoría.

Para las clases de matemáticas emplea el método de tarjetas y láminas de conjunto con números, así ellos identifican cuando están compuestos por una sola cifra o por dos. «Tanto en el aula como en los paseos, jugamos al pon para que se familiaricen con los números y después los escriban», dice la maestra.

Los niños tienen asociado al trastorno del espectro autismo un retraso en el lenguaje, por lo que las logopedas se encargan de la ampliación del vocabulario, a través del programa de aula asignada y el método de lectura global.

En el programa de aula asignada se instauran signos en los niños para facilitar su comunicación. La logopeda Brenda Hernández explica: «A través de la representación de signos realizan acciones donde cada movimiento va en correspondencia de la sílaba de la palabra. No se deben instaurar dos signos en la misma posición de la cara o el cuerpo, ni dos seguidos».

Por toda la escuela hay colocados pictogramas que son las agendas visuales de cada niño. Representan gráficamente una acción, un lugar, y los ayuda a organizar las rutinas. «En ellos se le pone al niño lo que va a ir pasando durante el día hasta que se van en la guagua. La flecha indica que van a hacer, así se le controla la conducta.Necesitan mucho de la anticipación», afirma la directora.

El método de lectura global se realiza a través de imágenes, porque el canal visual por el que reciben más información. «Colocamos la imagen y la palabra debajo, luego se les enseña otra tarjetica que tenga dos imágenes iguales, una grande y otra pequeña; ellos asocian la tarjeta primera con la palabra, hasta que relacionan palabra con palabra, para al final asociar solo la palabra y formar oraciones», explica Brenda.

Sin embargo, con esta forma de aprendizaje hay inconvenientes. «Los niños se disocian fácilmente, se ensimisman. Tenemos que apoyarnos todo el tiempo en materiales visuales, imitación de gestos corporales, videos musicales y burbujas, que les gustan mucho», comenta la logopeda.

Una de las áreas de la escuela que más adoran los pequeños es la de educación física. «Cuando llegan miran el lugar, saltan ycorren de un lado a otropara lo liberar la ansiedad», cuenta Edia Oña Arencibia, Máster en Educación Física en la enseñanza especial.

A partir de las potencialidades que tiene el niño se realizan los tratamientos. Señala que una particularidad de estos infantes está en la dificultad con los lanzamientos y la coordinación. Por eso trabaja con cada uno por separado de 20 a 25 minutos, según la disposición del niño.

«En las clases realizan diferentes tipos de lanzamientos, saltos y agarrespara corregir las estereotipias o conductas estereotipadas, ya sea el aleteo de mano, correr de un lado a otro, tomar los objetos con la yema de los dedos. Trabajan de forma sistemáticacon pelotas, cuerdas, batón y aros.

«Reciben la clase todos los días y por las tardes, realizan actividades recreativas-deportivas con juegos que tienen que ver con el tratamiento. Estas terapias son orientadas alos padres en las reuniones o en despachos. Ellos interiorizan las dificultades que tiene su hijo e intentan apoyarlo para que mejoren», señala Edia.

En 2012 la escuela es dividida ante un incremento de personas con este diagnóstico en la capital. La directora asegura que se produce debido a mejores condiciones para la detección. Surgen entonces dos nuevas escuelas, Cheché Alfonso en el municipio Plaza de la Revolución y Enrique Galarrada en Guanabacoa.

Cuando un niño termina los siete años en la Dora Alonso si no ha podido insertarse en otra enseñanza o círculo infantil continúa su preparación en otra de esas escuelas de autismo, las cuales reciben a los niños de los ocho hasta los 21 años, también con un carácter transitorio.

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