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La Habana tiene una magia

Entre las imágenes de una capital reanimada por sus 500 años, especialistas jóvenes han puesto su sello al rediseño de inmuebles emblemáticos. Juventud Rebelde conversó con uno de ellos

Autor:

Iris Oropesa Mecías

Se ven demasiado jóvenes en medio del polvo de un salón que data del siglo XVI. Es difícil imaginar su entusiasmo en medio de los cantos gregorianos que rebotan en el convento de San Francisco de Asís, y hasta puede que cuando lo pisaron por vez primera les haya intimidado el sepia de unas paredes que guardan demasiada historia… más bien Historia, de la grande, de la que pone a temblar cualquier título universitario.

Pero estos dos diseñadores, como el variopinto cúmulo de muchachos restauradores, historiadores del Arte, arquitectos, albañiles y herreros que apenas rozan los 30 años, se están atreviendo a redefinir e imaginar espacios históricos de La Habana sin traicionar su concepto.

Ninguno padece de timidez paralizante. Más bien parece que la creatividad y el deseo de poner un sello generacional a esta ciudad le vence a los temores de parecer imberbes entre otros especialistas consagrados por los años.

En el camino a la valentía de imaginar la ciudad renovada, la compañía de un guía tan confiable como la Oficina del Historiador de La Habana ayuda bastante. Así lo dice Julio Cesar Ceballo Pérez, uno de esos jóvenes, cuando esta reportera le cae a preguntas, apenas al enterarse de que él y sus compañeros fueron responsables de la nueva imagen del Palacio del Gobernador, ahora Museo de la Ciudad, que por estos días exhibe un rostro tecnológico y actual, y de sitios como el Banco Internacional y el Museo del automóvil, todos renovados en su apariencia.

«No somos solo nosotros, en realidad es todo un equipo interviniendo en las obras», repite Julio César una y otra vez, temiendo dejar olvidado el espíritu colectivo que aupó la nueva imagen de los sitios reanimados.

«Se realizan intervenciones en espacios y sitios en todos los aspectos y tipologías de trabajo: construcciones y restauraciones, intervenciones civiles, arquitectónicas y artísticas, y dentro de ellas, las de diseños de interiores, exteriores, espacios, mobiliario, luminarias, informativas, gráficas… Ahí entramos nosotros», dice.

—Me imagino que ese nosotros implique a jóvenes «metidos» en el complejo asunto de diseñar el rostro de estos sitios históricos…

—Cuando está ya avanzada la obra civil, en el caso de reconstrucciones e intervenciones de remodelación, entramos nosotros para proyectar, diseñar y ambientar con una solución acorde a la función y uso del espacio.

—¿Cómo llega un equipo de jóvenes diseñadores a un proyecto tan prestigioso como la reanimación de La Habana?

—Llegamos debido al propio trabajo que veníamos realizando hacía ya seis años. En el gremio de diseñadores se nos había visto ya desempeñar montajes de otros proyectos, en los que uno va desarrollándose, perfeccionándose y gana experiencia. Al parecer les gustó y nos contactaron para trabajar con la Oficina del Historiador.

«Recuerdo que fue un trabajo para entregar en pocos días con una fuerte carga investigativa y de diseño, y eso conlleva calidad en el menor tiempo posible. Cumplimos, recibió la aceptación y continuamos. Después de estar trabajando en la Habana Vieja, confieso que tiene una magia que te atrapa y retiene, por su alto contenido histórico. Aquí todo cuenta una historia, y además interesante».

—¿Cómo es adecuar el diseño moderno en un contexto añejo e histórico, tan respetable como la Habana Vieja?

—Es una tarea difícil, compleja. No es como una receta o matemáticas. Todo debe adecuarse a medida con el contexto y el ambiente existente en cada caso particular. Hay que estudiar mucho los estilos, la arquitectura, la historia…

«En algunos casos hay que diseñar mediante contrastes de formas, color, visualidad; en otros es analogando: creando un objeto o ambiente moderno con tendencias similares a su entorno. Siempre se trata de encontrar una solución donde se integren las partes en un todo armónico y agradable, que funcione y permita un uso adecuado».

—¿Ustedes solo «entran» cuando la estructura externa de un edificio está terminada? Qué incluiría su participación?

—Una posible intervención de nuestro grupo de diseño, A MEDIDA —el cual también está integrado por Gabriel García Boboshko—, podría ser, por ejemplo, el levantamiento en el terreno de la obra civil, o el dimensionamiento y modelado tridimensional digital de los diferentes espacios interiores y exteriores, tal como deberían quedar al final.

«Además podemos aportar al diseño conceptual del inmueble y por espacios, la zonificación y funcionalidad de los locales, todo el mobiliario, luminarias, enchapes, acabado de superficies, carpintería, criterios de colores de las variables del espacio, entre otros.

«También podría incluir el diseño de elementos expositivos e infográficos, la investigación histórica y recopilación de información variada (fotos, textos, mapas, documentos en general), la confección de un guión museográfico de las exposiciones en salas y galerías, el diseño gráfico de elementos con identidades, la señalética, y finalmente la producción y montaje de todo lo diseñado».

En todos estos trabajos, me aclara Ceballo, se implican a veces varios grupos de diseño, como Proporciones, y otros, y la labor se realiza de manera colaborativa, por sus grandes dimensiones.

—¿Qué otros proyectos en la reanimación de La Habana contarán con la mirada joven de A MEDIDA?

—Estamos trabajando en otra obra muy importante para la ciudad, pero no culmina el 16 de noviembre. Será para el año que viene, que es el año del aniversario 500 en curso.

«Sería un museo que honraría a Máximo Gómez, un espacio ubicado en la Quinta de los Molinos, su antigua Casa de Verano, que solía llamarse Cuartel General del Ejército Libertador. Sería un lugar donde se cuente la vida del General Gómez, la familia Gómez Toro y su hijo Panchito.

«Trataremos de devolverle todo su esplendor al inmueble: techos, pisos, ventanales, fuentes, nuevo diseño de mobiliario y luminaria, para convertirlo en un sitio obligado donde conocer la historia cubana».

—¿Qué es lo más satisfactorio para un joven diseñador al haber aportado su visión en la reanimación habanera?

—Lo más satisfactorio de todo obra para un grupo como el nuestro, para un diseñador, es ver materializado el proyecto que previamente fue pensado y proyectado. Además de crecerse para ejecutar las obras y objetos lo mas fiel posible a la concepción original.

—¿Cuál crees que pueda ser el sello de esta generación en este enorme trabajo de equipo?

—Lo que puede aportar la juventud es precisamente el espíritu, el deseo y voluntad de canalizar todo esa energía en querer hacer más, el volcar todo el conocimiento en la materialización de la creatividad. Es un ambiente de muchos profesionales que se nutren unos de otros, se necesita aprender cada vez mas de los ingenieros, arquitectos, especialistas… para que se obtenga un proyecto mejor».

—¿Cómo es La Habana que sueña un joven diseñador cubano?

—Creo que coincide con el sueño de muchas personas de otras profesiones: verla restaurada, con todos sus espacios y sitios abiertos y funcionando, limpia en el amplio concepto de la palabra, y en diseño, una Habana con la limpieza formal de todas sus obras, en sus líneas, curvas, volúmenes…

El claustro Sur del Convento de San Francisco de Asís muestra rejuvenecida imagen y una exposición de todo el proceso reconstructivo gracias a estos jóvenes especialistas y su colaboración con equipos de otros expertos. Foto: Cortesía del entrevistado

 

El Banco Exterior de Cuba con un lobby de lujo y formalmente impecable. Foto: Cortesía del entrevistado

El Museo del automóvil atesora hoy los clásicos motores junto a un diseño interior atractivo, luego del paso de varios equipos de diseño que trabajaron en él. Foto: Cortesía del entrevistado

 

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