Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La Habana de cuatro a siete de la mañana

La disciplina es un factor clave para evitar más dolores de cabeza. El pueblo continúa respetando las medidas de aislamiento con la esperanza de regresar lo antes posible a la nueva normalidad

Autor:

Enio Echezábal Acosta

Aproximadamente sobre las cuatro de la madrugada, el vehículo de Juventud Rebelde ya devora kilómetros por las calles habaneras, en busca de las historias que suceden en este tiempo de restricciones provocadas por el nuevo coronavirus.

Mientras afuera se van sintiendo las primeras contracciones que anuncian el día por venir, el auto enrumba por la Calzada de Bejucal hacia el reparto Capri, en donde los alrededores de la única tienda disponible están tan desiertos como cabría esperar.

En la siguiente parada de su ruta, los tres mosqueteros —redactor, fotógrafo y chofer— de turno en la vigilia móvil, viajan hasta Fontanar, localidad del municipio de Boyeros en donde la paz reina —como debe ser— en la principal zona de ventas del área.

De regreso a la Avenida de la Independencia (Boyeros), un par de hombres a bordo de una bicicleta llaman la atención en medio del desolado panorama. Al ser interrogados sobre su posible «arrancada en falso» (son las 4.30 a.m.), responden que han salido a esa hora para llegar en tiempo al parqueo de autobuses de la calle 114, desde donde saldrán con destino a su trabajo, ubicado en la Zona Especial de Desarrollo Mariel.

Así mismo, por la ancha vía, se ven algunos ciudadanos sentados al borde del camino, muy posiblemente a la espera de un transporte que les conduzca hasta el lugar en donde comenzarán su jornada laboral.

A continuación, luego de recorrer otro tramo de la principal arteria que conecta el centro de la capital con el extremo sur, se llega hasta su intersección con Camagüey, sitio en donde se ubica el supermercado que ahora ha sido convertido en una tienda para la venta de productos en Moneda Libremente Convertible (MLC). Subiendo por esa misma avenida, se llega al reparto Casino Deportivo, allí la tienda de la calle 9na. espera en silencio el aterrizaje de sus próximos clientes.

Tras encauzar la máquina nuevamente a través de Boyeros, ya son las cinco en el reparto Martí cuando dos mujeres se preparan en una esquina para salir caminando hasta Ayestarán, en donde aspiran a tener suerte en la cola del yogur que venden en un establecimiento cercano a la fábrica de almohadillas sanitarias Mathisa.

La mayor de ellas, Yoana González, nos cuenta además de las dificultades para conseguir aceite vegetal y aseo en esa zona residencial, pues al establecimiento La camagüeyana, único del lugar, no entra ese producto desde hace buen tiempo.

Sin demorar mucho más, el Rocinante con «herraduras» de caucho se desplaza hacia 26 y 51, y de ahí hacia 23, segmento en el cual todas las tiendas se notan sin muchas personas cerca. Solo en 23 y 6 se mantienen unos pocos afuera de La infancia, a la espera de ver qué habrá de nuevo por ahí.

Ya en la avenida Salvador Allende, también conocida como Carlos III y más adelante en Simón Bolívar, popularmente llamada Reina, sí se observan más personas esperando para comprar el pan y también «marcando» para Ultra y otros establecimientos próximos.

Cuando sienten el sonido y el flash de la cámara se alejan, pero al entender el sentido de esta inesperada «sesión» fotográfica, algunos aprovechan para destacar la disciplina de la gente en esa parte de Centro Habana en el cumplimiento de las medidas que buscan disminuir la movilidad y proteger al pueblo de potenciales contagios provocados por la pandemia de la COVID-19.

Cuatro Caminos, calzada de Diez de Octubre y la de Luyanó lucen de forma casi idéntica. Pocos deambulan en las proximidades de estos parajes, y quienes lo hacen se sientan en donde pueden mientras conversan con sus nasobucos puestos, tal vez con intención de organizar la cola o compartir sus experiencias en esta suerte de odisea urbana que es la salida de compras.

En La Cima de Porvenir ya comienzan a aparecer tímidamente los clientes, aunque los vecinos aseguran que de momento la cantidad es inferior a la de otras ocasiones, cuando aún no se prohibía salir de madrugada y la gente dormía —literalmente— cerca de allí para «clasificar» a la hora de la venta.

Más de medio centenar de kilómetros y dos horas después de desandar algunos puntos fundamentales de la «jungla de asfalto» que es La Habana, queda esa sensación de que las cosas se están haciendo bien. Cierto es que la situación es compleja y todos viven con ansiedad por lo que vendrá (o no), pero mientras se sigan cumpliendo las reglas, habrá algo menos de que preocuparse.

Algunos se adelantan a la «arrancada» con la excusa de llegar temprano al trabajo. Foto: Abel Rojas Barallobre

Es más llevadero esperar sentado la apertura de las tiendas. Foto: Abel Rojas Barallobre

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