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«Supongo que quería ser útil de alguna manera» (+ Videos)

La COVID-19 ha cambiado las rutinas individuales y colectivas, y muchos jóvenes han encontrado en el voluntariado su forma de aportar en la batalla que libra nuestro país. JR se acerca a la historia de una de estas voluntarias

Autor:

Raúl Abreu Martin

La COVID-19 ha cambiado las rutinas individuales y colectivas, y para varios sectores de la sociedad ha supuesto un aumento de su carga de trabajo. El personal de la salud ha cumplido con creces para evitar que el virus golpee con mayor fuerza de lo que ya lo hace. 

Vecinos solidarios y mensajeros han contribuido con su labor a que los adultos mayores permanezcan en sus casas la mayor cantidad de tiempo, pues evitar el contacto físico es una de las medidas más efectivas para combatir la enfermedad. Muchos jóvenes han encontrado en el voluntariado su forma de aportar en la batalla que libra nuestro país.

No hay un horario para ser voluntaria

Mientras Cuba despierta y muchos sintonizan la conferencia de prensa diaria que ofrece el Dr. Francisco Durán García con la actualización de la situación epidemiológica en Cuba, los voluntarios del Centro de Aislamiento que se ha habilitado en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Vladimir Ilich Lenin ya han comenzado su jornada de trabajo.

Ataviada con pijama y bata verdes, gorro y nasobuco, Sandra Benítez Guerra entrega, desde un local de la mítica institución, la ropa limpia a médicos, enfermeras, y pacientes sospechosos que ingresan a la institución. «No es un trabajo complicado, pero debo evitar el contacto con ellos pues existe riesgo de infección en la ropa limpia», comenta desde la distancia, disminuida gracias a WhatsApp.

No hay un horario para ser voluntaria. Con la conciencia de mantener un cuidado especial, su jornada empezaba sobre las ocho de la mañana pero no sabía cuándo terminaría. «Podían llegar pacientes a cualquier hora. Podía ir a bañarme y comer, pero si llegaban, a la hora que fuese tenía que estar ahí», explicó.  

Su trabajo en este Centro de Aislamiento viene acompañado del cumplimiento estricto de los protocolos de seguridad: el uso correcto del uniforme, la aplicación de cloro en las manos y la permanencia del nasobuco cubriendo su rostro. «Si nos cuidamos, es poco probable que nos enfermemos», dice confiada en unas medidas que este sitio cumple bastante bien.

¿Por qué alguien abandonaría su casa, uno de los lugares más seguros que existen para evitar el contacto con el virus? La respuesta de la voluntaria es simple, pero directa: «supongo que quería ser útil de alguna manera».

Este deseo de participar directamente en la batalla que libra Cuba por vencer a la COVID-19 se vio apoyada desde el primer momento por su padre, y ahora vista orgullosamente por su madre. El primero en enterarse y en apoyar la decisión fue el hermano, Alejandro. «Pero se preocupan. Es normal», textea Sandra.

Le recuerdo que en esta fecha estaría en las aulas de la Facultad de Comunicación recibiendo las asignaturas correspondientes a su carrera. «Ni me digas, que estoy loca por empezar. Bueno, eso era antes del yeso».

—¿Yeso?, le pregunto.

—Si, un yeso. Tuve un accidente en el centro hace poco.

Las últimas preguntas las contestó en pasado. La fractura le impidió cumplir su tiempo de voluntaria al completo. Sandra se encuentra en otro Centro de Aislamiento esperando que le hagan el PCR de rigor para todos aquellos que se enrolan en esta actividad.

—Esos accidentes pasan, le comento.

—Sí, pero me hubiera gustado quedarme hasta el final.

Es el sentimiento de una juventud que, otra vez, ha dejado de lado la comodidad y seguridad de hogares para ponerse en las primeras líneas de combate en otra de las batallas de Cuba, esta vez contra una enfermedad que nos ha cambiado para siempre.

Mira algunos de los videos de la serie audiovisual «Gente Joven», realizada por JRTV, sobre jóvenes cubanos que laboran como voluntarios en los centros de aislamiento

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