Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cuando el agua regresa a la tierra

Aunque la tormenta tropical Eta «ahogó» las sabanas sureñas espirituanas, su huella será útil para el próximo año arrocero

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

La sierpe, Sancti Spíritus.— «Todo esto era un mar con la punta de las espigas afuera», dice aún con estremecimiento Arlé García Pérez, especialista de Agrotecnia en la empresa agroindustrial de granos (EAIG)  Sur del Jíbaro, una de las mayores productoras de arroz del país.

Incrédulo hasta la médula, revisó más de una vez las imágenes captadas por los drones al otro día de que la tormenta tropical Eta tocara suelo cubano, precisamente por un punto del municipio de La Sierpe.

«Ahogó todo lo sembrado. Temimos por cada hectárea, pero no perdimos tiempo y salimos a recuperarnos», añade.

En un análisis preliminar en esta EAIG, ubicada en el mismísimo corazón de la zona baja al sur de la provincia de Sancti Spíritus, se estiman que 1 640 toneladas de arroz acamadas totalmente no pudieron recuperarse. El resto de la cosecha se saca con mucho esfuerzo y gracias a la maquinaria con tecnología de avanzada recibida por los proyectos de cooperación de Vietnam y Japón con la empresa sierpense.

«Han sido días muy complejos. Como nunca, tuvimos combinadas atascadas por más de una semana. Debimos hacer un pedraplén por una de las terrazas de arroz para poder sacarlas. Realmente nuestro colectivo ha redoblado el sacrificio que le caracteriza», dice Mario Miguel Milanés Benítez, presidente de la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Las Nuevas.

Ya han pasado varias semanas desde que Eta se robara la atención de gran parte del país, y la saturación de los suelos aún es una zancadilla para los arroceros, hasta para esta reportera, que quedó «sembrada» en una de esas hectáreas, donde una de las modernas combinadas despegaba de la tierra las mustias plantaciones.

«El arroz se cosecha bien seco y aquí llovía desde antes de Eta. No obstante, todos los días hemos estado acopiando entre 18 y 23 carretas, equivalentes a 2 100 quintales (unas cien toneladas). Esas cifras nos han permitido sobrecumplir en las entregas planificadas a la industria —que tributa fundamentalmente a la canasta básica—, porque sabemos que mientras más tiempo pase ese arroz acamado, menos posibilidades tenemos de salvarlo con calidad», insiste Milanés Benítez.

Con el mismo suelo

Antes de estos males, los arroceros espirituanos enfrentaron la intensa sequía durante un buen tiempo con las mangas subidas hasta los codos. Debieron reducir los niveles de plantación y distribuir en perfecta estrategia de un juego de ajedrez el preciado líquido almacenado.

«Eta nos deja la buena nueva de contar con la presa Zaza como un verdadero mar en el medio de la tierra, y unos 40 pozos operativos. Además tenemos 11 aviones acondicionados, lo que nos permitirá sembrar 24 630 hectáreas para el próximo año arrocero», dice García Pérez, experimentado directivo en la EAIG sierpense.

¿Qué les impide acercarse mucho más a las 32 000 hectáreas que hicieron historia por estas sabanas?, preguntamos: «Los insumos. El arroz, para que tenga calidad, los necesita», responde sin titubeos.

El joven ingeniero agrónomo Liusbel Morera Durán, especialista de Sanidad Vegetal en la granja de semilla de la UBPC Las Nuevas, donde ya se han entregado cerca de 2 500 toneladas de ese producto para ser utilizado en la campaña de frío, conoce bien cuánto cuesta mantener los campos saludables.

«Hoy trabajamos con cuatro variedades de semillas certificadas y de alto rendimiento: Reforma, Selección I y II e INCA LP-5. Se siembran según los meses de mejor comportamiento de cada una para buscar también las variedades de ciclo corto en primavera y largo en campaña de frío», explica.

A su juicio, ha sido muy beneficiosa la inyección de tecnología foránea en los cinco polos productivos e igual número de UBPC, así como en las siete cooperativas de crédito y servicios (CCS) y la misma cifra de unidades empresariales de base (UEB) pertenecientes a la EAIG.

«Hoy podemos hablar de trasplante tecnificado en la siembra de semilla, lo que nos permite tener mayor rigor y eficacia, eliminar mezclas y ahorrar agua y otros recursos, como el combustible y la misma semilla. Todo ello ha exigido de mucha capacitación a nuestro personal», acota.

Pero a este profesional de 28 años y al resto de su colectivo les roba el sueño la ausencia de productos químicos, como la urea: «El bloqueo también se siente en el campo. Para enfrentar las plagas y mantener con vida nuestros sembrados utilizamos productos biológicos llegados desde la Universidad de La Habana y la empresa Labiofam, como el Fitomás, pero no siempre son suficientes», alega.

¿Coco o boniato?

La ciencia y la experiencia hacen germinar no solo el arroz, sino viandas y hortalizas por las sabanas sierpenses. Para ilustrar la efectividad de ese binomio basta recorrer la finca La Jibarita, de la UEB Alfredo T. Calzada.

«¡Qué cocos más grandes!», dejo escapar en altos decibeles.

Bastaron dos miradas de reojo para que de mi boca salieran otras muchas preguntas.

«Son boniatos y van directo para el Mariel», respondió Edileisy Muñoz, al frente del pequeño colectivo. En sus manos sostiene la evidencia de la riqueza de esas tierras: boniatos con alrededor de siete libras.

Como ese producto, plantaciones de guayaba, mango, café, yuca, calabaza… regalan un paisaje de extraordinaria belleza: «La clave de esto es el amor y dedicación con que trabajes. Hace pocas semanas perdimos la calabaza porque el río la tapó, pero no nos cruzamos de brazos», resume.

En esa finca los cultivos crecen de forma intercalada, a fin de aprovechar cada pedacito de tierra: «Nuestra misión está dirigida al autoabastecimiento de nuestra empresa y la comunidad El Jíbaro. El resto se destina a la empresa Frutas Selectas y el turismo», concluye.

En este territorio se palpa optimismo y ganas por hacer parir la tierra desde sus más profundas esencias. La sabiduría autóctona y la esculpida por la academia se complementan en aras de derribar talanqueras impuestas por escaseces y caprichos naturales. Y mucho más en estos tiempos, cuando el agua regresa a la tierra.

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