Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cien que bogan por un burujón

Macún, tierra de ganado, se abre camino para explotar al máximo sus potencialidades a pesar de los tiempos difíciles que corren

Autor:

Nelson García Santos

SAGUA LA GRANDE, Villa Clara.— Se sabe de memoria esta franja de tierra, a la que llegó con ímpetu de conquistador a los 19 años, mientras su pupila escudriñaba el paisaje enriquecido por los rebaños de ganado. «¿Qué sientes 26 años después?», le pregunto.

Diosnel García Fernández, director general de la Empresa Ganadera de Macún, esquiva la respuesta con elegancia: «Aquí bregan muchos que son buenos en sus faenas, entre estos, más de cien jóvenes. Te sugiero que hables con Ednier Díaz Rivero, el veterinario. Prefiero actualizarte sobre cómo estamos acá».

—¿En candela?

—¡No hombre, no! Estamos enfrascados en lograr el mejor resultado ganadero posible, y en aportar otros alimentos.

—¿Por dónde anda esa añoranza?

—Tampoco estamos en cero… Contamos con 9 930 cabezas de ganado, la mayoría vacunos, y tenemos capacidad para aumentar a 14 000 y 4 000 búfalos más. Y con ese fin aplicamos variantes.

¿Cuáles?

—En los inicios, la empresa estaba destinada para la ceba y el mejoramiento genético de machos vacunos. La agricultura, más las cooperativas, tenían que vendernos ganado para esos propósitos, pero por diversos motivos ese plan se fue a bolina.

¿Entonces?

—Estamos desarrollando la reproducción. Si además nos venden, compramos. Tenemos 950 vacas para cría y queremos llegar el próximo año a
3 000, y a mil búfalas.

—Con el debemos por delante se avizora buen horizonte…Pero, cambiemos el verbo: y ahora, ¿qué?

—La planificación deviene esencial para pasar del déficit al más. Cada año vendemos hasta 8 000 cabezas, tenemos en producción de leche, que es muy demandada, a más de 600 búfalas. Comercializamos también carne, embutidos, queso, cuero… En resumen, el año pasado generamos utilidades por más de siete millones de pesos y unos 400 000 en divisas, destinados a mejorar la infraestructura de la empresa y comprar insumos.

—¡Qué bueno!

—Ahí tiene usted una parte de ese «Y ahora ¿qué?»… Súmele también la venta de 90 toneladas de embutido (mortadella, croqueta y chorizo), cuya industria estamos modernizando, y de carne a la población. Y el comercio en divisas, que resulta fundamental para poder invertir.

—¿Sus predios solo tributan ganado, leche, embutidos…? 

—Ahora mismo tenemos 450 hectáreas para producir arroz, la inmensa mayoría destinado para la venta a la población y una pequeña parte para autoabastecimiento. Cosechamos también viandas y hortalizas.

—En este escenario de Macún nada debe sorprenderte…

—La vida, lo sabe, no resulta una línea recta, cuenta con sus curvas, subidas y bajadas, acompañadas de imponderables que exigen que los atajemos y superemos, ya sean de tipo natural o impuestos.

—¿Cómo has sorteado ese trance?

—Me parece más exacto hablar de cómo hemos sorteado, el plural en este caso es insustituible. ¿No cree?

«Hubo tiempos difíciles en el período especial, luego fuimos recuperándonos, y ahora llegó la pandemia y arreció el bloqueo de Estados Unidos. Pero aquí estamos saliendo adelante.

«Acá laboran poco más de 700 trabajadores —el 82 por ciento vinculado directamente a la actividad productiva, y todo lo que hacemos va en camino de satisfacer cada vez en mayor medida las necesidades de la población.

—Llegaste a Macún muy joven. Cuéntame cómo anda ese idilio tanto tiempo después.

Sonriente, de súbito, me sorprende con un «¿Cuál es la importancia de ese detalle?, porque vuelve de otra manera con la pregunta inicial de qué siento…».

—Hay historias personales que revelan
el sentido de pertenencia, ese de lo que uno abraza y quiere, como estas sabanas y su ganado al que llegaste de joven y todavía está aquí.

Su silencio se rompe con un «Está bien, se lo cuento, pero por la insistencia, que conste… Llegué, efectivamente, a los 19 años, a ejercer mi profesión de veterinario, como siempre soñé, porque vivía en el Mamey, cerca de la presa Alacranes y, campesino al fin, desde niño me relacioné con los animales.

—¿Cómo fue el debut?

—Tiempo de más aprendizaje en el mano a mano con los animales, de momentos muy gratos, y también de determinados deslices.

—¿Llegaste al eslabón final de mando en la entidad sin repentinos saltos?

—Nada de excepción. Empecé desde abajo y fui ocupando distintas responsabilidades hasta llegar a director general.

—Notable trayecto, sin haber tenido antes experiencia de dirección…

—¡Se equivoca! O, más exactamente, no había preguntado antes sobre ese detalle: fui miembro no profesional del Buró de la UJC en Sagua la Grande, lo que me permitió asimilar cuestiones importantes sobre dirección. En la Juventud uno aprende mucho, y por supuesto, en la propia trayectoria en la entidad.

—¿Cuál es el Macún que imaginas?

—Una empresa eficiente y competitiva gracias al esfuerzo de sus ganaderos, que llegue a explotar al máximo todas sus posibilidades y donde la gente se sienta a sus anchas como en su casa. Y así será, esté yo o no. ¿Alguna duda? 

—¡Ninguna!

Entre jíbaros y añojos

Diosnel García Fernández desanda estas tierras con olor a ganado desde sus años lozanos. Foto: Cortesía del entrevistado

«Lo peor que puede ocurrir es que, a pesar de una atención esmerada, muera un animal, porque, ¿sabes? uno se va encariñando más y más con ellos», asegura Ednier Díaz Rivero, veterinario, jefe de brigada en Macún, quien ha sufrido ese trance.

«No escogí esta profesión por embullo; siempre he sido muy cercano a los animales y me place dedicarme a cuidar su salud, verlos crecer lozanos. Sé percibir su contentura o malestar.

«Quizá usted piensa que no, pero también saben distinguir: hasta los búfalos suelen ser menos ariscos con los vaqueros que los atienden que con los extraños.

«¿Que cómo anda acá la salud de los vacunos y búfalos? Hay problemas con las medicinas y la falta de instrumentos. ¡El bloqueo yanqui aprieta en todos lados! Pero capeamos con buen paso la situación. La mortalidad está controlada en las crías, y en lo que atañe al ganado mayor, si hay riesgo de muerte por enfermedad lo sacrificamos antes, siempre que esté apto para el consumo.

«Tenemos que enfrentar también a los perros jíbaros que azotan en los potreros grandes. Llegan al monte porque la gente los abandona y ahí se reproducen, y ante la necesidad de buscar alimento de forma natural se convierten en una amenaza. Este año han matado a poco más de 20 terneros. Para enfrentar la situación, siempre que podamos, preferimos recogerlos.

«Llegué a Macún en 2018; ahora estoy al frente de una brigada de veterinarios; hay muchos jóvenes en ese desempeño que resultan muy eficientes en su bregar.

«Nunca me arrepiento de la profesión que preferí. Verdad que hay que trabajar duro y con animales peligrosos, pero ver avanzar día a día a los rebaños satisface sobremanera.

«¿ La salud del bolsillo? Podría ser mejor si no fuera por los excesivos precios…Aún así pienso que está como nunca», dice sonriente.

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