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Derechos en voz alta

Actualizar las normas jurídicas que protegen a los más jóvenes es un reto que implica a sus propios destinatarios, pero también a quienes los rodean. Ese es uno de los grandes desafíos que asumirá la implementación del nuevo Código de la Niñez, Adolescencias y Juventudes, cuyo proyecto de ley será presentado en el próximo Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular

Autores:

Gabriel Hernández Artiles
Marlon J. Martínez Sánchez

Desde hace varias décadas, Cuba cuenta con un código que garantiza el desarrollo pleno de las nuevas generaciones, así como el ejercicio de sus deberes y derechos, brindando a todos la posibilidad de participar activamente en las distintas esferas de la vida social. 

Sin embargo, el contexto del país ha cambiado y, con ello, también las necesidades, los desafíos y las formas de protección que requieren los más jóvenes.

Por esa razón, Cuba ha trabajado —desde hace un año— en un nuevo Código de la Niñez, Adolescencias y Juventudes, cuyo proyecto de ley será presentado en el próximo Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, luego de una amplia consulta especializada, de otra pública y una a quienes serán sus principales destinatarios.

Esta revisión surge en un momento clave, luego de haberse aprobado la Constitución de la República en 2019, el Código de las Familias en 2022 y la Política Integral de Niñez, Adolescencias y Juventudes en 2023, como ha detallado Marlen Triana Mederos, viceministra de Educación, quien en diálogo con Juventud Rebelde aseguró que se ha construido de manera colectiva «un texto legal que aspira a ser útil, justo y cercano a la realidad cubana».

Por eso, para los más jóvenes, esta actualización es un paso esperado. Maikel Rubio Sánchez, estudiante de 6to. grado, reflexiona que «a veces los adultos no entienden lo que sentimos. Creen que porque somos pequeños no tenemos la razón o no sabemos lo que queremos». Mientras, Maikol Lázaro Martínez, de 7mo. grado, añade: «Me parece bien que se realice este reajuste para evitar problemas como la invisibilización de la violencia o la falta de protección ante la discriminación. Ojalá, una vez que se apruebe, nos den clases o talleres donde podamos entenderla mejor».

Brenda Abreu Rubio, madre de una niña de tres años, afirma que le aporta tranquilidad saber de la renovación de este texto que protege los derechos de los más pequeños. «Es importante que estas ideas estén escritas, que se hagan visibles y no queden como algo abstracto», opinó. En esa misma línea, Yosleidis Sánchez Carballo, madre de dos adolescentes, señaló que si esta ley se cumple «puede ser una brújula para muchas familias que están criando
adolescentes en medio de cambios sociales tan fuertes como los que estamos viviendo».

No solo para los más jóvenes el código supone un beneficio. Para Esteban Sánchez Fraga, director del centro mixto Camilo Torres Restrepo, ubicado en el municipio de Güines, en Mayabeque, la nueva norma jurídica es la materialización de lo que llevan años defendiendo en la práctica: que sus estudiantes no son solo aprendices, sino también personas con derechos. Afirmó que ya no basta con enseñar matemática y literatura, sino que tienen el deber de formar en empatía, ciudadanía y participación, lo que supone desde ahora una revisión en las prácticas de los propios docentes y directivos.

Mirada sensible de quienes acompañan 

Además de los educadores y familiares de los más jóvenes, otros profesionales como los trabajadores sociales y sicólogos han opinado sobre el proyecto de ley Código de la Niñez, Adolescencias y Juventudes.

Adnierys Gonzáles Pérez, estudiante de 3er. año de Sicología, argumentó que le resulta valioso que el código supere la visión tradicional de tutela. 

Es, a su juicio, un documento que tiene un valor sicológico gracias a los mecanismos de protección que propone. «Muchas veces los adultos subestiman cómo las pequeñas
acciones pueden repercutir en los niños y eso me preocupa como futura profesional de mi rama», añadió. 

En Cuba se trabaja para garantizar, en medio de la compleja situación que vivimos, una niñez, adolescencia y juventud sana, opina Arianna Sánchez Núñez, trabajadora social del consejo popular No. 6 del municipio mayabequense de Güines. 

«Como fieles defensores de los derechos ciudadanos, los trabajadores sociales tenemos entre nuestros propósitos velar por que se cumplan las leyes a favor de la niñez», comentó. 

Desde su experiencia en los barrios, asegura que se identifican los casos de niños maltratados o desatendidos, así como aquellos que no asisten a la escuela o incumplen deberes escolares. Los presentan a los organismos competentes —como la Fiscalía o Menores— y se analiza con sus tutores el rol que deben jugar.

Desde la visión de Neivis Cruz Gil, también trabajadora social, pero en el consejo popular Cayo Hueso, de Centro Habana, este código llega en un momento de urgencias múltiples: desigualdades que se acentúan, familias fragmentadas y niños que muchas veces crecen sin redes claras de afecto ni protección.

Afirma, además, que no es suficiente con la ley: «Esta resulta un punto de partida, no una solución mágica; hace falta formación, compromiso y, sobre todo, llevarlo en la piel, hacerlo una práctica diaria en todos los espacios», aseveró.

Informar con sentido 

Para quienes ejercen la comunicación, y especialmente quienes trabajan para niños, adolescentes y jóvenes, esta actualización del código no ha tenido toda la visibilidad que debería. Arisney Montero León y María Fernanda Morales Rodríguez, estudiantes de 3er. año de Periodismo, coinciden en que el enfoque para comunicar debe adaptarse a las audiencias. Arisney destacó que los productos comunicativos que se usan para ese fin tienen que parecerse a quienes van dirigidos. Explicó que los medios deben acomodarse a los jóvenes —ya sea con memes, videos cortos o caricaturas— para dar a conocer el documento.

Por su parte, María Fernanda enfatiza en la importancia de comunicar el código con ética y con el trato que los niños merecen: «No basta con que se plasme en el papel. Tiene que ser entendido, sentido y apropiado por quienes lo acompañan en casa y en la comunidad».

Uno de los principales desafíos para los comunicadores ha sido desmontar estereotipos y concepciones culturales mediante los productos audiovisuales y los trabajos periodísticos, en palabras de la profesora de la Facultad de Comunicación Mercedes Muñoz Rodríguez. Afirmó que no se trata solo de hablar sobre ellos, sino de darles su espacio para expresarse.

Para Muñoz Rodríguez, estas nuevas leyes implican, además, cambios en las rutinas y formas de hacer de los medios de comunicación. Asegura que deben comunicar a los niños y adolescentes más allá de fechas puntuales, y enfocar lo que se cuenta en función de sus derechos y participación. Igualmente, destacó el reto que supone ver la infancia como un tema secundario dentro del periodismo.

Hacia una Cuba más justa

La actualización del proyecto de ley Código de la Niñez, Adolescencias y Juventudes es, ante todo, una evolución necesaria. No parte de cero, sino que se construye sobre el cuerpo legal existente, al adaptarse a los desafíos actuales y a las transformaciones que vive la sociedad cubana. Y de sus elementos más valiosos es que este proyecto establece un sistema de protección integral de derechos de niñas, niños y adolescentes, compuesto por subsistemas que garantizan un enfoque intersectorial y enfatizan en las responsabilidades de cada actor y su articulación.

En palabras de la ministra de Educación, Naima Trujillo Barreto, ese sistema articula a la familia, la comunidad, las instituciones educativas, los medios de comunicación y los organismos del Estado en una red de corresponsabilidad. Y no solo establece garantías y deberes, sino que propone rutas de actuación ante situaciones de vulnerabilidad, violencia o discriminación, incluyendo aquellas que emergen en entornos digitales o vinculadas con la identidad de género.

El código no es solo una compilación de artículos legales: es una apuesta por una Cuba que reconoce a sus niñas, niños, adolescentes y jóvenes como protagonistas de su presente y constructores de su futuro. El reto, como siempre, será convertir la letra en vida, y el derecho en práctica cotidiana. Como opinó Esteban Sánchez, director del centro mixto Camilo Torres, «no podemos ser ingenuos; el código es una herramienta poderosa, pero su impacto dependerá de cuánto lo conozcamos y lo apliquemos».

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