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Entre antifaces y claroscuros, la Historia

El nuevo libro de Rolando Rodríguez, Cuba: las máscaras y las sombras. La primera ocupación es un texto agudo y revelador, que permite palpar los hechos históricos en toda su dimensión

Autor:

Juventud Rebelde

Cuando Francis Fukuyama vaticinó la controvertida teoría del «fin de la Historia», trató de sustentar la preponderancia del dominio sobre el decursar de todo lo que, hasta ese momento, se le había opuesto. Era una necesidad, en circunstancias tan favorables, para sembrar la desesperanza y sepultar en la apatía todo lo que permitiera un despunte de las tradiciones progresistas y descolonizadoras. Era la forma más sutil de descabezar cualquier intento de disidencia, pues sin Historia desaparecían las referencias y las tentativas de construir una alternativa.

Sin embargo, ese devenir es indetenible. La Historia continúa su curso porque es consustancial a la existencia humana y de ella se nutre, día a día, como una de esas categorías que ni el poder puede soslayar. Ciertamente, para muchos la Historia, cual conjunto de hechos pasados que sostiene la trayectoria del presente y perfila la construcción del futuro, fue perdiendo terreno; ya no importaba; ya no constituía motivo de orgullo, ni de inspiración. Se debía partir de cero y construir otra realidad. Se pueden edificar otras realidades, sí, pero sin olvidar los sustratos que la promovieron. Eso es algo que los thinks tanks a veces no conciben y un ejemplo de ello es el nuevo libro de Rolando Rodríguez, Cuba: las máscaras y las sombras. La primera ocupación.

En este libro, publicado por la Editorial de Ciencias Sociales y presentado en la pasada Feria Internacional del Libro, el autor, a la sazón flamante Premio Nacional de Ciencias Sociales, demuestra que la Historia tiene mucho que dar todavía, porque lo importante no es mirar, sino hacia dónde se mira. Concebida como una continuación de Cuba: la forja de una nación, la obra se sumerge en los tormentosos años en que las apetencias yanquis bloquearon la victoria del Ejército Libertador cubano sobre España y se agenciaron la Isla cuando la crisis de poder y la desunión primaban en sus fuerzas políticas.

Aunque es un período del que existe una amplia bibliografía tanto cubana como foránea, todavía se hace necesario profundizar más sobre esta etapa, pues no todo lo escrito ha logrado el suficiente acierto y no solo por el factor subjetivo que marca a la producción historiográfica por la intencionalidad del historiador. A juicio de este redactor, este libro logra poner los puntos sobre las íes en muchos aspectos que han devenido equívocos y malinterpretaciones, conscientes o no, respecto a las posiciones de estadounidenses y cubanos en los años que duró la ocupación extranjera y la posterior instauración de la República.

Uno de ellos, por ejemplo, es la diferencia entre ocupación e intervención, dos categorías manejadas por la historiografía que trasciende la mera diversidad de términos. En consecuencia, el criterio de ocupación es defendido por el autor debido a los métodos con que el gobierno norteño y sus representantes en la Isla mediaron en la supuesta organización del enramado político-económico de la nación. La actitud de Leonard Wood, las decisiones que tomó sobre los destinos de Cuba, respondiendo a las pretensiones anexionistas del ya naciente imperio, se demuestran como una conquista más que como una mediación desinteresada en pos de la independencia cubana.

Los escándalos de corrupción de funcionarios norteños, la lucha por la posesión de las riquezas económicas y la pretensión de imponer un sistema educacional estadounidense son muestras fehacientes de que la instrumentación de la Enmienda Platt no fue sino el colofón de un plan muy bien orquestado para establecer en Cuba una república colonial burguesa, monitoreada desde Washington, en beneficio de apetencias expansionistas que se camuflaban en intenciones desarrollistas y solidarias de una potencia «sensibilizada» con la lucha de los cubanos por arrancarse la opresión retrógrada española. Por eso el criterio de «protectorado» no se aviene a lo sucedido en la práctica.

Otro de los aportes de este libro de Rolando Rodríguez es la comprobación, gracias a las fuentes documentales a las que tuvo acceso en Cuba, España y Estados Unidos, de la traición de algunas figuras políticas insulares como Gonzalo de Quesada, Julio Sanguily, Tomás Estrada Palma y otros, que, contra las dignas posiciones de patricios como Manuel Sanguily, Juan Gualberto Gómez y el mismo Generalísimo Máximo Gómez, pisotearon la dignidad nacional y mancillaron el honor de miles de héroes que dieron su vida por una independencia amordazada.

Todo el que quiera profundizar en ello conociendo de una etapa tan convulsa, con sus defectos y virtudes, sus trampas e intentos, sus perspectivas y carencias, podrá encontrar en Cuba: las máscaras y las sombras. La primera ocupación, de Rolando Rodríguez, un texto agudo y revelador, acucioso y sustentado, que más que perfilar la Historia en un sentido u otro, permite palpar los hechos en toda su dimensión. No pienso que este sea un texto que postule tesis absolutas, sino que proponga el análisis objetivo que nuestro pasado merece.

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