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Veinte años, un corto de animación que realiza el ICAIC

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Realizado con la técnica de stop motion, sobresale por la exquisitez de su puesta en escena, por su cuidada dirección de arte, el alto nivel de la animación y por lo universal de su historia

Qué te importa que te ame/ si tú no me quieres ya./ El amor que ya ha pasado/ no se debe recordar... La inmortal habanera interpretada sentidamente por María Teresa Vera se deja escuchar, mientras la pantalla muestra una pareja de amantes recién casados, quienes, desde una añeja fotografía, sostienen con manos gráciles dos copas y se miran fijamente, prometiéndose amor eterno... Fui la ilusión de tu vida/ un día lejano ya... ¿Por qué La Mujer no habrá escuchado con más detenimiento aquella bella canción? Ahora, dos décadas después, sus dedos casi secos insisten en retirar el polvo que cubre el viejo retrato. Hoy represento el pasado/ No me puedo conformar...

Basta ver uno de los 12 minutos de duración que tiene Veinte años, cortometraje escrito y dirigido por el matancero Bárbaro Joel Ortiz, para percatarnos de que la película en la que todavía trabajan los Estudios de Animación del ICAIC —debe estar lista para el venidero agosto—, se convertirá en su principal carta de triunfo en el próximo Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Realizada con la técnica de stop motion, Veinte años sobresale por la exquisitez de su puesta en escena, por su cuidada dirección de arte, por el alto nivel de la animación, pero también por lo universal de su historia.

Descender hasta el sótano de los Estudios y entrar en el fantástico plató creado por el estelar Paul Chaviano para que el cineasta pudiese por fin materializar su ópera prima, es adentrarse en un mundo verdaderamente mágico. Es como sentirse un Gulliver que ha violado, de repente, la tranquilidad que reina en la isla de Liliput, donde Bárbaro, con barba de algunos días, manipula con delicadeza sus verosímiles personajes.

Guiados hasta el admirable «santuario», supimos de boca del productor de la cinta, el joven Alex Cabanas Moreda, que el guión de Veinte años compitió en un concurso nacional que convocaran hace dos años los Estudios de Animación del ICAIC. Y aunque en esa lid se alzó con el tercer lugar, su autor fue invitado para que él mismo realizara la película.

«El proyecto —dice Alex— era interesantísimo, pero representaba un enorme desafío: se llevaría a cabo con la técnica de stop motion, dominada en Cuba por contados especialistas. A esto se adicionaba la falta de recursos, porque estamos hablando de una animación que requiere de un taller de atrezo, de escenografía, iluminación, una cámara especial..., mas sabíamos que teníamos entre manos algo muy bueno».

Cuenta el también productor de Quietud interrumpida, que crear las condiciones para el rodaje les tomó casi año y medio. «Primero hubo que preparar la escenografía y resolver a la cubana todos los implementos necesarios... Estoy convencido —enfatiza— de que quien vea la película no podrá creer que el mundo fabuloso que Bárbaro ideó para sus personajes, lo armó con materiales y objetos a veces hasta sacados de la basura».

Perseverar es triunfar

Como la canción escrita por María Teresa Vera y Guillermina Aramburu, una mujer, que lleva dos décadas de matrimonio, hace hasta lo imposible por sostenerlo. Ella se ha ido desdibujando poco a poco en la rutina diaria: cocinarle al marido, tenerle la ropa lista, la casa limpia... Pero él la ignora y solo tiene atención para la botella de ron, la pelota y el televisor; esos vicios que disfruta desde su trono: el único sillón que existe dentro de la casa. Hasta un buen día que...

Con un argumento así —y por la manera auténtica en que el director presenta el «nido de amor» de los protagonistas—, Cabanas Moreda está seguro de que muchos cubanos se verán reflejados en la cinta. Bárbaro ha trabajado con tanto preciosismo la escenografía, que algunos pensarán que fisgoneó en sus casas para construir la de estos seres.

A Bárbaro le parece mentira que ahora mismo esté inmerso en la animación de su película y hasta se atreve a sonreír un tanto satisfecho porque en él se ha cumplido aquello de que «el que persevera, triunfa». «Aunque mi formación es como artista de la plástica —estudié Pintura—, desde que me gradué en la ENA tuve la inquietud de hacer cine de animación.

«Fui una persona muy afortunada, pues se me dio la posibilidad de trabajar en un lugar increíble como el Departamento Cinematográfico del ICRT, cuando en él todavía laboraba el equipo de Papobo (Hugo Alea, Reinaldo Alfonso y el animador Jorge Pérez Nerei), la mejor película que en Cuba se haya realizado jamás con la técnica de stop motion. Era un departamento de marionetas espectacular, y con la experiencia que viví me quedé definitivamente «enganchado», pero todo se acabó en el período especial».

Sin dudas, en los años 90, Bárbaro recibió un duro golpe, pero continuó por su cuenta. Tanto que, aunque terminó el ISA, todos sus proyectos siguieron encaminados a hacer cine de animación.

«Mi tesis del ISA fue un proyecto de animación que nunca pude materializar. Por eso el tercer lugar que obtuve fue para mí como el primero, pues se me dio el “milagro” de realizar Veinte años, lo cual evidencia la buena voluntad de los Estudios de Animación, que me pusieron en contacto con un artista extraordinario como Paul Chaviano, capaz de armar este espacio mágico».

En el tiempo en que Bárbaro se vio imposibilitado de hacer cine de animación, se dedicó al teatro para títeres, «lo más cercano a mi vocación. Pude trabajar en Matanzas con el excelente grupo Teatro de las Estaciones y su magnífico diseñador Zenel Calero; y después con Papalote, junto al maestro René Fernández Santana. Ambas constituyeron experiencias profesionales y humanas muy grandes, porque, sin dudas, la base del cine de marioneta de animación está en la tradición titiritera».

Explica este joven artista, admirador no solo de Papobo, sino de El abuelo de la Sierra, que en Veinte años, donde se prescinde de los textos, se narra mediante recursos cinematográficos como el montaje, la fotografía... «Por eso escogí la técnica de stop motion, así como la de plastilina llamada claymation, porque son las que más se avienen a la historia. Pensé, sobre todo, en imágenes, porque en esta película la fotografía y el uso de las luces tienen un papel protagónico».

Bárbaro asegura que esta no es una historia realizada a la manera tradicional: «Juan Padrón es un gran guionista que escribe excelentes textos y pone la animación en función de los mismos. En este caso ocurre al revés: aquí lo que gana fuerza es la imagen».

Paciencia asiática

Bárbaro Joel Ortiz tiene la esperanza de que «la gente perciba la pasión con que estoy realizando la película. He hecho muchas... en mi mente, pero con Veinte años me siento feliz porque será la primera que podré compartir con las demás personas».

También Alex Cabanas mira al futuro con optimismo. «Veinte años va a llegar mucho al televidente del patio, aunque la película está pensada para que se conecte también con el espectador de cualquier lugar del mundo, porque trata temas tan universales como la violencia doméstica y la rutina que lastra las relaciones humanas.

«Aunque en un primer momento la gente se deslumbre por la exquisitez con que ha sido elaborada la escenografía, creo que lo que en verdad sorprenderá es el formidable nivel que él ha conseguido con la actuación de los personajes, explotando las expresiones faciales, los gestos.

«Normalmente, dice, esta es una de las principales limitaciones del stop motion, a pesar de que la estructura con que están confeccionados los personajes ofrece mayor facilidad de movimiento. Bárbaro se ha aprovechado de eso para conseguir que sus personajes se comporten como actores reales».

Justamente esa es una de las razones que hace mucho más arduo el rodaje, porque planos que se pudieran filmar en un día toman una semana. «Si quieres lograr un pestañeo —ejemplifica Joel Ortiz—, tiras una primera foto, después colocas una nueva capa de plastilina; haces otra foto y añades otra capa, y con un palito que introduces en el orificio que hay en los ojos, los vas desplazando a un lado o a otro, y ladeando la cabeza... De esa manera, con infinita paciencia, vas consiguiendo la expresión que buscas.

«Como si fuera poco, ese personaje no permanece solo en la escena, sino que está rodeado por otros objetos, de modo que si este cambia de posición, el resto también lo hace. Si ella se mece en un sillón, la cortina se desplaza debido a la acción del viento, pero el ventilador gira... Si descuidas algo, si se te escapa un detalle, todo se echa a perder».

Así, con el tiempo y un... estudio de stop motion, Bárbaro, el creador multioficio (director, animador, iluminador, fotógrafo...), parece un hombre-isla. Trabaja, dejando en cada toma un pedazo del alma, sin percatarse de que el tiempo pasa y que lleva dos años alejado de su familia. Evidentemente está muy feliz; ha comprobado que las cosas que uno quiere sí se pueden alcanzar.

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